Enlace Judío – Un golpe mortal amenaza a la democracia israelí. Con una mayoría parlamentaria de apenas 64 lugares de los 120 que componen la Knéset el binomio Bibi-Deri se dispone a deshacer el equilibrio de poderes que garantiza en nuestro país el seguro desenvolvimiento de la democracia como sistema político.

Abrumados por presuntos delitos que habrían cometido, ambos han resuelto -apenas tres días después del levantamiento de la coalición gubernamental- limitar severamente la capacidad del Poder Judicial para asegurar la honestidad en la conducta pública y en el ejercicio político.

A mi ver se trata de un ingrato y malsano olvido de las prescripciones que hace más de tres siglos Charles Louis Montesquieu enhebró con el propósito de garantizar el fluido ejercicio del régimen democrático.

La drástica reducción de las facultades de la Corte Suprema de Justicia de Israel tiene un claro propósito: diluir los cargos que desde hace años inquietan a esta pareja hoy estrechamente unidos más por la pública condena que por afinidades ideológicas.

Para lograrlo uno y otro no han vacilado en debilitar tanto a la estructura militar con el nombramiento de Bezalel Smotrich como inapelable gobernador de Judea y Samaria, así como de Itamar Ben Gvir como jefe de las fuerzas policiales.

El resultado: un inquietante escenario que puede conducir a la renuncia de Esther Hayut, presidenta de la Corte Suprema, y de la Fiscal General Gali Baharav Miara. Dos hechos que implicarían el colapso del indispensable balance de poderes que garantiza la libertad ciudadana en Israel.

Las repetidas advertencias formuladas por expresidente Rivlin y los pronunciamientos  -discretos de momento- de Isaac Herzog no han logrado frenar las intenciones de una dispar coalición que representa a sectores que apenas aportan a la seguridad, al progreso científico y a la economía del país.

Por desiguales motivos todos ellos se inclinan a auspiciar y favorecer la demolición del Poder Judicial que hasta aquí ha garantizado el ejercicio de la democracia en el país.

Cabe anticipar que si estos radicales cambios en el equilibrio político del país se concretan habrán de multiplicarse las protestas en las principales ciudades de Israel.

Más aún: EE. UU. y Europa occidental no guardarán silencio. No así países como Polonia, Hungría y Rusia inclinados a imponer límites- severos o discretos- a la voz popular. Y múltiples entidades en América Latina no guardarán silencio.

Y cabe preguntar en fin cuál será la actitud de las diásporas que hoy gozan de los derechos y libertades generosamente dispensados por los países que habitan.

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