Enlace Judío – Se acerca el día del Amor y la Amistad en el calendario gregoriano, y aunque ésta no es para nada una fecha judía, los países y sociedades en las que vivimos lo celebran. Por lo mismo es una buena oportunidad para pensar en cómo los relacionamos con el amor y lo que el judaísmo puede enseñarnos al respecto. Los siguientes son algunos aprendizajes que la Torá, la cultura o la filosofía judía pueden ofrecernos.

La importancia de estar

Uno de los aprendizajes más grandes que el judaísmo me ha dado es la importancia del estar presente. Cuando se habla del amor al prójimo siempre se remarca que la Torá te pide amar al prójimo “como a ti mismo” no “más que a ti mismo.” Esto es así porque toda la filosofía judía gira en torno a la relación que establecemos con el mundo. El poder vernos y atender nuestras necesidades es parte esencial de ello. Si no aparecemos como personas, si no somos capaces de vernos y cuidarnos entonces no estamos siendo capaces de relacionarnos, porque no estamos presentes desde quienes somos genuinamente. El amor es primordialmente abrirse hacia una relación, y por eso el amor involucra estar presente.

La intimidad se construye en el tiempo

Otro de los aprendizajes sobre el amor más grandes que uno adquiere de la Torá y de la observancia religiosa es que la intimidad se genera o se construye con el tiempo. La Torá tiene palabras distintas para hablar de formas distintas de amor. Sin embargo, hay una muy interesante: yihud, representa unidad. Se usa para hablar de los cónyuges, el amor que ellos tienen llega a la máxima expresión de intimidad y cariño precisamente porque se construye en el tiempo. Habla de un amor en el que dos personas se conocen tan bien y son tan cercanas que tienen plena confianza frente al otro, que pueden realmente mostrarse como son en todas sus facetas y al mostrarse encuentran amor. Su vida está unida y construyen juntos el camino que los rodea.

Ver a D-os en el prójimo

El Talmud ve el precepto de “lo que es odioso para ti no lo hagas a los demás” como una extensión al precepto “amaras a tu prójimo como a ti mismo”. A lo largo del tiempo esta afirmación ha presentado numerosas discusiones en los filósofos judíos. Los tosafistas remarcaban la dificultad de amar al prójimo como uno mismo, ¿puedes realmente decir que amas a un desconocido?, y ¿no es injusto amar al mismo nivel y con la mima intensidad a un ser cercano que al prójimo lejano? Por eso el primer acto de amor es limitar el odio, limitar las acciones que lastimen al prójimo. Mientras que los grandes pensadores jasídicos ven en el limitar el odio el reconocimiento intrínseco de la santidad del prójimo, se rechazan las acciones pero no a la persona; se acepta a la persona como imagen de D-os y también como una forma de reconocerse en el otro, de aceptar la semejanza que nos une como humanos. Esa es la base del amor al prójimo.

El amor entre D-os y el hombre es eterno

La historia de la Torá es una historia de amor entre D-os y el hombre. Es el hombre queriendo acercarse a D-os, y D-os constantemente perdonando y dando vida al hombre. Desde Noé hasta la última letra de los profetas podemos ver a la Creación del mundo como el diálogo que establecen Creador y criatura. Vemos como entre la oscuridad, entre el caos, en medio del odio, el desprecio y el horro, siempre hay un hombre que logra ver a D-os y a quien D-os decide hablarle. No importa cuan lejos vayamos siempre hay un punto de regreso, no importa como construyamos esa oscuridad hay cosas a las que D-os da existencia, como la vida, el poder del hombre de amar y la relación que establece con su exterior.