El pasado 28 de noviembre, se llevó a cabo la entrega de las “Cátedras de Investigación Marcos Moshinsky”, en su versión 2023, otorgadas a jóvenes científicos cuyas investigaciones demostraron calidad y promesa excepcionales.

 

En presencia del Rector de la UNAM, la Directora del Instituto de Física, Dra Mercedes Rodriguez, del Dr Peter Hess, del Ing Moisés Moshinsky, representante de la Familia Moshinsky, la ceremonia de premiación se llevó a cabo en el Auditorio Alejandra Jáidar del Instituto de Física de la Universidad Autónoma de México.

Los galardonados a este año fueron: Dr. David Bermúdez Rosales del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del IPN; Dra. Aurore Courtoy, Instituto de Física de la Universidad Autónoma de México, Dr. Aldo Figueroa Lara de la
Universidad Autónoma del Estado de Morelos; Dr. Abraham Nehemias Meza Rocha de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Dr. Roberto Ramírez Alarcón del Centro de Investigaciones en Óptica A.C.

Marcos Moshinsky Z”L, en palabras de Alejandro Frank

La estrella  de este evento fue, sin duda, Marcos Moshinsky Z”L, ‘el mejor científico de México’, cuyo alumno, Alejandro Frank Hoeflich, ha traído orgullo a la Comunidad Judía de México, siendo fundador del C3, Centro de Ciencias de la Complejidad, de la UNAM; ex director del Instituto de Ciencias Nucleares; miembro del Colegio Nacional y fundador de PAUTA A.C., entre otras distinciones.

Y como cada año, le tocó a Alejandro Frank, quien ha entregado su vida a la UNAM, decir unas palabras acerca de su maestro, en ocasión de la entrega de Premios que llevan el nombre de Moshinsky:

Alejandro Frank en la entrega de los Premios Moshinsky

“Nuevos Catedráticos Marcos Moshinsky y queridos colegas y amigos;

Me permito leer ahora una breve semblanza del Dr MM que he titulado,

Marcos Moshinsky, arquitecto de la ciencia mexicana

Marcos Moshinsky, pionero y pilar de la física en nuestro país. Investigador excepcional, maestro de varias generaciones de científicos, forjador incansable y arquitecto de la ciencia mexicana, fundador de escuelas y academias y uno de los científicos más influyentes en la historia de México, falleció el 1º de abril de 2009, a punto de cumplir 88 años. Paradigma del científico y académico universal, su legado permanecerá en la memoria histórica de México y de la UNAM, que lo reconoce como uno de sus hijos predilectos.

De acuerdo con la opinión de científicos de otras latitudes, es difícil encontrar otro caso de una persona que haya tenido tanto impacto en el desarrollo científico de un país.

Desde 1947, año en que Moshinsky publicó su primer artículo, su producción científica en física apareció en las mejores revistas del mundo, alcanzando cerca de trescientas publicaciones, incluyendo cinco libros que han recibido miles de referencias formales en la literatura universal. Moshinsky ha sido, sin duda, el físico mexicano más conocido en el mundo.

A Moshinsky se le otorgaron todos los premios científicos de México e importantes reconocimientos internacionales,
entre los que destacan el Príncipe de Asturias (1988), el Bernardo Houssay (1990), el Ciencias UNESCO (1997) y lo que se considera el máximo galardón en el área de la simetría y la teoría de grupos, la medalla Eugene Wigner, otorgada a Moshinsky en Hobart, Australia, en julio de 1998. Formó parte de once academias científicas, incluyendo El Colegio Nacional, la Academia Pontificia de Ciencias y la American Academy of Arts and Sciences. Fue el editor fundador de la Revista Mexicana de Física, de 1952 a 1967, y de la Escuela Latinoamericana de Física. Dirigió a más de cuarenta estudiantes de licenciatura, maestría y doctorado, y a una decena de investigadores posdoctorales.

A su regreso de Princeton, en 1949, donde obtuvo el doctorado bajo la dirección del premio Nobel de Física Eugene Wigner, el joven Moshinsky empezó a reunir a su alrededor a un grupo de jóvenes que constituirían la primera generación de físicos profesionales y de nivel internacional formados en el Instituto de Física de la UNAM. Sus primeros trabajos en el escenario mundial tuvieron que ver con los fundamentos de la mecánica cuántica. En uno de ellos, publicado en 1952 y que tenía por título “Difracción en el tiempo”, se hacía una sorprendente predicción relacionada con la evolución de una partícula inicialmente confinada en una región del espacio.

Al salir de su encierro, la partícula debía sufrir una especie de dilema shakespeareano: oscilar entre la existencia y la no existencia o, más precisamente, entre la posibilidad de ser observada o no.

En aquella época ese extraño resultado no podía verificarse experimentalmente y parecía estar destinado a permanecer como una idea o un “experimento pensado”. Sin embargo, para regocijo de los físicos mexicanos, las predicciones de Moshinsky fueron verificadas mediante sofisticados experimentos con neutrones, 45 años después de su formulación.

La pasión de Moshinsky, sin embargo, su verdadero amor en el campo de la ciencia y que le dio fama internacional, fue el hermoso lenguaje matemático de la física conocido como la teoría de grupos, que es la teoría matemática de la simetría en la naturaleza. Moshinsky se convirtió en uno de los más importantes expositores a nivel mundial de esta poderosa herramienta científica, logrando notables aplicaciones en la física atómica, molecular y nuclear.

