A veces hay películas o géneros que logran capturar el imaginario de una generación entera, Harry Potter es por ejemplo una de las mejores muestras de esto; ese libro cautivo por completo el imaginario de quienes crecimos en los 90. Así mismo, hay otras obras que prevalecen en el tiempo porque siguen impactando nuestra sensibilidad a lo largo de las generaciones, los Beatles son un buen ejemplo. Y obras que se encuentran entre ambas, a veces porque su mensaje toca elementos suficientemente profundos para persistir pero su forma es tan de su época que muere en ella o precisamente sobreviven porque se vuelven icónicas. Crossing Delancey de Susan Sandler y Joan Micklin podría encontrarse en esta última categoría. Hasta la fecha, es el romcom estadounidense con temática judía más conocido y fue un ícono de los 80.

Cuenta la historia de Isabella Grossman, interpretada por Amy Irving, en su encuentro con distintos hombres y los aprendizajes que obtiene de ello. Retrata de una forma muy bella el barrio judío de Nueva York y los conflictos sociales que la gente de ese momento enfrentaba. El mayor logro de la película se puede ver en su vanguardia, pues toca temas modernos para el momento. Habla del divorcio, de madres solteras, de la inclusión social de distintos grupos y de una mujer que busca el éxito laboral y decide darle más peso a su carrera que a una pareja amorosa. Tiene una visión muy bella hacia lo que representa la familia, el amor, la independencia, y una mirada muy bella a la comunidad judía del momento. Es muy probable que por estos motivos se haya convertido en el ícono que fue, y en algunos lugares sigue siendo.

Cabe agregar que si bien es lenta para los estándares actuales y los personajes parecen un poco fríos o acartonados, en realidad responde a la estética que se manejaba en ese momento y un tanto a los cánones que se buscaba en esa década. Dentro de ello, la fotografía sigue siendo sumamente bella. En cuanto a lo que resta, tres elementos que son importantes rescatar de la película son cómo maneja la independencia del personaje principal, la relación con su abuela y el contexto social que retrata.

La abuela

Los dos personajes que se roban la película son la abuela de Isabella y su amiga casamentera que se obstinan en buscarle pareja a la protagonista. Son alegres, divertidas y cariñosas, pero el valor máximo que tienen es la belleza de carácter que manifiestan y el cariño tan grande que tienen a la nieta. Gran parte de la belleza de esta película se encuentra en la relación que Isabella establece con su abuela. Se escuchan, se respetan y se cuidan la una a la otra. Es hermoso que lo judío sea representado a través de esa estructura, porque en la película misma la abuela sigue teniendo todos lo estereotipos que conforman a la típica bobe, pero se hace desde un lugar de muchísimo amor y cariño.

Isabella

Quizás el mensaje principal se encuentra en la historia de la protagonista. Pese a las presiones de su abuela, ella realmente no siente la necesidad de estar con un hombre. Es exitosa en su carrera, le gusta su independencia y los distintos mundos que la misma le ofrece. El aprendizaje en este sentido gira hacia el ver al amor como una posibilidad que no merma su vida y que la puede hacer crecer. Gira en torno al saber que una pareja no tiene porque necesariamente alterar su vida.

La comunidad judía y el contexto social

Uno de los grandes aciertos de esta película se encuentra en lo que no es evidente; en todo el montaje que la rodea y la naturalidad con la que plantea los problemas que trabaja. A través de las imágenes vemos el barro judío de Nueva York, al igual que otros espacios como el barrio chino sin que las identidades sean explícitamente remarcadas como exóticas o nuevas. Simplemente se presentan como todo neoyorquino las vivía en ese entonces. Así mismo en diversas escenas, a través de las amistades de Isabella, vemos como la película vuelve natural temas nuevos del momento y hace una crítica velada a los grupos que rechazan dichos cambios. En ello tiene un muy buen manejo de la comedia.