Estados Unidos está en vías de proponer una hoja de ruta para la creación de un Estado palestino, asumiendo que esa es la solución a todos los problemas en la zona. Y entonces uno sólo puede reírse de Joe Biden y decir “pero que necio es ese viejo”.

Silvio Rodríguez, el cantautor cubano que le ha dedicado toda su vida a promover un modelo político y económico fracasado, tiene una simpática canción que se llama “El Necio”. Ahí, entre muchas otras cosas más o menos ingeniosas, hay un momento en el que dice “será que la necedad parió conmigo, la necedad de lo que hoy resulta necio”. Y su estribillo canta “yo no sé lo que es el destino, caminando fui lo que fui; allá D-os, que será divino, yo me muero como viví”.

Joe Biden nos vuelve a dar cátedra de lo que es nacer para ser necio, de no saber ni entender ni imaginar lo que viene por delante, y de morirse cometiendo los mismos errores que cometió en vida.

O, en otras palabras, volver a la insistencia de que la solución a todo es la creación de un estado palestino.

Silvio Rodríguez es probablemente el mejor ejemplo de esa vieja regla comunista que dice que si quieres obtener resultados diferentes, repitas la misma tontería una y otra vez. Y Biden ahora se dirige hacia allá. Incapaz de entender la problemática del Medio Oriente, pero aderezado con la soberbia de no querer hacerlo, pone sobre la mesa un plan de paz que no es muy diferente a todos los planes de paz que se han propuesto desde el Plan de Partición de la ONU en 1947. Es decir, pone sobre la mesa de debate exactamente la misma fórmula a la que los palestinos han dicho “no” una y otra vez, hasta el hartazgo.

¿Cuánto éxito puede tener? Ya de entrada, el panorama es oscuro. Si a eso agregamos que vuelve a ser otro de tantos planes que, realmente, no toma en cuenta la situación de Israel, la propuesta de los Estados Unidos prácticamente nace para morir en el mismo instante.

La propuesta estadounidense comienza por decir que hay que fundar un estado palestino desmilitarizado. Suena bien, pero es obvio que eso no va a ser aceptado por Hamas, cuya lucha en este momento es por lograr un alto al fuego en los mismos términos que todos los anteriores. Es decir, uno en el que Gaza vuelva a quedar bajo su control, y ellos puedan dedicarse a rearmarse para volver a intentar destruir a Israel cuando se sientan listos para ello.

¿Quién está más desconectado de la realidad? ¿Biden o Hamas? Es difícil saberlo. Estos, por su ideología medieval; aquel, acaso por su senilidad, acaso porque los demócratas de hoy andan con la brújula totalmente perdida.

Hamas parece no haber asimilado que, después del salvaje atentado de octubre pasado, Israel simplemente decidió no volver a darle una oportunidad. Tampoco parece estar enterado que toda su estrategia diseñada para hacer de Gaza y sus túneles una trampa mortal para el ejército israelí, no funcionó. Al contrario: se volvió una trampa mortal para ellos mismos.

Biden, por su parte, parece no tener la capacidad intelectual para digerir que mientras exista Hamas no importa qué propuesta se ponga sobre la mesa. Los palestinos dirán, inequívocamente, que no.

Ahí está la profunda contradicción de la postura estadounidense. Por un lado, la presión contra Israel —porque en estos casos nunca hay que presionar a Hamas, sino a Israel— para que detenga la guerra lo antes posible (aunque eso implique perdonarle la cabeza a Hamas); y por el otro, la propuesta de un estado palestino pacífico para que todos sean felices y contentos (cosa que Hamas no va a aceptar; menos aún, si le perdonan la cabeza).

Lo primero que la administración Biden debería entender es que cualquier propuesta de paz pasa, obligadamente, por la destrucción total de los grupos terroristas palestinos. Tendría algo de lógica hacer propuestas como la que se viene, si al mismo tiempo existiese la determinación de dejar que Israel complete su misión en Gaza.

Pero no. Como ya señalé, en la lógica norteamericana —tan progresista en el sentido más peyorativo posible— la presión siempre tiene que ir contra Israel.

Así es como Biden sigue cavando su propia tumba política. Irán y sus aliados amenazando y atacando a Israel, y el gobierno demócrata de los Estados Unidos creyendo que la solución es pedirle a Israel que se contenga al tiempo que se premia a los palestinos con un estado.

Sonará odioso, pero si el problema son las agresiones de Irán y sus aliados —entre ellos, Hamas—, entonces la solución es inutilizar a Irán y a sus aliados.

Eso, lo más obvio, es curiosamente lo que la comunidad internacional nunca ha intentado. Han jugado con el síndrome de Chamberlain: dale Austria a Hitler para que ya se calme. ¿No se calmó? Rayos, dale también los sudetes checoslovacos. ¿Sigue sin calmarse? Déjenlo invadir Polonia. ¿Qué? ¿Cómo que perdimos las elecciones? ¿Qué le pasa a la gente? ¿Es que acaso no quiere la paz? ¿Por qué votan por un beligerante como Winston Churchill?

Hay gente nacida para ser necia. Cerebros de mosca que van a seguir chocando contra el cristal de la ventana porque no lo ven, y creen que es la ruta para salir del atolladero en el que se encuentran.


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