Recordar es con frecuencia una tarea difícil. No es necesario acudir a hallazgos psicoanalíticos para saber cómo y por qué olvidamos merced a algún astuto juego de la memoria.

Un comprobado hecho que me abruma en estos días cuando llegan noticias en torno a la violencia física y verbal que abruma a los habitantes árabes de las zonas palestinas, especialmente en las denominadas Judea y Samaria.

Por razones ideológicas y económicas más de 600 mil israelíes ya han resuelto levantar viviendas en estas regiones sin pedir la debida autorización en Ramallah.

Alentados ya sea por argumentos ideológicos, ya sea por el reducido precio de las mismas en relación a lo que se paga por las residencias en ciudades israelíes, el número de israelíes crece con rapidez al tiempo que su contribución económica, científica y militar al país exhibe notorias flaquezas.

Más aún: sus moradores acentúan en estas zonas las tensiones con los residentes palestinos, obligan la presencia y las actividades militares israelíes sin tomar parte activa en ellas, debilitan sustancialmente a la Autoridad Palestina en Ramallah al tiempo al tiempo que acentúan la hostilidad y la resistencia de los pobladores árabes y del Hamás.

Ya es sabido que el ministro Ben Gvir alienta no solo la apropiación ilegal de tierras en Judea y Samaria. También festeja y propicia la multiplicación de la violencia desoyendo las advertencias y decisiones del liderazgo militar y policial de Israel.

Acciones violentas e ilegales que no solo sorprenden e irritan a Washington.

Incluso el embajador de Alemania en el país manifestó en estos días sorpresa y disgusto por la fanática rudeza que exhiben no pocos colonizadores de las tierras palestinas cuando destruyen y queman automóviles y viviendas de moradores que en no pocos casos tienen también la ciudadanía europea y norteamericana.

¿Cuáles serán los resultados de esta incontenible y fanática brutalidad?

Primero, el dilatado aumento de las distancias entre Washington y Jerusalén.

Además, desde la erección del gobierno de Netanyahu hace ya seis meses no se vislumbra signo alguno en favor de un encuentro entre Biden y Bibi. Este tomará superior distancia como resultado de la debilidad de Netanyahu para imponer algún orden lúcido y razonable a su coalición.

Segundo, es notable el debilitamiento de la coalición gobernada por Abu Mazen (Mahmoud Abbas) en Ramallah y el ascenso de las fuerzas del Hamás alentadas desde Gaza y Teherán.

Un hecho que conducirá a violentos choques dirigidos a detener la colonización y los asentamientos judíos en esta región, tendencia apenas respaldada por la mayoría ciudadana de Israel como se constata en las semanales y masivas
manifestaciones de protesta.

Propiciará por añadidura la intervención de Estados Unidos en contra del gobierno de Bibi al tiempo que los sentimientos antisemitas en el mundo, en particular en países de menor desarrollo económico y cultural, tomarán
irrefrenable impulso.

Y no dejo de preguntarme: ¿perciben y anticipan las diásporas judías las consecuencias de esta torcida actitud del presente gobierno? ¿Saben que habrán de sumar vigor y nuevos temas a agrupaciones y tendencias antisemitas?

Y si la respuesta es positiva, ¿por qué las diásporas no usan los modernos y discretos medios electrónicos con el propósito de que embajadas y consulados conozcan sus temores y transmitan su genuina inquietud a la coalición
gubernamental asentada en Jerusalén?

Hechos y preguntas que me inquietan.

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