Más allá de hechos que apenas nuestra estrecha lógica es capaz de entender como el sencillo envío de esta nota de Israel a México en algunos segundos o la inevitable finitud de nuestra humana existencia también el inquieto presente de Israel mi país apenas tolera rápida comprensión.

Un ejemplo es ofrecido en estos días por figuras como Itamar Ben Gvir y Bezalel Smotrich, líderes del teo-nacionalismo en el gobierno de Benjamín Netanyahu.

Aludo a la trágica situación del centenar de secuestrados israelíes, rehenes del Hamás desde el trágico siete de octubre. Conforme a no pocos mandatos religiosos y éticos ambos deberían dirigir y solidarizarse con la amplia multitud que exige conceder prioridad a su liberación y solo después militarmente ajustar o no cuentas con ellos.

Pero esto no ocurre. Al contrario: conquistar Gaza, desmantelar al Hamás y a sus líderes, y judaizar esta región son sus excluyentes aspiraciones. Y para lograrlas otros, rehenes y soldados, pueden y deben morir en esta sagrada misión. Entonces uno y otro serán los líderes de un trozo más de la Prometida Tierra.

Ambos olvidan que salvar la vida de rehenes judíos es un mandato tanto bíblico como humano. Es para otros, no para ellos.

La conveniente alianza con Netanyahu les permite una vacía actitud que en estos días es acompañada por la brutal conducta de las fuerzas policiales que ciegamente obedecen al ministro Ben Gvir.

En paralelo, Bezalel Smotrich amplía y endurece la conquista de Judea y Samaria al tiempo que ejerce tareas ministeriales en economía para las cuales apenas cuenta con indispensable saber.

Ciertamente, el primer ministro Netanyahu no deja atrás esta torcida conducta. En su gobierno ofrece interesado apoyo a ministros que apenas conocen el abc de la democracia. Abrazar y mantenerse en el poder son hoy su imperativo. Aspiración que su hijo Yair bendice y apoya desde lejos al tiempo que no pocos aquí entregan sus vidas.

Oscuros hechos que no solo multiplican los costos de la estabilidad y defensa del país.

Es un oscuro escenario que puede conducir no solo a una crónica inestabilidad institucional y a un permanente escenario bélico.

Si no muda, no pocos calcularán los beneficios y riesgos de la vida diaspórica en un cotejo con la hueca sacralidad que algunos pretenden hoy imponer en lo que aún es nuestro inquieto país.

Acertadas las criticas de Biden a Bibi y su clara preferencia a su probable rival.

Con una lágrima cierro estos apuntes.


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