Siempre se ha conocido de aquellas personas que tienen muchos amigos pero que al final del día se sienten solas. Podríamos extender ese adagio al pueblo judío de después del 7/10. Teníamos muchos amigos antes, algunos siguieron siendo, unos no tanto, otros desaparecieron en la bruma.  

MARCOS PECKEL*

La masacre, palabra que se queda corta para describir lo ocurrido en el sur de Israel ese fatídico sábado de “Shmini Atzeret”-octavo día de Sukot-, nos cambió para siempre. Acciones con esos niveles de salvajismo y  sevicia no habían ocurrido en el planeta en décadas. Hombres, mujeres ancianos, niños, niñas, jóvenes, adolescentes, fueron vejados de manera tal que su humanidad fue destruida, incluso cuando ya estaban  muertos.

Fueron dos, quizás tres días de horror, días en que recibimos muestras de simpatía y solidaridad de  muchos, pero que pronto todo se olvidaría, a pesar de que unos 240 seres humanos fueron llevados a los  túneles de Gaza a ser negociados posteriormente como mercancía, bebes como Kfir Bibas de solo 8 meses entonces, hoy de 11. 

De las violaciones a mujeres y niñas, asesinatos masivos, degollación de bebés, matazón de jóvenes, terrorismo puro y duro, pasó el mundo rápidamente a otros términos que desde entonces no nos han  abandonado y retumban como verdades reveladas en los pasillos del poder, academia, calles, altares:  genocidio, crímenes de guerra, miles, niños, destrucción, hospitales, escuelas, mezquitas, del rio al mar, apartheid, Jesús palestino, Palestina.  

Nuestra tragedia desapareció, algunos la olvidaron, otros la borraron, otros la tergiversaron, para muchos ya  no existe, si acaso se menciona. Para nosotros siempre estará, como la salida de Egipto, como Kishinev, como el Farhud, como el Holocausto. El secretario general de la ONU, que ha trastabillado desde 7/10, finalmente  condenó los hechos, tardía y oportunistamente; algunos no lo han hecho, otros a medias.

Solo nuestros verdaderos amigos no titubearon. Varios gobiernos, entre ellos los de Estados Unidos, Alemania, Reino  Unido, han ostentado claridad moral de entender lo ocurrido y apoyar a Israel en esta lucha contra la  barbarie, la oscuridad, el radicalismo, el terrorismo. Para el Consejo de Seguridad, la Asamblea General de la  ONU y otros organismos asociados la sangre judía no vale.  

Habíamos estudiado los capítulos nefastos de nuestra historia, los habíamos aprendido en los libros y  películas. Este lo vivimos en carne propia, cada judío donde quiera que esté es protagonista de esta historia  en desarrollo, una de mucho dolor con los que fallecieron en la masacre, los soldados del FDI que a diario entregan sus vidas por nosotros y claro, los palestinos civiles usados infamemente como escudos por los  terroristas de Hamás, para quienes la vida humana, judía o palestina, no vale nada, los muertos son sus trofeos de guerra, entre más, mejor, judíos o palestinos.  

No estamos en los años 30 del siglo anterior, tenemos nuestro Estado, tenemos las lecciones aprendidas del  pasado, tenemos poder blando que usamos contra aquellos antisemitas que fungen de políticamente  correctos a costa nuestra, tenemos Estados que nos apoyan, tenemos personas y grupos que nos apoyan. La humanidad no es la misma que hace 100 años.  

Sin embargo, a pesar de los amigos, nos sentimos solos o incomprendidos o ambos.  

¿Por qué no tiene Israel el derecho a la legítima defensa?  

¿Por qué no se entiende que Israel libra un guerra por su supervivencia?, 

¿Por qué no se entiende que Israel es el único país del mundo constantemente amenazado de ser destruido por otro –Irán– y por sus proxies?  

¿Por qué no se entiende que Israel no busca exterminar al pueblo palestino?  

¿Por qué no se entiende el drama que viven los secuestrados en Gaza

¿Por qué no se entiende que estamos enfrentando a una pandilla de asesinos radicales que solo buscan nuestra muerte? 

¿Por qué no se entiende que todo lo que Israel siempre ha deseado es vivir en paz con sus vecinos como cualquier pueblo del mundo?  

¿Por qué no se entiende que anti-sionsimo es negarle al pueblo judío un derecho que tienen todos los  pueblos del mundo de autodeterminación y libertad?  

Nos acusan de genocidas, de la misma manera que por dos milenios nos acusaron de deicidas o de usureros, todos los judíos somos genocidas, asesinos de niños y mujeres.  

Lo que no han logrado es doblegarnos. Nunca en décadas habíamos estado más unidos los judíos del mundo, los de Israel, los de la diáspora, Israel y la diáspora, religiosos y laicos, viejos y jóvenes, izquierdistas y  derechistas, hombres y mujeres. Ya llegará el momento para sacar las conclusiones, aprendizajes, lecciones y  consecuencias de lo ocurrido en 7/10.

Entre tanto, la infinita, espontanea, incondicional solidaridad  movilizada desde el mundo judío todo hacia el Estado de Israel, que no debe sorprender a nadie pues así  ha sido siempre en situaciones similares, nos conmueve hasta lo más profundo.  

El antisemitismo disparado en el mundo, especialmente en occidente, el odio que se destila contra nosotros en las supuestas manifestaciones pro-palestinas, en las redes, en medios, en declaraciones de políticos, por  parte de los que salieron del closet con su judeofobia desbocada, nos hacen más fuertes, nos une más, nos  mantiene enfocados.  

En medio de una tragedia cuyo fin aún no se vislumbra, caminamos por calles y plazas en ciudades y países,  orgullosos de nuestra identidad, de nuestras comunidades, de nuestro Estado, de nuestra unidad, de nuestra  fuerza emanada de milenarias tradiciones, historia y religión, de nuestra pertenencia a un Pueblo único que ha legado desproporcionadamente a la humanidad entera a pesar de haber sufrido su ira en muchos,  demasiados episodios . 

Am Israel Jai. 

 

*El autor es Director Ejecutivo de la Confederación de Comunidades Judías de Colombia y Comisionado de antisemitismo del Congreso Judío Latinoamericano.


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