Enlace Judío / Rab Berel Wein – El ser humano es, por naturaleza, una criatura eternamente insatisfecha y temerosa. Es rara la persona que, incluso en un acontecimiento alegre y familiar, puede captar el momento y disfrutarlo plenamente. Incluso cuando la pareja de novios se encuentra bajo el palio nupcial, los observadores y las familias de los afectados ya están preocupados por lo que les deparará el futuro. Rara vez una persona puede vivir y disfrutar realmente del presente.

En la lectura de la Torá de esta semana, la generación que salió de Egipto, recibió la Torá en el Sinaí y fue testigo de primera mano de todos los milagros de Dios, comienza sin embargo a deshilacharse y a desmoronarse. Su principal preocupación, la duda que planea sobre sus mentes a lo largo de los 40 años de existencia en el desierto del Sinaí, es cómo les irá cuando finalmente lleguen y se establezcan en la tierra prometida de Israel.

Esta tarea parece tan desalentadora que les asusta. La seguridad que les da Moshé, de que Dios seguirá haciendo milagros en su favor, no resuena en ellos. Su frustración acabará estallando en la lectura de la Torá de la semana que viene, con la historia de los espías y su malvado informe sobre la tierra de Israel. El suegro del propio Moshé los abandona y no hay argumentos ni persuasiones que puedan hacerle cambiar de opinión. A su manera, esto fue un golpe aplastante para la moral del pueblo judío y no hizo sino confirmar sus dudas sobre si tenían futuro en la tierra de Israel.

En efecto, la mentalidad del pueblo era que los milagros de hoy no garantizan la presencia de milagros mañana y que la tierra de Israel es una aventura demasiado arriesgada como para entretenerse en ella.
El miedo y el desamor por la tierra de Israel están en la raíz de todos los levantamientos y rebeliones sobre los que leeremos este Shabat y también en las próximas lecturas de la Torá. Puede que se quejen de la comida, de sus dirigentes y de toda clase de problemas que les atormentan, pero eso no es más que una tapadera de su miedo al futuro y a lo desconocido que la tierra de Israel representa para ellos.
Esta es una situación que existe incluso hoy en el mundo judío. Es una falta de confianza en nosotros mismos que disimulamos con falsa valentía. En el fondo somos conscientes de la precariedad de nuestra situación y de la hostilidad del mundo hacia nuestro Estado y hacia nosotros. En gran medida silbamos al pasar por el cementerio debido a nuestra falta de fe en nosotros mismos, en nuestro futuro e incluso en el Dios de Israel.

No podemos darnos por satisfechos con el momento debido a nuestras preocupaciones, por injustificadas que sean respecto al futuro. Naturalmente, estamos algo traumatizados por nuestro pasado y no es sencillo ignorar los problemas que se ciernen sobre nosotros. No obstante, estamos obligados a confiar en nuestra fe en que todo saldrá bien para el pueblo judío y el Estado de Israel e intentamos vivir nuestras vidas y ordenar nuestras prioridades en consecuencia.

Fuente: torah.org