La noticia que ha sacudido este día es la intervención en el conflicto de las guerrillas hutíes, ubicadas en Yemen. Dispararon varios misiles aparentemente contra Israel y el asunto no pasó a mayores porque EE. UU. los interceptó. Pero el nuevo frente parece que se acaba de abrir. ¿Qué se puede esperar?

El conflicto israelí palestino es, por sí mismo, uno de los conflictos más pequeños del mundo, tanto por sus alcances territoriales como por el saldo de víctimas que acumula a través de los años. No hay modo de compararlo con la guerra civil en Siria, y menos aún con tragedias como las de Rwanda o Darfour.

Sin embargo, el imperialismo iraní —esto hay que recalcarlo siempre— ha provocado que alrededor del conflicto en Gaza, muchos posibles participantes se encuentren en una especie de danza de guerra, en la que todos pavonean y presumen sus armas o sus dientes, como intentando espantar al enemigo.

Es por culpa de los planes expansionistas de los ayatolas que un conflicto regional puede globalizarse, y los principales actores en ese caso serían los grupos afiliados o dependientes de Hezbolá, que podrían protagonizar atentados o ataques en diversos lugares del mundo.

Pero también están otros actores menores, como la guerrilla hutí en Yemen, que intentó derrocar al régimen de su país, cosa que no pudo debido al importante apoyo saudí.

La jugada era muy obvia: Irán quería poner un gobierno afín al sur de Arabia Saudita para tener una pieza más en su presión contra sus enemigos históricos. Los líderes de Riad lo entendieron sin ningún problema, y se encargaron de que el proyecto de los ayatolas no tuviera éxito.

Una serie de fuertes bombardeos contra las posiciones hutíes (en los que no hubo ningún cuidado por evitar bajas civiles, pero que tampoco reclamaron atención en la prensa internacional), le pusieron el alto a los planes de la guerrilla pro-iraní, y la cosa quedó en un tenso pero molesto empate.

Hoy los hutíes volvieron a salir a la luz. El asunto no pasó a mayores gracias a los sistemas antimisiles de un buque de EE. UU. (que, muy seguramente, usan la misma tecnología que la Cúpula de Hierro que tan efectivamente ha protegido a la población israelí).

¿Cuál va a ser la respuesta de Estados Unidos? Por el momento, no parece que vaya a hacer nada drástico. En ese aspecto, son más lentos y tolerantes (lo cual no es una virtud) que Israel.

Se podría decir que es una provocación de Irán, y que responder sería “caer en su juego” (algo de lo que se le acusa mucho a Israel respecto a Hamas).

Pero ese mismo problema se puede ver desde otro ángulo, que fue muy bien explicado por Maquiavelo hace quinientos años: si vas a usar la fuerza, úsala de tal manera que sólo tengas que dar un golpe, contundente y fulminante. De lo contrario, la tendrás que volver a usar, y cada vez será en situaciones más complicadas.

Aquí el detalle es que Irán quiere ver qué tan dispuestos están los Estados Unidos a involucrarse en actividad militar.

Desde hace casi una semana, dos portaviones norteamericanos —uno de ellos, el Gerald Ford, es el más grande de la flota naval gringa— están en las costas de Israel y Líbano, a la espera de entrar en acción en caso de que sea necesario.

¿Y cuál sería ese “caso necesario”? En términos prácticos, que Hezbolá decidiera lanzar un ataque masivo contra Israel, si bien los Estados Unidos justifican su posición apelando al Artículo 2 de su Constitución, en donde se establece que las fuerzas armadas de ese país pueden y deben proteger a los ciudadanos estadounidenses en cualquier lugar del mundo.

E Israel tiene muchos habitantes con doble nacionalidad, israelí y estadounidense. Luego entonces, cualquier ataque masivo de Hezbolá pondría en riesgo a ciudadanos norteamericanos, y eso justifica la intervención de sus portaviones.

Pero ¿realmente están dispuestos a involucrarse activamente en esta guerra?

Es lo que Irán está tanteando por medio del micro-ataque hutí. Los ayatolas, en realidad, le tienen pánico a que los estadounidenses se involucren en serio en el conflicto. Ya los conocen: son algo lentos, a veces bastante torpes (se vio en Irak y en Afganistán), pero también demoledores.

Se podría decir que las intervenciones norteamericanas no resuelven conflictos, pero destruyen a sus enemigos. Y eso es lo que Irán no quiere. Un golpe mortal a Hezbolá significaría perder todo lo que tomó construir durante casi medio siglo, y el adiós definitivo a las ínfulas expansionistas de Teherán.

Habrá que seguir de cerca los acontecimientos en el Golfo Pérsico, porque en caso de que también allá se prenda la luz verde a una guerra, esta no va a ser entre los rebeldes hutíes y Estados Unidos. A la guerrilla yemenita la puede destruir Arabia Saudita. La guerra sería contra Irán, que está ahí pegado, y con Teherán al alcance de los ataques norteamericanos.

Qué extraño es todo este tablero de ajedrez. En el centro, Israel y Hamás siguen con su propia guerra, y esta se desenvuelve como si lo demás no existiera. En el norte, Israel contiene los ataques limitados de Hezbolá —que no han cambiado en absolutamente nada el panorama— y en el sur, muy al sur, los Estados Unidos factiblemente tengan que prepararse para ponerle el alto a Irán en sus propias narices. Mientras, Siria ya pagó platos rotos al ver sus dos más importantes aeropuertos afectados por una represalia israelí.

Nunca olviden dónde está el origen de todo este problema: las intenciones expansionistas e imperialistas de Irán.

Si eso no existiera, nada de lo que estamos viendo estaría ocurriendo.


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