Enlace Judío – La complejidad de la Torá es algo que ha fascinado a historiadores, filósofos y artistas por igual por más de 4 milenios de años. Tiene historias con enseñanzas psicológicas y filosóficas profundísimas, preceptos éticos y juegos del lenguaje. Tanto que hasta la fecha es la base y el centro de la observancia judía. Es tan compleja que a lo largo de los siglos se ha buscado categorizar sus preceptos para facilitar la comprensión de la misma y la observancia. Esto ha llevado a varios rabinos escribir libros de halajá donde se nos explican el origen, el sentido y el significado de cada mandato divino.

Dichos libros no sólo nos hablan de la ley judía, en la gran mayoría de los casos también incluyen disertaciones filosóficas sobre la importancia de la observancia y sus razones filosóficas, pues dentro de la Torá misma se encuentra también exigencias sobre las creencias y los motivos. Lo que a veces son conocidos como “Jovot Halevavot” (Preceptos del corazón) incluyen tanto creencias básicas (Unicidad y Soberanía de D-os) como actitudes o sentimientos que el hombre adopta frente al mundo como el no sentir envidia, o el amor a D-os.

Rab Hirsch, uno de los rabinos más reconocidos del siglo XIX y de los mejores comentaristas de la Torá desarrolla varios preceptos de carácter filosófico en su libro Horeb. En artículos anteriores hemos hablado de tres de ellos y a continuación explicamos algunos de los centrales.


Conocimiento del mundo

El cuarto precepto que rab Hirsch discute como verdad fundamental es aquel donde la Torá nos pide “… no vayas tras tu propio corazón y tras tus propios ojos tras los cuales sueles extraviarte.”(Num 25:39) [1]. Rab Hirsch usa esta cita para hablar sobre cual es la forma correcta de acercarnos al mundo a través de la exploración sensorial e intelectual. Habla sobre los errores de juicio que a veces pueden surgir al usar únicamente la razón o la sensualidad como parámetro.

Nuestros Sabios dicen: ‘No mires al mundo sin consultar la Torá, ni sólo con el ojo de tu entendimiento racional o tu ojo físico, no sea que el primero te lleve a nociones erróneas de Dios (minuth) y el segundo a la indulgencia bestial (zenuth) y ambos juntos a la idolatría (avodas zara)’.[2]

El gran problema con ambas es que rompe la relación que el individuo puede establecer con el mundo o con D-os, lo llevan a un camino de egoísmo. La sensualidad hace que el individuo vicie cualquier forma de pensamiento que busca limitarla y que se enfoque únicamente en el placer, pensando que todos los demás es lo único que buscan. La razón por su lado es fría y es incapaz de ver unidad en el mundo que la rodea, cuando el individuo recae únicamente en ella se ve a sí mismo como aislado en un mundo de elementos dispares.

Tan pronto como el placer se convierte en el objetivo [único] de tu vida, ya no te ves a ti mismo como perteneciente al mundo, sino como si el mundo te perteneciera a ti, y no conoces más ley que tus propios impulsos caprichosos. [3]

Rab Hirsch no propone la negación de ambos, la razón y la sensualidad son buenos pues nos conectan con el mundo que nos rodea y son placenteros, lo que propone es balancearlos con el conocimiento de la existencia de la Divinidad. Es que el hombre busque sabiduría, la cual va más allá de la razón y de la sensualidad, que busqué servir a la voluntad divina, que acepté los conocimientos que le han sido dados.

No debe tratar de comprender a Dios a partir del mundo y de sí mismo, sino al mundo y a sí mismo a partir de Dios. Entonces verá el mundo como obra de la sabiduría y producto de un Dios creador y gobernante omnipotente, en el que todo impulso y toda acción obedecen a Su ley, y todos los seres sirven al fin fijado por Su sabiduría. [4]

El segundo punto que remarca el rabino con respecto a la razón es sobre lo limitado que es el conocimiento humano. Uno no debe intentar adivinar las cosas que están más allá de nuestro entendimiento y más allá del mundo creado. Uno puede entender a D-os como Creador, Rey, Gobernante, pero nunca puede acceder plenamente a Su Esencia. Las cosas que nos fueron o nos son reveladas es para que entendamos la realidad que nos rodea, el mundo que habitamos y sepamos cómo actuar dentro de el mismo, pero únicamente. Todo aquello que es imposible saber a través de nuestro entendimiento y que permanece fuera de nuestro alcance debemos respetarlo como tal como un misterio que no está en nuestras manos resolver.

Tu entendimiento sólo es competente para investigar el mundo creado; para eso te fue dado. Ese mundo es la esfera de tu actividad, y sólo en la medida en que es la esfera de tu actividad es adecuado tu entendimiento. Pero Dios no es criatura, así que cuidado con intentar evaluar al Creador con la medida de la criatura. [5]

Al final lo que le importa al rabino es que el individuo interprete el mundo para encontrar su lugar en él a través de una relación. Eso es lo que la Torá nos enseña y pide de nosotros.


