Fabián, más allá de ser un experto mundial en informática telefónica, es un joven argentino judío que, a pesar de no usar Kipá, tiene un compromiso religioso total con Shabat y Kashrut.

Su empresa lo sabe y siempre se preocupa de encargarle comidas Kosher en vuelos y hoteles. Pero por las dudas, Fabián siempre lleva consigo sándwiches de atún envueltos en papel de aluminio.

Hace algunos años, en uno de esos innumerables viajes, abordó en Nueva York un avión rumbo a Shanghai. Fabián descubrió que la aerolínea había cometido un error y no había comida kosher para él. Resignado, sacó su paquetito con papel de aluminio.

En ese preciso instante, una agradable chica que estaba sentada detrás, Leah, notó la situación y se dio cuenta de que ella no había sido la única que se había quedado sin Kosher. Sin dudarlo, le ofreció compartir su plato de frutas. Fabián le ofreció uno de sus sándwiches.

Luego de compartir ese largo viaje juntos, se prometieron volver a verse y lo que comenzó como una comida accidental en un vuelo se transformó en una propuesta de matrimonio y en la formación de una hermosa familia judía, “por culpa” de un simple sándwich de atún.

En otro de sus viajes, Fabián asistió a un congreso en Suiza organizado por su empresa. El evento culminó en un lujoso restaurante, donde cientos de empleados de distintos países se deleitaban con manjares como caviar y buey Wagyu.

Ese día olvidaron solicitar una vianda kosher para Fabián. Sin hacer alarde y con discreción, Fabián no probó nada. Al final, Fabián sacó su fiel sándwich de atún y lo disfrutó en un discreto rincón del amplio salón.

Lo que Fabián no esperaba es que el fundador y CEO de la empresa lo estaba observando.

Tras la cena, se acercó a Fabián no solo para disculparse, sino también para ofrecerle un ascenso a un puesto ejecutivo de mayor prestigio en la compañía.

El magnate le aclaró: “No busco compensarte por una comida. Busco tener en mi equipo a alguien que, incluso en los detalles pequeños, muestre convicción y personalidad. Tu lealtad y tu compromiso con tus principios son admirables, y eso es lo que nuestra empresa necesita en sus líderes”.

No todas las historias de observancia de Kashrut terminan así: el 99% del tiempo, cuidar Kasher no viene con una gratificación inmediata de recompensa. Pero lo que rescato de estas historias de vida reales es que el Kashrut va más allá de una dieta. Kashrut es identidad. Y la observancia de Kashrut es un ejemplo de convicción en un mundo donde lo que prima es la conveniencia.

Eso, en la actividad que a veces es la más mundana: el acto de comer.


Con información del Rabino Yosef Bittón