El premio Nobel de Química israelí Aaron Ciechanover ofreció una conferencia para personal médico del Centro Médico ABC, donde habló de su historia personal, de sus descubrimientos y del futuro de la medicina.

 

En la época en la que el Rambam ejercía la medicina la gente vivía menos de 50 años. Ahora, la esperanza de vida en los países desarrollados ronda los 85. Uno de los investigadores más prestigiados del hospital israelí que lleva el nombre de aquel sabio judío, el doctor Aaron Ciechanover, ofreció una conferencia a otros médicos, los del Centro Médico ABC de la Ciudad de México, para explicar cómo la humanidad alcanzó esa extensión de varias décadas y cómo los científicos allanan el camino para que las próximas generaciones vivan hasta los 110.

Ciechanover visitó México la semana pasada por invitación del ABC y de la Asociación de Amigos del Rambam en México. Ambos centros hospitalarios firmaron este martes un acuerdo de cooperación e intercambio académico y, para celebrarlo, el Rambam envió a uno de sus premios Nobel más prestigiosos, quien junto con Avram Hershko y a Irwin Rose ganó el Premio Nobel de Química 2004 por el descubrimiento de la degradación proteica mediada por la ubiquitina.

“De alguna manera ingenua quería entender por qué las personas se enfermaban desde el principio. Cuál es la raíz de la enfermedad”, expuso Ciechanover después de narrar cómo pasó de ser un apreciado cirujano a convertirse en investigador de tiempo completo. Esa inquietud, la de encontrar la raíz de los males, lo llevó a indagar en las dinámicas que hacen que las proteínas dejen de regenerarse con éxito, produciendo enfermedades diversas como el cáncer o el Parkinson.

“Lo que descubrimos es un sistema de control de calidad de las proteínas en el cuerpo”, explica someramente para señalar el momento en que su carrera comenzó a despegar, ya desde sus años de posgrado en el Technion, y antes de MIT.

Lo que Ciechanover descubrió fue que las 25 mil proteínas que constituyen nuestro organismo son susceptibles a sufrir daños. Dentro de nuestro cuerpo “estamos viviendo a 37 grados. Así que las proteínas se dañan”. Pasa como con la carne que dejamos fuera del refrigerador, dijo el médico.

“Y ¿cómo es que a 37 grados, nuestra carne puede existir y no por un día y no por un mes y no por un año y no por décadas, sino por varias décadas: siete, ocho, nueve, diez décadas? ¿Por qué? Nuestra carne también se daña, y no hay excepción en las reglas de la naturaleza. Pero tenemos un sistema que reemplaza las proteínas dañadas todo el tiempo”.

El problema es que, como descubrieron Ciechanover y sus colegas, ese sistema que permite reemplazar las proteínas dañadas todo el tiempo también se puede dañar. Mutaciones genéticas originales o producidas por influencia del ambiente, por la contaminación o por el tabaco o por cualquier otra razón pueden hacer que ese sistema de “control de calidad” deje de funcionar. La consecuencia son enfermedades degenerativas que terminan por matarnos.

“Y como resultado de este descubrimiento de que todas estas proteínas son blanco del sistema que descubrimos, se desarrollaron medicamentos, medicamentos muy eficientes”, presumió Ciechanover para una audiencia cautiva que lo escuchó con atención por más de 40 minutos.

“No conozco ninguna empresa farmacéutica importante que no esté ocupada con nuestros sistemas”, dijo más tarde el investigador. “Y tuve la suerte de materializar de alguna manera mi antiguo sueño de entender los mecanismos de las enfermedades y poder desarrollar medicamentos para las enfermedades”, agregó.

Los descubrimientos de Ciechanover permitieron entender mejor cómo se producen enfermedades neurodegenerativas como la esclerosis lateral amiotrófica, el mal de Parkinson o el Alzheimer, además de diversos tipos de cáncer, y hoy en día se trabaja en el desarrollo de medicamentos promisorios para tratar todas estas enfermedades.

No estamos listos para el futuro de la medicina

Pero el futuro, dijo Ciechanover, está en la prevención, en comprender los mecanismos genéticos que desatan los males y en evitar que se produzcan, practicando la edición genética. Sin embargo, este nuevo conocimiento, advirtió, traerá consigo nuevos desafíos.

“Creo que el poder de la medicina hoy en día, si realmente queremos reducirlo, es la profecía que estamos desarrollando herramientas que son predictivas para el futuro, y muy pocos de nosotros estamos listos psicológicamente, emocionalmente, históricamente, religiosamente, tradicionalmente, sin importar cómo lo mires, no estamos listos para ello”.

Las implicaciones de ser capaces de predecir las enfermedades abarcan lo ético, lo legal, lo psicológico y lo emocional… “No saber el futuro es una de nuestras paredes protectoras más fuertes, y la medicina va a tener la capacidad de romperla“, advirtió el Nobel israelí, cuya conferencia pareció dirigirse hacia el territorio de la ciencia ficción al estilo Black Mirror.

“La accesibilidad y el precio (de los tratamientos genéticos que estarán disponibles en el futuro) son otros problemas éticos en los que no quiero entrar. Y creo que hay un problema de privacidad genética, porque si mi ADN va a ser secuenciado, será pirateado. No hay duda de que será secuestrado por criminales“, se pedirá un rescate, y ese escenario hará de la ciberseguridad un área todavía más estratégica para más gente en el mundo.

Las nuevas tecnologías, predijo Ciechanover para despedirse, crearán tensiones renovadas entre algunas poblaciones y sus gobiernos. Ofreció como ejemplo la negativa de algunos grupos sociales a vacunarse contra el covid en Estados Unidos. “Cuando hablamos de salud pública, básicamente estamos hablando de un contrato entre el gobierno y la población. Lo mismo es cierto para la vacunación y para la prevención, para el cribado, para la medicina moderna”, finalizó.

 

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