La Comunidad Sefaradí fue sede, el pasado 14 de noviembre, de un emotivo encuentro entre familiares de algunas víctimas del atentado del 7 de octubre perpetrado por Hamás en el sur de Israel. Testimonios, oraciones y muestras de solidaridad mutua tuvieron lugar ese día en un ambiente de duelo, pero también de esperanza.

 

Miriam Camhi, madre de la mexicana Ilana Gritzewsky

Han pasado más de cinco semanas desde que Miriam Camhi, madre de Ilana Gritzewsky, ha debido conformarse con realizar el único acto que le permite oponerse a la más absoluta impotencia: rezar.

Como ella, familiares de los cientos de secuestrados por Hamás el 7 de octubre se mantienen a la expectativa. Esperan noticias que no llegan. Desoyen rumores y se aferran a la esperanza.

“Gracias. A todos y cada uno de ustedes, gracias. Soy miembro de esta comunidad, y hace unos meses estuvimos también aquí. Yo sé que cada uno de los que están aquí han estado en esta tefilá, y yo sé que esta tefilá le va a llegar a Ilana y va a regresar”, dijo Camhi con voz entrecortada cuando llegó su turno de subir al púlpito para dirigir un mensaje a los presentes.

“Les quiero presentar a mi nueva familia”, siguió, mientras señalaba a los otros invitados. “Dos días fueron suficientes para hacernos parte de una sola familia, unir nuestros corazones“. De alguna manera, esas palabras, como las de los otros familiares de los secuestrados, resonaron como verdaderas entre las paredes de la sinagoga abarrotada. El sentimiento de pertenencia se hizo eco en las palabras y en la melodía del canto que vendría después.

“No tengo más que decirles que sigamos orando por Ilana, por mis hermanos y por los 238 que siguen ahí”, cerró la mujer, llanto reprimido, corazón aferrado al brillo de una vela que no se extingue.

 

Natalia Cassarotti, madre de Keshet Cassarotti Z”L

Dice que a su hijo lo recuerdan bailando con la Torá en los brazos. De la fiesta religiosa partió hacia la fiesta de música electrónica de la que ya no volvería. Aunque para su madre, sí que volvió.

El día siguiente después de la shivá, llegó una paloma. No es una paloma común, es un tipo más como salvaje (…). Y se sentó sobre la mano de mi esposo y después pasó a mi cabeza. Estuvo sentada sobre mi cabeza tres horas. Durante ese tiempo yo caminé, me levanté, volvió a la silla, y la paloma (seguía) sobre mí. Sabíamos inmediatamente que esa paloma es Keshet”.

Cassarotti había mostrado un cartel con el rostro sonriente de su hijo, asesinado a los 21 años de edad por los terroristas de Hamás, que la madrugada del 7 de octubre cruzaron la frontera de Gaza para perpetrar una masacre contra judíos. Él es uno de los 1400 que murieron ese día y por los que, unos momentos más tarde, la Comunidad Sefaradí pronunciaría el Kadish.

“Ojalá que nos vamos a encontrar en días de paz”, dijo al despedirse la madre del chico. Serena y hasta sonriente por momentos, quizá porque el peso de la paloma sobre su cabeza sigue arrojando sobre su espíritu la esperanza de que la luz de su hijo permanezca viva, de alguna manera.

 

Ricardo Grichener, tío de Omer Wenkert, secuestrado

Él narró cómo su sobrino, pese a tener un serio problema de colitis, insistió en servir en el ejército, que lo había exentado. Al subir al estrado, Grichener era ya parte de esa comunidad, de esa familia. Se le vio la fuerza.

Lo que yo sé (es) que Omer va a volver. Omer está trabajando como un jefe de restaurante. Y va a ir a la universidad. Y va a volver y va a empezar en la universidad a estudiar. Es un chico muy lindo, muy inteligente y lo queremos mucho. Es muy agradable. Ayuda a todos (….) y todos lo quieren”.

Las imágenes del joven, esposado y semidesnudo, arrastrado hacia el horror por sus captores, forman parte de la colección grotesca de videos y fotografías que el propio Hamás difundió aquel día para mostrar su triunfo pírrico. Hoy, bajo los escombros de Gaza, ocultos en túneles improbables, el chico y sus captores esperan. Afuera, al otro lado del mundo, en una sinagoga de la Ciudad de México, una familia reza.

 

Diego Engelbert: su hermana y toda su familia, secuestrados

Él es, entre los presentes, el que más familiares tiene secuestrados. Su hermana, Karina; su cuñado, Ronen Engel; sus sobrinas, Yuval y Mika. Pero ahora, en México, el hombre se ha encontrado también con una familia amplificada, renovada, luminosa.

“No los quiero llamar comunidad hoy. Los quiero llamar familia. Desde el 7 de octubre, todos somos una nueva familia. Todos estamos juntos. Les puedo decir que yo me cansé de llorar (…) pero cuando veo esta grande familia nueva, eso me da fuerza, eso me da el calor y el coraje para seguir lo que estoy haciendo, lo que mis amigos están haciendo (señala a los panelistas), lo que ustedes están haciendo, (que ) es traer a nuestros queridos a casa”.

Porque las personas que se reunieron este martes en la Comunidad Sefaradí lo hicieron con esa intención, la de traer de vuelta a los cautivos. No tienen otras armas que las palabras, que las oraciones. Orán por los muertos, por los heridos, por los prisioneros. Oran también por los soldados que, con suerte, habrán de liberar a quienes hoy yacen bajo tierra esperando un milagro.

 

 

Unas palabras para Orión Hernández, mexicano secuestrado

La familia de Orión Hernández, chico mexicano secuestrado el 7 de octubre, no está presente en el acto. Un joven de la comunidad le dedica unas palabras antes de que el rabino Moisés Chicurel tome el micrófono para dirigir un mensaje poderoso, inspirador, en el que hablará de la luz y la oscuridad, de la acción y la indiferencia.

“Am Israel, con sus 3,400 años de historia, ha sido, es y será una luz. Hemos sido, desde nuestro inicio, el canal de esperanza y de responsabilidad para toda la humanidad. Siempre que pasó algo, cuando podíamos habernos rendido hace tantítismo tiempo, cuando podíamos haber bajado los brazos, hace no siglos: hace milenios, podíamos haber dicho que estábamos cansados”.

“Pero no. Lo que tiene Am Israel especial es esa luz y esa capacidad de renovación”.

El rabino Chicurel recordó que los judíos “estamos en el principio del mes de Kislev, queridos, queridas hermanas. Es el mes de los milagros. No se les olvide eso (…). La grandeza del pueblo de Israel es la capacidad de volver a empezar, no importa qué tan bajo parezca que hemos caído. Siempre podemos renovarnos. Por eso nos comparamos con la luna”.

Es el mes de los milagros pero, para que estos se produzcan, hay que actuar, advirtió el rabino. Como mínimo, rezar y meditar. Eso pidió a la concurrencia antes de realizar la tefilá especial que los convocaba. Antes, también, de que el Hatikva inundara el recinto, cantado a pulmón por esa familia en resistencia.

“Am Israel jai”, exclamó el rabino.

“Am Israel jai”, repitió la congregación.

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