Tishá B’ Av es una fecha cargada de una larga tradición de duelo y ha sido relacionada directamente con las grandes tragedias del pueblo judío a lo largo de la historia.

Se trata de una conmemoración religiosa e histórica consistente en un día de ayuno y abstinencia, ya que rememora principalmente la destrucción del primer y segundo templo de Salomón y también otras catástrofes acaecidas en la historia del pueblo judío.

Esta conmemoración fue instituida por el judaísmo rabínico, es decir, a partir del período talmúdico. Los sabios construyeron la conmemoración a partir de un fundamento profético: el libro de Jeremías. Aunque las fuentes de Jeremías y Reyes no establecen que el primer templo fuera destruido el día 9 (Tishá) del mes de Av (B´Av), los jajamim del periodo amoraim estandarizaron dicha fecha como día de luto.

Una de las fuentes principales del establecimiento de Tishá B´Av es el tratado de Taanit 4:6 dentro del Séder Moed de la Mishná. En dicha fuente podemos entender las causas que argumentan el ayuno y la connotación de duelo: 1. En el 9 de Av, Moisés pronunció el castigo contra la generación que salió de Egipto, la cual debía morir en el desierto y no podría entrar a la tierra prometida. 2. En el 9 de Av de 586 a.e.c., fue destruído el Primer Templo de Salomón (según la tradición rabínica). 3. En el 9 de Av del 70 e.c., fue destruído el Segundo Templo de Salomón (según la tradición rabínica). Es importante aclarar que según la historia, la fecha de la destrucción del primer Templo no corresponde con el 9 de Av, ya que según 2 Reyes 25, 8-9, ésta ocurrió el 7 de Av, y según Jeremías 52, 12-13 sucedió el 10 de Av. 4. La conquista de la fortaleza de Betar. 5. La destrucción de toda la ciudad de Jerusalén un año después de la demolición del Segundo Templo. Además existe otra interpretación extra, la rebelión de Bar Kojba.

Desde el punto de vista del estudio de las religiones, Tishá B´Av es una conmemoración de tipo escatológico.

Es importante mencionar que durante los siglos posteriores a la destrucción del Primer Templo surgió una literatura escatológica que podemos encontrar en los Neviim o Profetas. Tras la destrucción del Segundo Templo, la literatura escatológica también surgió, ejemplo de ello fueron el Séfer Yetzirá y la literatura de las Heijalot, base conceptual de la Kabala.

Durante la construcción de la ideología y la instauración del 9 de Av, los jajamim del período talmúdico recurrieron especialmente al libro de Jeremías que se encuentra en los Neviim para construir la narrativa apocalíptica. Así como cada uno de los profetas toca temas específicos como la Merkabá en Ezequiel o el Mesías en Isaías, Jeremías toca temas relacionados con la destrucción y el fin. La razón de que este profeta se centre en estos temas tan específicos viene del contexto en el que vivió, toda vez que vivió el asedio de Nabucodonosor y la destrucción del Primer Templo.

Por lo tanto, los jajamim del periodo amoraim establecieron algunas lecturas de Jeremías para Tishá B´Av, como por ejemplo el pasaje que va de Jeremías 8:13 al 9:23. De igual forma, estos sabios establecieron la serie de restricciones y tradiciones que se llevan a cabo hasta nuestros días, tales como el ayuno y la abstención de lujos, baños y manifestaciones afectuosas. Otras tradiciones van desde rezar en voz baja, iluminar las sinagogas con poca luz, colocar una parojet negra, quitar los adornos dentro de las sinagogas y sentarse en casa como si las personas fuesen deudos, es decir en el suelo o en sillas o bancos bajos.

La tradición e importancia de Tishá B´Av continuó a lo largo de la historia judía.

Algunos rabinos místicos influenciados por las ideas cabalistas marcaron otros acontecimientos acaecidos cerca del 9 de Av para contabilizarlos y así transformar la concepción de un día de duelo por la destrucción de los Templos de Salomón en una maldición que persiguió al pueblo judío.

Según algunas tradiciones, estos días pueden ser la declaración de las cruzadas por parte del papa Urbano II en 1095; la quema masiva de Talmudim en Francia hacia 1242; la firma del edicto de expulsión de los judíos de Inglaterra ordenado por Eduardo I en 1290; el decreto de expulsión de la Alhambra ordenado por la reina Isabel la Católica en marzo de 1492; el inicio de la Primera Guerra Mundial; la inauguración del campo de exterminio de Treblinka en 1942; el atentado terrorista en la sede de la AMIA en Buenos Aires y las manifestaciones y protestas actuales en Israel. Todas estas fechas cercanas o coincidentes de alguna manera al 9 de Av.