Conocimiento de la labor del individuo dentro del mundo

El quinto principio que menciona es recordar la labor que D-os te da para que no admires al Sol, a la Luna o a cualquier otra fuerza (Deut IV 19-20). A través de este pasaje rab Hirsch remarca la importancia de verse a sí mismo dentro de una relación activa con el mundo. Para él quien adora una fuerza externa a D-os lo hace por desconocimiento del lugar que ocupa como hombre en el mundo creado. El hombre es el único ser consciente que lleva a cabo la voluntad de D-os por deseo propio y no por inercia o instinto.

En la filosofía judía y para rab Hirsch también es el conocimiento de su deber en el mundo lo que le da un mayor sentido al hombre, lo que le permite contrarrestar y superar los ires y venires del mundo, la vicisitud que causa el azar. Cuando uno sabe quién es y puede dar al mundo parte de eso se vuelve infranqueable y tiene una mina de crecimiento, una roca de estabilidad para el resto de su vida.

No hay protección más eficaz contra el peligro de endiosar a la criatura que una adecuada autoevaluación, que estar completamente impregnado de la conciencia de tu propia tarea en la vida. Si sientes que has nacido sólo para disfrutar o sufrir, entonces ciertamente doblarás la rodilla ante todo ser que te deslumbre con sus poderes como si fuera a tus ojos una de las palancas que mueven el mundo. Si, por el contrario, te sientes asignado por Dios al puesto en el que has nacido, para ejecutar Su voluntad precisamente en ese puesto, en ese círculo, con esos medios, en ese espacio de tiempo y para esa parte de Su mundo, si tu tarea fuera sólo la de una brizna de hierba, entonces con esa conciencia y ese espíritu te sitúas al mismo nivel que las criaturas más brillantes y más dotadas. En esa conciencia ves a todas las criaturas en un mismo nivel, todas desempeñando las tareas que Dios les ha asignado, todas sirviendo en torno al trono de Dios. Y el siervo principal es el hombre, encargado de cumplir consciente y libremente la voluntad de Dios. [6]


La libertad y el poder de decisión

Para hablar del sexto principio, rab Hirsch toma una cita del Deuteronomio (18:9) en la que se prohíbe averiguar el futuro por artes adivinatorias o por intentar establecer contacto con los muertos. Rab Hirsch a través de ello habla de la importancia de tomar nuestro destino en nuestras propias manos. Uno no puede querer adivinar el futuro, porque el futuro no está sellado el futuro se construye entre la interacción del hombre y D-os, y en cada momento puede cambiar si el hombre cambia.

Pues es de acuerdo a este libre comportamiento tuyo que Dios forja tu futuro tanto para recompensarte como para enseñarte; y así es el hombre mismo quien hace su propio futuro. [7]

Remarca el hecho de que el hombre es libre y puede actuar conforme desee sea la voluntad divina o no. Plantea la vida individual de cada persona como una interacción con la Divinidad, donde el tiempo y la experiencia es una enseñanza continua. En este diálogo es la Torá la que guía al hombre hacia el lugar al que debe dirigirse o hacia el lugar que ocupa en la historia, sin embargo es la propia voluntad del hombre, su discernimiento y su experiencia los que le permiten juzgar la particularidad de la situación. Los que realmente lo llevan a actuar en el mundo y el tiempo que lo rodean.

Qué tarea debes cumplir puedes aprenderlo de la Torá, pero si puedes cumplirla en un momento dado y cómo, debes aprenderlo de la experiencia y la discreción.

Tu vida tiene un doble aspecto: lo que te sucede y lo que viene de ti, lo que recibes y lo que produces, tu suerte y tus acciones. [8]

“Deberías” no “estás obligado”, porque el que lo cumplas realmente depende enteramente de ti mismo. Como dicen los Sabios: ‘Todo está en manos de Dios excepto el temor de Dios’ ; todo es de Dios, sólo tu corazón es tuyo. [9]


La Revelación

Finalmente el séptimo principio que discute es el de la Revelación. Pone los pasajes del Éxodo y del Deuteronomio donde se habla de los profetas y donde se le recuerda a los judíos la Revelación que presenciaron en el Sinaí con sus propios ojos.

Sobre este tema señala cuatro verdades que se le pide a los judíos recordar: 1) La Revelación de la Torá en el Sinaí, 2) la continuidad de la revelación a través de la profecía 3) las señas de un profeta verdadero y 4) las señas de un profeta falso. La forma en que lo plantea rab Hirsch estas cuatro formas de interactuar con la Revelación es o que mantiene viva la tradición judía, la Torá y el contacto con D-os en el pueblo judío.

El análisis de rab Hirsch se centra primordialmente en la dualidad presente entre la Torá Escrita y la Torá Oral, que es aquello pensado para preservarse de forma absoluta a través del tiempo y aquello pensado para volverse personal, que cobra vida de manera momentánea. La primera se ve representada a través de Moisés, la segunda a través de los profetas.

