La multiplicación de manifestaciones y protestas que en estos minutos se verifican en las principales ciudades de Israel no tiene precedente alguno. Y más aún cuando las fuerzas policiales reciben orden de reprimirlas con desatada brutalidad.  

Nunca fui testigo de una fiera y fea violencia entre ciudadanos que en otros entornos supieron defenderse por igual ante un común enemigo. 

Un triste escenario que, sin embargo, no interrumpe las tareas parlamentarias dirigidas a liberar no sólo a Netanyahu de las limitaciones que fluyen del juicio que desde hace meses afean su figura y limitan el poder. 

Por el contrario, la ley que permitirá a Bibi y a amplios sectores políticos recibir dispares y voluminosos obsequios sin dar informe público alguno probablemente será aprobada antes de su viaje –también controversial- a Londres. 

El inicio del Ramadán puede multiplicar la violencia que de momento abruma a la ciudadanía israelí sin distinción de edad o género. Triste situación susceptible de alentar un ataque militar desde algún flanco del país. 

Oscuras perspectivas que deberían obligar la inmediata suspensión de las controversias parlamentarias, y postergar la aprobación de una torcida ley. 

Cabe esperar que el presidente Herzog pedirá en las próximas horas a la población recuperar el equilibrio antes de que ocurra una catástrofe sin precedentes en este país al cual consagramos nuestra fe y la vida. 

¿Nos escucharán?  

 


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