Sin embargo, la existencia de días nefastos no es algo que incumba solamente al judaísmo

En diferentes religiones existen estos días en los que el concepto de maldición está presente. Algunos ejemplos son los Nemontemi o días desamparados, vacíos o abismales de la cosmogonía náhuatl, mismos que sucedían en un lapso de cinco días al final de cada ciclo anual solar, es decir 52 años gregorianos. Estos días nefastos también eran conmemorados en el mundo maya bajo el nombre de uayeb. Otro ejemplo mesoamericano son los cuarenta días sangrantes de la cultura totonaca que se daban en los días más calurosos del año, cuyo rito religioso dio forma a la tradición de los voladores de Papantla.

Del otro lado del mundo y de mucha mayor antigüedad encontramos los días nefastos dentro de las civilizaciones del Medio Oriente. Éstos se conmemoraban en los días más calurosos del año. Nos han llegado las fuentes de dichas festividades en la cultura griega, pero también en otras mucho más antiguas como la sumeria, acadia, mesopotámica y babilónica; todas ellas con una similitud: los días nefastos eran los más calurosos del año.

Uno de los nombres que se daban a estos días nefastos en las culturas del Viejo Mundo era el de la canícula, mismo se otorgó para definir el periodo de calor abrasivo marcado por la aparición en el cielo de la constelación del Can Mayor y de la estrella Sirio, “la abrasadora”. Es decir, se le llamó canícula porque el periodo más caliente del año coincidía con la aparición de estas estrellas, misma que podía suceder en un periodo que va desde la segunda quincena de julio a la segunda quincena de agosto.

De esta forma, el solsticio del 21 de junio marca el inicio del verano y dentro de éste, la canícula es el momento de mayor calor y de los días nefastos en las antiguas culturas de Medio Oriente y Europa. Los griegos entonces conmemoraban estos días nefastos en donde el calor hacía que el dios Adonis, divinidad de la belleza y la renovación de la vegetación, muriera. Dichas fiestas eran conocidas como las Adonías o fiestas de Adonis. El señor de la belleza moría en verano y con él morían las plantas por el calor.

Las adonías fueron tomadas del mundo babilónico, sumerio, acadio y mesopotámico en el cual se conmemoraba el momento en el que el dios Dumuzi moría en un ardiente amor por la diosa Inanna, mito que también explicaba el ciclo de la vegetación y la fertilidad de Inanna era arrasada por el calor sexual de Dumuzi.

Los pueblos semitas transformaron a Dumuzi en Tammuz y a Inanna en Ishtar, dioses de la fertilidad que también tenían sus fiestas religiosas de los días nefastos en el periodo de la canícula. Es sorprendente entender el sentido de las festividades antiguas desde la perspectiva de una recordación de la muerte, la escasez y el calor abrasador del desierto como los días nefastos de los antiguos pueblos.

Varios especialistas afirman que el hecho de que el 9 de Av suceda en el periodo más caluroso del año puede tener algún fundamento en la primitiva fiesta de la canícula. Así como otras fiestas antiguas judías, Tisha B´Av pudo tener un orígen pagano que se relacionó posteriormente con la historia judía y se prescindió del orígen gentil para instituirse como una conmemoración de la historia del pueblo hebreo.

La relación entre los días nefastos y el calor no solamente se heredó al judaísmo

Dentro de las diferentes tradiciones cristianas, los días más calurosos del año son dedicados a santos como san Rufino, santa Rufina, san Rufilo y san Rufo de Capua, abogado de los afligidos. Todos estos nombres vienen del latín Rufus que significa rojo, en una obvia alusión al calor del momento.

Los seres humanos construimos nuestras festividades religiosas a partir de conceptos primitivos, que no por ser viejos dejan de ser válidos. Así como diseñamos festividades decembrinas para juntarnos alrededor del fuego y transicionar a un nuevo año, también se conformaron festividades de días nefastos, todas ellas en el mundo antiguo relacionadas con el calor, mismo que puede golpear tan fuerte como para decidir parar todo y huir de la muerte provocada por el calor en el desierto implacable.

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