Enlace Judío – Una de las cosas que me encantan del jasidismo es que al ser una mística retoma aspectos de la tradición judía que no son evidentes a primera vista, y a través de ello pone un énfasis especial en los sentimientos de los fieles y la espiritualidad que desarrollan más que en las normas. Las siguientes historias recopiladas por Martín Buber muestran el carácter de rabí David de Lelov, discípulo del vidente de Lublin. A través de las narraciones se remarca la importancia de la generosidad y la compasión, incluso por encima de los significados rituales.

Lo verdaderamente interesantes de ellas es que el rabino actúa como lo hace no sólo por la compasión misma sino que a través de la compasión y la generosidad se llega a la armonía. El rabino ve en el bienestar de cada criatura a D-os y a la armonía que se genera entre ellas, en el funcionamiento natural del mundo. En ese sentido la generosidad se vuelve una parte importante de la Redención y el sacrificio personal toma un nuevo color. No se sacrifica por un desprecio a su persona sino cada acto que hace lo lleva a conocer esa interacción y participar de ella; es decir a un encuentro más profundo con la realidad que lo rodea.


Historias jasídicas sobre rabí David de Lelov


Sobre los oficios

Historia

Rabí Itzjack de Vorki contaba esta historia:

Una vez, cuando viajaba con rabí David Lelov, de bendita memoria, llegamos a la pequeña ciudad de Elkish una hora después de medianoche, rabí David no quería despertar a nadie, así que fuimos a ver a rabí Berish, el panadero. Estaba de pie en su horno haciendo su trabajo. Cuando entramos vi que se le nublaba la cara porque lo habíamos encontrado trabajando. “Oh” dijo rabí David, “¡Si tan sólo Dios me dejara ganarme el pan con el trabajo de mis manos! La verdad es que todos en Israel tienen un impulso interior que ni uno mismo conoce. Lo que quieren es trabajar para sus semejantes. Todo el que ejerce un oficio, el zapatero, el sastre o el panadero, recibe dinero a cambio de su trabajo sólo para poder vivir y seguir trabajando para sus semejantes”. Mientras rabí David hablaba, vi que el rostro del panadero se aclaraba y se iluminaba cada vez con mayor intensidad. [1]

Análisis

Lo bello de esta historia es que le da el peso debido al trabajo, nos dice que el hombre no sólo trabaja para su sustento, sino por el placer de poder dar un poco de sí al prójimo. Bajo las palabras de rabí David de Lelov se entiende que es D-os quien da el sustento a través del trabajo, pero lo hace para que la persona pueda tener esa gratificación de dar. La historia también remarca la alegría del panadero al ver su oficio ser alabado, se contrasta éste trabajo con el oficio del rabino que no vive a través del trabajo de sus manos, sino a través de su estudio y de las labores religiosa que hace. Aunque el puesto del rabino tiene mayor renombre y muchos envidian el poder dedicar las horas a D-os y al estudio, en esta historia el rabino compara su labor con la de cualquier otro oficio haciendo ver la belleza de los mismos; en cierto sentido muestra que cada quien tiene su lugar en este mundo.


Un error

Historia

Rabí Itzjack de Vorki contó esta historia:

Una vez, cuando estaba de viaje con mi maestro sagrado rabí David de Lelov y nos detuvimos en un pueblo lejos de nuestra casa, una mujer de repente se aventó sobre él en la calle y comenzó a golpearlo. Pensó que era su marido, que la había abandonado hacía muchos años. Al cabo de unos instantes, se dio cuenta de su error y rompió a llorar.

“Deja de llorar”, dijo rabí David. “No me estabas pegando a mí, sino a tu marido”. Y añadió en voz baja: “¡Cuántas veces golpeamos a alguien porque lo tomamos por otro!” [2]

Análisis

Aquí la perspectiva que el rabino da a las emociones es sumamente interesante; se deja golpear por la mujer para enseñarle algo muy profundo del ser humano. El dolor que buscamos causar al otro en realidad es nuestro propio dolor. Los sentimientos de ira, odio y frustración nos detienen de crecer y rompen la forma en que nos comunicamos con los demás, el balance que se crea entre todos. Le está enseñando a la mujer que uno puede soltar esas emociones, no hacerse esclavo de ellas porque nunca están en la persona a la cual odiamos, o la cual nos ha lastimado, sino en nuestro propio dolor: siempre es alguien más a quien le pegamos.


