Resulta notoriamente contrastante ver las imágenes de los festejos por el 75 aniversario de la fundación de Israel, y compararlas con las que apenas hace mes y medio o dos meses veíamos de las protestas contra el proyecto de reforma judicial del gobierno de Netanyahu.

No es un tema menor para los judíos. Desde hace dieciocho siglos, por lo menos, se nos ha inculcado que las grandes tragedias que nos han ocurrido, se debieron a la división y las guerras internas entre judíos.

¿Existe el riesgo de que algo así vuelva a suceder en la actualidad?

Irving Gatell afirma que no, y para explicarlo nos lleva por un recorrido al Israel antiguo, para conocer cuáles eran las profundas divisiones que culminaron con la destrucción de Jerusalén y del Templo.

A partir de ello, explora la naturaleza de las divisiones del judaísmo actual, y muestra cómo los datos históricos hacen evidente que, aunque no somos perfecto, hemos aprendido muchas lecciones de la historia, mismas que nos permiten conservar una base de unificación que siempre, y sobre todo en los momentos más críticos y apremiantes, se transforma y supera las divisiones, para volver a manifestarse como una unidad indestructible que aglutina a todos los judíos del mundo.

Am Ejad, Lev Ejad, dice la canción.

Un solo pueblo, un solo corazón.

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