Indonesia era el país designado para celebrar el mundial de futbol para las selecciones Sub 20, pero un giro desafortunado le hizo perder ese privilegio.

Su política antisemita y su determinación a no permitir la participación de Israel en la justa deportiva, llevó a la FIFA a retirarles la sede, apenas un poco menos de dos meses antes de comenzar el torneo.

Una catástrofe, porque la organización de un mundial no es cualquier cosa. Se requiere de una gran inversión de dinero, si bien las ganancias lo compensan después y por mucho. Indonesia, por su postura xenófoba, perdió por doble cuenta: se quedó sin todas esas ganancias que iba a recibir, y desperdició toda la inversión que ya habían hecho para realizar el mundial.

Irving Gatell nos cuenta cómo se desarrolló todo este episodio que derivó en que la nueva sede fuera Argentina, y además reflexiona sobre lo raro que es que Israel esté entre los cuatro mejores equipos del mundo, así como acerca de varias sutilezas que tiene el futbol como espectáculo de masas.

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