Con animales

Historia

Una vez rabí David fue a Lublin con su discípulo rabí Itzjak, para pasar el Año Nuevo con su maestro el Vidente, como hacía año tras año. El día de Año Nuevo, antes de que sonara el cuerno de carnero, el Vidente miró a su alrededor y se dio cuenta de que rabí David no estaba allí. Itzjak corrió inmediatamente a la posada a buscarlo. Encontró a rabí David de pie delante de la puerta de la casa, tendiendo su gorra llena de pienso a los caballos, que su cochero, en su prisa por llegar a la Casa de Oración, había dejado sin alimentar.

Cuando rabí David, habiendo terminado de dar de comer a los caballos, llegó a la Casa de Oración, el Vidente dijo: “¡Qué bien ha soplado el cuerno de carnero Rabí David!”

Análisis

Precisamente en esta historia es que se ve cómo algunos pensadores jasídicos le dan más importancia a la espiritualidad que a ciertos elementos. Rosh Hashaná (Año Nuevo) es el día en que D-os juzga al hombre, escuchar el shofar (el cuerno del carnero) es el mandato más importante de la festividad y generalmente es precedido por una serie de rezos. En una aldea observante nadie llega tarde a ese momento, sin embargo el rabino detiene su camino para alimentar a los caballos y en vez de recibir una reprimenda es alabado por su maestro. Los animales sufren del hambre y de dolor físico, el judaísmo reconoce que como humanos tenemos una obligación frente a ellos; si uno no dejo suficiente alimento antes del Shabat para sus mascotas o ganado, es su obligación halajica alimentarlos porque dependen de uno y por halaja uno no puede causarles un sufrimiento innecesario.

Rosh Hashaná también representa la armonía en el mundo entre todo lo creado por D-os y eso incluye a los animales. Cuando el maestro dice que rabí David sopló del cuerno del carnero, es una forma de decir que al alimentar los caballos rabí David fomentó la plenitud entre todo lo creado.


Notas:

1) Rabbi Yitzhack of Vorki told this story:
Once when I was traveling with Rabbi David Lelov, of blessed memory, we arrived in the little town of Elkish about an hour past midnight, Rabbi David did not want to wake anyone, so we went to Rabbi Berish, the baker. He was standing in his oven doing his work. When we entered I saw his face cloud over because we had found him working. ‘Oh,’ said Rabbi David, ‘if only God let me earn my bread by the work of my hands! The truth of the matter is that everyone in Israel has an inner urge he himself does not know of. What he wants is to work for his fellow men. Everyone who plies a trade, the cobbler, the tailor, or the baker, takes money in return for his work only that he may live and continue to work for his fellow men.’ While Rabbi David was speaking, I saw the baker’s face clear and grow brighter and brighter.

2) Rabbi Yitzhack of Vorki told this story:
Once when I was on the road with my holy teacher Rabbi David of Lelov, and we stopped over in a town far from our home, a woman suddenly fell over him in the street and began to beat him. She thought he was her husband who had abandoned her many years ago. After a few moments, she saw her error and burst into a flood of tears.
“Stop crying,” Rabbi David said to her. “You were not striking me, but your husband.” And he added in a low tone: “How often we strike someone because we take him for another!”

3) Once Rabbi David went to Lublin with his disciple Rabbi Yitzhak, in order to spend the New Year with his teacher the Seer, as he did year after year. On New Year’s Day, before the blowing of the ram’s horn, the Seer looked around and noticed that Rabbi David was not there. Yitzhak immediately ran to the inn to look for him. He found Rabbi David standing in front of the gate to the house, holding out his cap full of barely to the horses, which their driver in his hurry to get to the House of Prayer had left behind unfed.
When Rabbi David, having finished feeding the horses, came to the House of Prayer, the Seer said: “That was a fine blowing of the ram’s horn Rabbi David treated us to!”

Tales of the Hasidim, ed Schocken