Enlace Judío.- En la clase política europea reina una gran unanimidad a la hora de declarar que Israel ya no es una democracia

Entre los medios de comunicación, los intelectuales y la clase política europea reina una gran unanimidad a la hora de declarar que Israel ya no es una democracia, ya que su nuevo Gobierno es de derechas. Demasiado de derechas. No siento ninguna simpatía especial por Benjamin Netanyahu, pero debo señalar que ha sido elegido legítimamente. Tampoco siento ninguna simpatía, ni mucho menos, por los partidos judíos extremistas que han entrado en la coalición de Gobierno, pero también ellos han sido elegidos. Así que no veo cómo los europeos que protestan se permiten denunciar la democracia israelí. Esto me recuerda una famosa réplica del teatro de Bertold Brecht: «Si no les gusta el resultado de unas elecciones, lo que hay que cambiar es el pueblo». En este caso, una mayoría de israelíes se reconoce en el nuevo Gobierno de Netanyahu y la minoría, dentro de unos años, recuperará el poder; así es la mecánica del sufragio universal.

De modo que, antes de demonizar a Netanyahu, los biempensantes de Europa deberían preguntarse sobre sus repetidos éxitos y sus récords de longevidad, que nos hacen pensar en Margaret Thatcher, Angela Merkel y José María Aznar. Los votantes tienen sentido común: con Netanyahu, los israelíes han vivido más seguros que nunca y su economía ha sido más próspera que nunca. Netanyahu no ha sido reelegido por casualidad, sino como premio a sus éxitos y a su suerte; en política, suerte y éxito son indisociables. ¿Será que ha socavado alguna vez la democracia y la desfigurará esta vez para complacer a sus aliados fundamentalistas? Lo dudamos, porque quien logre silenciar a los israelíes no es de este mundo. Los hebreos discutían con Dios, los judíos no dejaban de pelear entre ellos, los israelíes también. Los medios de comunicación son y serán libres, los partidos también, igual que los magistrados. El Ejército israelí no acepta que le impongan su conducta. En cuanto a los rabinos, hay tantos para discutir como sinagogas. Entonces, ¿de dónde viene esta condena occidental al nuevo Gobierno israelí y las oscuras profecías sobre la democracia? Ante todo, de la ignorancia. ¿Qué periodista en Europa cuestiona el balance de Netanyahu? Preferimos condenar de lejos, por miedo a que la realidad nos contradiga.

Vayamos al grano: la desesperación que muestra la izquierda europea viene de juzgar a Israel a través de los ojos de los palestinos. Es cierto que Netanyahu y sus aliados no creen ni por un momento que un Estado palestino sea viable; el Gobierno israelí no es el gobierno palestino y defiende los intereses de los israelíes antes que los de los palestinos. Podemos lamentar el triste destino de los palestinos, pero ¿quién es el verdadero responsable? En 1947, la ONU dividió Palestina en dos territorios, uno judío y otro árabe. ¿Quién rechazó esta división en dos Estados, ahora exigida por los árabes, los palestinos y la ‘comunidad internacional’? Tan pronto como la ONU anunció la partición, los Ejércitos árabes de Jordania, Siria y Egipto atacaron las colonias israelíes. Los israelíes de entonces, equivalentes a los ucranianos de hoy, resistieron y conquistaron, contra todo pronóstico, un territorio más grande que el asignado por la ONU. Desde entonces, los árabes no han dejado de atacar a Israel, en particular en 1967 y en 1973; siempre perdieron. Abandonando la lucha armada frontal, árabes y palestinos pasaron al terrorismo, sin ningún éxito.

Los dos territorios autónomos palestinos, Cisjordania y Gaza, gobernados por palestinos electos, son corruptos, tiranizan a su propio pueblo y se embolsan las ayudas internacionales. La única economía palestina rentable es la confiscación de esas ayudas, que han estado llegando a raudales desde la ONU y la Unión Europea durante 50 años. La ‘comunidad internacional’ financia desde hace 50 años la supervivencia de los campos de refugiados palestinos, lo que garantiza que estos refugiados seguirán siéndolo. Los palestinos quizá sean víctimas de la ocupación israelí, aunque en Gaza no hay ocupación en absoluto, pero son aún más víctimas de la ayuda internacional. Son igualmente víctimas del mundo árabe, que no aporta nada a los palestinos y, al mismo tiempo, no reconoce el derecho de Israel a existir. Bajo la constante presión de Estados Unidos y a cambio de la financiación estadounidense, Jordania, Egipto, los Emiratos y Marruecos reconocen a Israel, pero los vecinos más amenazadores –Siria, Líbano, Irán, Arabia Saudí y Argelia– no mantienen relaciones diplomáticas con él. Los países musulmanes más grandes, como Pakistán, Bangladesh e Indonesia, tampoco reconocen a Israel. Entonces, ¿debería sorprendernos o indignarnos que Israel sea una nación en armas, que no esté dispuesta a hacer concesiones a los palestinos? ‘Vae victis!’ ¡Ay de los vencidos! Esa es la ley de los imperios; los árabes han perdido. No nos atrevemos a imaginar qué habría pasado si hubieran ganado. ¿Un segundo Holocausto o un nuevo exilio? Antes de condenar a Netanyahu, tengamos presente esta historia.

También los invito a visitar los territorios palestinos ocupados. Sí, el Ejército israelí no siempre respeta la dignidad de los palestinos. Pero, paradójicamente, en Oriente Próximo, ¿en qué país independiente viven mejor los árabes que en Cisjordania? En Cisjordania, la prensa es libre, lo que no ocurre en ningún país árabe. En Cisjordania, la gente vota libremente, lo que no ocurre en ningún país árabe. Reina la igualdad entre hombres y mujeres. Los cristianos palestinos tienen allí total libertad de culto. Está permitido crear empresas e incluso enriquecerse comerciando con los israelíes. La Universidad Palestina de Birzeit es sin duda la mejor del Oriente Próximo árabe. Ramala, capital de la Palestina ocupada, es una de las ciudades más prósperas de Oriente Próximo.

Es cierto que la ocupación no es una solución feliz, pero es mejor ser palestino en la Cisjordania ocupada que en la Gaza desocupada. Entonces, ¿cuál es la verdadera causa de la demonización de Netanyahu en Europa? Es de derechas y es judío, no busquen más. ¿Y la simpatía desenfrenada por los palestinos? Desempeñan, a su pesar, el papel del proletariado en una visión marxista del mundo. Para los analistas, Israel y los palestinos son solo la pantalla de los fantasmas ideológicos de Occidente.

Fuente: ABC