Los “paréntesis de Moshinsky” o moshinskets, que Moshinsky inventó y Tomás Brody evaluó numéricamente en 1960, utilizando la primera computadora que existió en México, revolucionaron los cálculos nucleares de la época y pusieron a la UNAM en el mapa de la física mundial.

Su trabajo en el tema de la simetría en la naturaleza tuvo también otras expresiones. Al conocer al pintor David Alfaro Siqueiros, hablaron sobre el famoso mural en Bellas Artes, Mural y libertad.

El escritor José Gordon narra así el encuentro del científico y el muralista:

Siqueiros le proporcionó unas fotografías de cuadros relativamente pequeños en comparación con el mural, donde estaba la arquitectura oculta de la obra, las simetrías que conforman el ritmo y la estructura del mural. En la ciencia, dice Moshinsky, hay una situación similar: el objetivo es entender aquello que está detrás de lo que vemos, las simetrías ocultas de la naturaleza.

En su casa de Copilco, Moshinsky tenía una singular colección de cuadros que contienen las firmas de cientos de físicos, desde premios Nobel hasta simples mortales (con un grado en física) que lo han visitado a lo largo de los años.

Están ahí las rúbricas de Robert Oppenheimer, Eugene Wigner, Richard Feynman, Abdus Salam y muchos otros. Como señaló Jorge Flores en un testimonio reciente, esas firmas son un registro indirecto de la historia de la física en México durante la segunda mitad del siglo XX y los comienzos de este, además de que dejaban traslucir la firme convicción de Moshinsky de que la ciencia sólo puede concebirse como una actividad internacional.

“No existe una ciencia nacional”, decía Antón Chéjov, “como no existe una tabla de multiplicación nacional”.

Sin duda, Moshinsky fue determinante para la internacionalización de la ciencia en México. De ello dan fe sus cuadros, testigos silenciosos de la vocación universal del maestro. Además, Moshinsky nunca se aisló de la sociedad en que vivía; siempre manifestó con valentía y claridad sus ideas, tanto sobre temas científicos como de carácter general. Esta faceta de su actividad también fue reconocida internacionalmente. En 1991 recibió la medalla Andréi Sájarov por su apoyo a los derechos humanos en la Unión Soviética durante los años setenta y ochenta. Sería difícil registrar aquí las múltiples facetas, como científico y como ser humano, de Moshinsky. Me parece, sin embargo, que aquellos que tuvimos la fortuna de conocerlo como maestro, colega y amigo destacaríamos su extraordinaria generosidad.

Marcos Moshinsky
Marcos Moshinsky

Transcribo aquí la traducción de una carta que el profesor John Archibald Wheeler, célebre físico de la Universidad de Princeton, envió a Moshinsky en ocasión de su cumpleaños setenta:

“Querido Marcos:
¿Llegaste a los setenta? ¡No puedo creerlo! O, como exclamó la señora de Niels Bohr cuando se enteró de que Robert Frisch estaba por retirarse: “No puedo entenderlo. Todos los jóvenes que conozco se están retirando.” Tú, estoy seguro, no te estás retirando ni lo harás jamás. Tienes demasiado impulso creativo, demasiado amor por nuestra maravillosa disciplina. Quiero agradecerte especialmente tres cosas: has hecho que la teoría de grupos tenga impacto en casi todas las ramas de la física; has educado a tres generaciones de científicos de ese gran país al que he tenido especial afecto a lo largo de mi vida; y, por último, pero no menos importante, has alcanzado un lugar muy especial en los corazones de tus antiguos colegas de Princeton, incluyendo a Eugene Wigner y a mí”.

No se equivocaba Wheeler. En los siguientes 18 años Marcos Moshinsky continuó su labor académica con la misma energía, inteligencia y pasión de siempre; nunca se retiró, asistió a su oficina en la UNAM y siguió realizando investigación hasta pocas semanas antes del final de su prolífica existencia.

Después de 14 años de su partida, lo extrañamos mucho, pero su nombre e influencia todavía están vívidamente presentes.

Gracias a su generosa donación personal, poco después de su fallecimiento, algunos de sus antiguos alumnos creamos la “Fundación Marcos Moshinsky”.

Cada año se otorgan las “Cátedras Moshinsky” a científicos jóvenes y brillantes que trabajan en México. Además del honor y el prestigio que conllevan estas becas, existe una recompensa económica sustancial que permite a los ganadores avanzar en sus carreras. Las muchas contribuciones de Marcos a la ciencia en su país continúan sin cesar.

Las cátedras Moshinsky son tal vez el más prestigioso reconocimiento que un científico joven ya reconocido, pero con una gran promesa hacia el futuro, puede aspirar. Son una apuesta que Marcos sigue haciendo por el futuro de la ciencia mexicana.

Creo que le alegraría mucho saber que sus numerosos amigos y colegas lo recuerdan hoy calurosamente en este lugar que tanto amó.

La simetría fue uno de los temas fundamentales en su vida. Me parece que él mismo y el legado de su vida dedicada a la ciencia personifican mejor que nadie la simetría, el balance y la armonía a que todos aspiramos.

Marcos Moshinsky sigue y seguirá siendo una inspiración para las nuevas generaciones de científicos en nuestro país.”

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