La Torá sigue siendo la norma de vida para todas las generaciones, por lo que las palabras de los profetas revelan a cada generación su destino en el presente y en el futuro, para que sólo Israel, entre los pueblos, pueda desempeñar conscientemente su papel en la historia de la humanidad. Y por eso, incluso hoy, igual que la Torá enseña a Israel su deber, así la profecía abre su ojo y su mente a la comprensión de la vida. [10]

La Revelación en el Sinaí que fue una experiencia directa de todo el pueblo es la representación de cómo la Torá fue fijada en el tiempo, ni los profetas ni la Torá Oral la pueden alterar. Los profetas por su lado son revelaciones históricas, son dadas a Israel en el presente para que puedan hacer tangible a la Torá en sus vidas, para que puedan verla. Hoy en día aunque no hay revelación sigue habiendo una guía en el momento del estudio y en el momento de acercarse a ella; se sigue aceptando como plena. Sigue siendo el lazo que une al individuo con D-os.


Conclusión y futuras exploraciones

Los siete preceptos que hemos analizado en ambos artículos están profundamente relacionados: son creencias que impactan la forma en que el individuo ve el mundo una vez que se acepta la creencia de D-os. D una forma u otra los siete giran en torno a la idea de Unidad y Soberanía de la Divinidad. El no buscar únicamente con nuestros ojos, el hacer uso de nuestro discernimiento y la libertad de acción son elementos básicos que nos recuerdan el lugar que ocupamos en el mundo frente a un absoluto o frente a una armonía; todas son herramientas mentales que nos ayudan a pulir nuestras creencias racionales para establecer una relación con D-os desde nuestra persona y a través del mundo. En cierta forma son parámetros que rab Hirsch y la Torá nos ofrece para medir nuestro conocimiento, para explorar nuestro entorno. La aceptación de la Torá como Revelación es el epítome de las mismas, porque es a través de la Torá que existe el lazo entre el individuo y D-os, y que en efecto se pueden poner en práctica las anteriores.

Las siguientes Torot que se encuentran en el libro de Horeb hablan más sobre sentimientos y actitudes que la persona puede cultivar al enfrentarse a ciertas situaciones o al relacionarse con la idea de D-os; son más un parámetro emocional que un parámetro de exploración intelectual.


Citas

1) “… And that ye go not about after your own heart and after your own eyes after which ye use to go astray.” (Num 25:39).

2) Explaining this, our Sages say: ‘Look not upon the world without consuilting the Torah, nor only with the eye of your rational understanding or your physical eye, lest the first lead you to wrong notions of God (minuth) and the second to bestial indulgence (zenuth) and both together to idolatry (avodas zara).’

3) For as soon as enjoyment becomes the object of your life, you no longer regard yourself as belonging to the world but the world as belonging to you, and you know no law but your own capricious impulses.

4) It must not try to understand God from the world and itself,but the world and itself from God. Then you will see the world as a work of wisdom and the product of an omnipotent creating and ruling God, in which every impulse and every action obeys His law, and all beings serve the purpose fixed by His wisdom.

5) Your understanding is competent only to investigate the created world; for that purpose it was given to you.That world is the sphere of your activity, and only in so far as it is the sphere of your activity is your understanding adequate. But God is not creature, so beware of trying to measure the Creator with the yardstick of the creature.

6) There is no more effective protection against the danger of deifying the creature than a proper self-appraisal, than being completely permeated with the consciousness of your own task in life. If you feel yourself to have been born only for enjoyment or suffering, then indeed you will bend the knee to every being that dazzles you with its powers as being in your eyes one of the levers that move the world. If, however, you feel yourself to have been assigned by God to the station in which you were born, in order to execute His will at just that post, in that circle, with those means, in that space of time, and for that part of His world, were your task only that of a blade of grass, then with that consciousness and that spirit you stand on a level with the most brilliant, most gifted creatures. In that consciousness you see all creatures on a level, all performing the tasks assigned to them by God, all servants round the throne of God. And the foremost servant is man, charged with fulfilling God’s will consciously and freely.

7) For it is according to this free behaviour of yours that God fashions your future both to requite you and to train you; and so it is man himself who half makes his own future.

8) Which duty you ought to perform you can learn from the Torah, but whether and how you can perform it at any given moment you must learn from experience and discretion.

Your life has a twofold aspect what happens to you and what comes from you, what you receive and what you produce, your lot and your actions.

9) ‘Should/ not ‘must’; for whether you will really fulfil it depends entirely on yourself. As die Sages say: ‘Everything is in the hands of God except the fear of God’ ; everything is God’s, only your heart is yours.

10) Torah remains the rule of life for all generations, so the words of the prophets reveal to every generation their fate in the present and future, so that alone among the peoples Israel can perform its part in human history consciously. And therefore even today, just as Torah teaches Israel its duty, so prophecy opens its eye and its mind to understanding life.