Por esto voy a Israel. Por un intento desesperado de mantener una ilusión de bondad en el mundo. Por lo mucho que me duele la guerra y lo mucho que me ha dolido siempre. Por lo mucho que me molesta la maldad y por esta impotencia que me genera. Por esta guerra que aflora y opaca el duelo por la pérdida de mi padre, a quien quiero más de lo que pensaba. Por mis hijos y mis nietos a quienes dejo un mundo más feo del que me tocó.

Voy a Israel a tocar con mis manos la tierra y a sentir con mi cuerpo el dolor.

Voy a Israel a recoger limones y cosechar fresas y empaquetarlas para que alguien más las coma.

Voy a cocinar para alimentar.

Voy a cuidar o pensar que cuido.

Voy por la impotencia que siento y quizá también la culpa.

Voy porque me duele infinitamente que alguien piense o diga que soy genocida por ser judía, y precisamente el ser judía me hace ser cuidadora de la vida, de todas las vidas.

Voy a Israel porque rompo en llanto al cantar y bailar en hebreo.

Voy porque no sé si sea cierto o no, pero quiero mantener la ilusión de ese país recóndito y diminuto en el mundo que clama por la paz. Ese país prometido de leche y miel, ese rincón de bondad, Así lo tengo en mi alma y decido no quitármelo del corazón, porque si me lo quito y lo relativizo me quedo con la maldad del mundo.

Este mundo en el que siempre quise ayudar, empatizar, ver por el necesitado y abogar por el diferente.

Este mundo que ahora a mí me ve diferente y que ahora genera sospecha.

¡No, no son diferentes opiniones! No hay entendimiento afuera. No hay ni un mínimo de querer asomarse a saber qué pasa antes de opinar. Solo hay un juicio del que ve una película o un partido de futbol.

¿Un mundo polarizado? ¡Vaya que si lo es!

El problema no son los judíos y los árabes, mi problema definitivamente no son los palestinos. Mi problema son todo un mundo que enarbola una bandera que ni conoce ni tiene idea de qué es, dónde está o porqué lo hace.

De repente una ola de antisemitismo rampante se vuelca en diferentes puntos del planeta y rompe y quema y destruye con una supuesta verdad, que piensan les da derecho a odiar.

Es un odio viejo que solo nosotros conocemos. Un odio sin sentido, un odio absoluto y se enmascara de justicia.

¿Por qué esto no sucede con otros? ¿Por qué no se detienen a pensar?

Y además y lo que más duele, es que dicen que estamos en el otro extremo y que es lo mismo.

¡No, no es lo mismo! Yo no mato, yo no destruyo, yo no odio.

Yo intento enterarme, yo intento ayudar.

Por favor, toda esta gente inteligente, pensante, buscadora de verdades y justicia, de humanidad. Busca, busca, busca…. Asegúrate de que lo que dices y difundes es cierto, y no es solo una repetición perversa de un discurso de odio que lastima, aniquila y justifica cualquier atrocidad.

No es la primera vez que sucede. No es la primera vez que el ser humano inconsciente arrasa con cualquier vestigio de amor y bondad que pudiera existir.

Repetir sin saber es muy peligroso, repetir sin pensar puede llevar a los horrores más infames.

No repitas sin pensar, y si vas a pensar hazlo antes de que sea demasiado tarde. Ojalá la humanidad no tenga que arrepentirse de lo que está haciendo.

Ojalá les podamos, todos, dejar a nuestros hijos un mejor lugar para vivir, y una ilusión de bondad en el mundo.

Ojalá no estemos desencadenando, lo que en un futuro podrá ser nuevamente, de los peores capítulos de la historia.

Nos toca cuidar para no repetir.

¡Claro! Me mueve el miedo, el horror, la ilusión, la fe, el amor, la responsabilidad y sobre todo, estas ganas de poner mis manos, mi cuerpo y mi alma para que se cansen haciendo, y así poder decir lo que no puedo.


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