Dos cosas en común tiene el ataque palestino a Sderot y sus alrededores, con la Guerra del Yom Kippur. Uno, que tomó a Israel por sorpresa; dos, que se dio en un día de fiesta (en este caso, Simjat Torá). Pero hay diferencias sustanciales, y hay que entenderlas.

IRVING GATELL EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍA

La primera diferencia, muy evidente, es que la existencia de Israel no está comprometida como sí lo estuvo en 1973. El ataque está focalizado en una zona muy reducida del sur. Ciertamente, se han disparado cohetes contra toda la zona central de Israel, pero esta es una situación ya conocida, y para la que Israel cuenta con el mejor sistema antimisiles del mundo.

Hamas lo sabe.

Sin embargo, podemos deicr que tuvieron éxito en su ataque sólo en el sentido de que capturó rehenes. Su idea es que ellos son la moneda de cambio para extorsionar a Israel, y evidentemente su expectativa es a que Israel se doble en una mesa de negociación que se extenderá meses, o tal vez años, con tal de recuperar los cuerpos de los civiles y militares israelíes capturados (sería muy ingenuo suponer que Hamas va a respetar su integridad física; con ellos, siempre debe esperarse lo peor).

Ahora habrá que ver cuál es la respuesta israelí.

Perdón que lo diga así, pero las cosas hay que decirlas como son.

La respuesta tiene que ser contundente y sin consideraciones (si gustas, puedes poner ahí “inmisericorde”).

Está claro que la era de las negociaciones con Hamas ha terminado.

Después de esto, no tiene ningún sentido volver a insistir en una solución política con los grupos terroristas palestinos de Gaza, y menos aún en una tregua para que se vuelvan a armar y esperen el momento de volver a atacar.

Tienen que ser aplastados.

¿Que eso va a representar una acción dolorosa para Israel? Sí, es correcto, pero eso pasa porque, lamentablemente, Israel cometió el error de unirse a esta retorcida mentalidad mundial de ser misericordioso con los malvados.

Escudados en las interpretaciones ingenuas del discurso en pro de los Derechos Humanos, a grupos terroristas como Hamas se les ha permitido extender su existencia.

Maquiavelo fue muy claro desde hace 500 años: si vas a usar la fuerza, tienes que dar el golpe duro y definitivo desde la primera vez. Si no lo haces, tendrás que volverla a usar, y cada vez en situaciones más difíciles y comprometidas. La Torá también fue muy clara hace más de tres mil años tras el ataque a traición y por la retaguardia, por parte de Amalek: hay agresores que tienen que ser borrados del mapa.

¿Duro? No más duro que la suerte de nuestros hermanos judíos que, en este momento, están secuestrados por Hamas.

Esta vez no puede haber un armisticio impuesto desde la ONU, siempre a favor de Hamas, hasta que sus principales líderes y búnkers hayan sido destruidos.

A grupos como Hamas no se les tiene que vencer. Se les tiene que aplastar.

Ah, pero la izquierda internacional ha corroído el temple del mundo occidental, intoxicándolo con la extraña idea de que tener éxito es un motivo de vergüenza, y de que derrotar al enemigo que te agrede es una conducta inmoral.

A Hamas, por supuesto, siempre le importó un pepino lo que opinaran los izquierdistas del mundo o de Israel. Su política genocida ha sido la misma, sin importar si gobierna Likud o Avodá. Sólo en la ficción de los izquierdistas ocurre que los terroristas palestinos se comportarían distinto si no gobernaran “los halcones de la derecha”. No, queridos lectores. Hamas se comportará siempre igual, siempre buscando la destrucción de Israel, porque eso y no otra cosa es lo que quiere. Punto.

Ha comenzado lo que bien podría llamarse la Guerra de Simjes Toire, pero el operativo israelí ya tiene nombre oficial: ESPADAS DE HIERRO.

D-os bendiga a los guerreros de Israel.

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