Casi dos terceras partes de nuestro peso es agua; “agua es vida,” nos han dicho hasta el cansancio, “toma al menos 2 litros al día.”

CAROL PERELMAN PARA ENLACE JUDÍO

Incluso la definición astrobiológica de vida se limita a su presencia, y es justamente esa sustancia la que buscamos en los exoplanetas para imaginar si algún ser extraterrestre pudo o no haber existido.

Sin duda el vínculo que tenemos con este líquido incoloro, inodoro e insípido va mucho más allá de nuestra interdependencia, y así como ocurre en nuestro cuerpo, el planeta mismo también está hecho de aproximadamente dos terceras partes de agua distribuida en ríos, glaciares, mares, nubes, lagos y depósitos subterráneos que regulan el vital equilibrio.

Es en parte por ello, que en un momento tan excelso como el inicio del año judío, elijo al agua como vehículo para recorrer juntos algunas reflexiones.

En este Rosh Hashaná deseo que tengas la capacidad de adaptación al entorno y a las circunstancias emergentes, como el agua lo hace cuando está en estado líquido: siendo ágil, pero a la vez concisa. No quisiéramos ser un bloque de hielo sólido confinado a un espacio tan rígido que ofrezcamos nulas flexibilidades, donde la actitud no sólo sea gélida, sino que nuestro volumen sea estorboso y tengamos como única alternativa la fracturación. Y claro, tampoco quisiéramos ser tan ligeros, efímeros y amorfos como el abrumador vapor, que, siendo un gas, haga que sucumbamos ante lineamientos externos haciendo casi invisible nuestra identidad y perdiendo control sobre nosotros mismos.

Existe sin embargo un momento muy específico, que en termodinámica llamamos punto triple, en que coexiste el agua al mismo tiempo en sus tres estados, en un equilibrio entre la forma líquida, de vapor y en hielo, continuamente pasando de fase en fase, manteniendo transiciones dinámicas entre los distintos modos. Así, en este año venidero, esperemos logres la manera de integrar en tu vida el balance entre fuerzas, responsabilidades y elementos prioritarios: el trabajo, la familia, los amigos; la salud física, la salud mental y la salud social; el cuerpo, la menta y el alma; …. Y que en este año 5784 tengas como lo hace el agua a precisamente a 0.0098 grados Celsius de temperatura y a 611 Pascales de presión, la habilidad de combinar en armonía diferentes expresiones de ti mismo.

Desde el inicio de las civilizaciones, pero seguramente mucho antes, el ser humano miró al cielo y entendió la importancia de las lluvias para beneficio de su entorno y de su supervivencia. Evidencia de ello es que las lluvias aparecen en testimonios de toda índole, desde las épocas bíblicas con el diluvio de Noé, pasando por representaciones y deidades mesoamericanas con Tláloc. Lluvias que emanan de las espectaculares nubes estudiadas por la nefología. Seguramente filósofos, como niños y enamorados, pasaban las horas disfrutando el sinfín de figuras formadas por los diminutos cristales de hielo y gotas suspendidas en la atmósfera, tratando de entender las intimidades de su formación y el por qué de sus tantas configuraciones. Pero, aunque además de engendrar a la lluvia y a la nieve, las nubes reflejan los rayos del Sol ayudando a regular la temperatura del planeta, siendo así generosas en todo su esplendor, tanto con su agua como con su sombra, cuan vigilantes guardianes procurando a los demás. Así, como debiéramos hacer los humanos que nos comprometemos anualmente con la misión de Tikun Olam, las nubes lo entregan todo por el prójimo; pero ellas, las nubes, incluso lo hacen hasta disiparse y desaparecer; así son de dadivosas.

Pero en cada gota y en cada copo de nieve yace la singularidad, existe unicidad. Y así, tal como a pesar de que toda el agua, siempre, está hecha de dos partes de hidrógeno y una de oxígeno, y a su vez los humanos somos todos de hueso, de órganos y de fluidos, el agua, también adquiere aspectos distintivos. No hay dos copos de nieve que son iguales, ni dos seres humanos idénticos. En el océano de siete mil millones de terrícolas, disfruta de tu individualidad, de la diversidad, de lo que te hace distinto y te distingue, y sé fiel aliado de tu identidad. Porque como supuestamente dijo el escritor Oscar Wilde “sé tú mismo porque todos los demás ya están ocupados.”

Y finalmente, tal como los años se renuevan y las intenciones se reciclan, el agua misma tampoco es estática y la forma en que mantiene la estabilidad en el planeta es a través de ciclos dinámicos en que se transforma para regresar, al cabo de un tiempo, a su posición de origen. Se condensa, fluye, se derrite, corre, se sumerge, estanca, se sublima, resbala, es dulce y luego salada. Claro que este ciclo hace que las flores destellen sus lumbrosos colores, que los anfibios, reptiles y demás especies prosperen, que los corales mantengan sus espléndidos arrecifes, que los campesinos celebren sus tierras y que la energía eléctrica que ilumina nuestros hogares pueda producirse en las presas. Sí, es cierto, la gota que comienza en el Everest, y eventualmente baña el Amazonas, o cayó hoy de tu regadera, alguna vez regresará quizás al inicio de su ciclo.

¿Cuál es el inicio? Pero lo que es seguro es que en el trayecto promovió crecimiento, creó riqueza, fomentó prosperidad, construyó y aseguró la vida. Su vuelta no es en vano, qué tampoco sea la tuya.

Sin embargo, no todo es tan maravilloso como el símbolo platónico del agua: el icosaedro tan perfecto, y en ocasiones, el agua desbarata. Los huracanes, los tifones, las granizadas, esos torrenciales desbordantes ríos, las tempestades, las inundaciones, las avalanchas y también por otro lado las sequías, son posibilidades alternas y distópicas del agua. El líquido incoloro, inodoro e insípido, que sirve como una base y parámetro, que establece la escala de temperatura Celsius en 0 para su congelación y en 100 para su evaporación, cuyo litro define el peso en kilogramos, que determina en su neutralidad la escala de acidez pH, y para el cual la densidad siempre es 1, también puede alterarse y llevarnos al peligro, al borde del riesgo, a las inexactitudes, a las impurezas y al extremo de la destrucción. No crucemos esa línea, mantengámonos a flote.

No es casualidad que el humano sea casi agua, sin embargo, no es solamente agua; y gracias a que somos más que ello es que podemos decidir hacer de este nuevo ciclo un año de estabilidad, de crecimiento, de resiliencia, de generosidad, de salud, de equilibrio, de virtuosidad, de inclusión, de logros, de Tikun Olam, y de mucha vida. Sí, que fluya, que el año de la vuelta y comience otro ciclo, pero seamos nosotros quienes tracemos un cauce sostenible, un camino de bien, compartido, disfrutando a sus orillas la tranquilidad que de ella emane.

Shana Tova u Metuka para ti y los tuyos, en este año 5784.


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