“Tras el silencio aquello que se acerca más a expresar lo inexpresable es la música” (“Lo demás es silencio”, Aldous Huxley).

Muchos escritores han hablado del poder que tiene la música para expresar las emociones humanas, de lo mucho que influye en la cultura y de la fuerza que tiene incluso sobre criaturas no humanas. Hay algo tan profundo en lo que decimos sin palabras que perdura en el tiempo a través de épocas y generaciones. La música sin duda es uno de las herramientas más grandes que tenemos para conectarnos como humanos a través del tiempo y la geografía. Por lo mismo, una de las mejores formas de conocer a una cultura o a un país es a través de la música que produce, ya sea en sus expresiones populares o en sus piezas más cultas. A través de sus ritmos y sus letras se puede aprender mucho de las influencias que ese país tiene, los sueños, los anhelos, su lenguaje y su historia. Los siguientes artistas son una pequeña muestra representativa de lo que este país ha ofrecido al mundo.

Naomi Shemer

Naomi Shemer fue una de las cantantes más conocidas de Israel, representa un ícono de la identidad nacional de este país. Se hizo famosa primordialmente en 1967 tras la Guerra de los Seis Días, pues su canción “Jerusalén de Oro” se convirtió casi en un himno para los israelíes que buscaban recuperar la ciudad, pues capta con suma belleza los múltiples significados que esa ciudad tiene para la cultura judía y el sueño que ha representado a lo largo de los siglos. Tras la guerra, la artista agregó versos en los que hablaba del momento en que la misma fue recuperada nuevamente. Hasta la fecha se toca en la radio, en ceremonias y es un símbolo importante de la identidad israelí.

Parte de la belleza en las canciones de Shemer es el carácter poético del cual las dota. Para escribirlas aparte de su propia poesía también usaba imágenes bíblicas y tradicionales, o fragmentos de poetas modernos y extranjeros. Creció en el kibutz Kinneret (sus padres ayudaron a fundar), estudió en la academia Rubin de Música en Jerusalén, hizo su servicio militar en la unidad de entretenimiento del ejército (la cual dirigiría más adelante) y fue miembro de la Academia Hebrea de Lenguas. En sus años jóvenes se dedicó a enseñar música y cuidar niños, por lo cual también escribió varias canciones infantiles.

Kaveret

Kaveret o “Los siete magníficos” como llegaron a ser llamados marcaron significativamente la música israelí de su época. Aunque sólo tocaron tres años juntos (1973 – 1976) fueron de los primeros en traer guitarras eléctricas al rock israelí, en hacer conciertos que rebasaban el medio millón de asistentes y en escribir canciones de decepción y protesta. Sus letras se caracterizan primordialmente por su ironía y una forma muy nueva en de incluir la decepción y el dolor desde ritmos que no dejan de ser extrañamente nuevos y alegres; son una oda al cinismo. Aparte se caracterizan por incluir al rock formas musicales nuevas o experimentales que tomaban los ritmos de distintas culturas como la árabe. Su música se identifica como característicamente israelí. Han sido descritos como un grupo que captó tanto el sentir de su generación, como su identidad y logro ponerlo en música.

Infected Mushroom

Infected Mushroom (hongo infectado) nació en Haifa en 1996 como el juego de dos amigos que querían formar una banda. Se convirtieron en uno de los primeros grupos en experimentar con sonidos sintéticos y crear lo que hoy se conoce como “música psicodélica trance” o “psytrance”. Son un ícono de este género y han dado conciertos en varios países del mundo.

Victoria Hanna

Victoria Hanna presentó su primer solo en el 2015 y tuvo millones de vistas en You Tube. Desde entonces ha viajado a varios países a presentar su música. Se concibe a si misma más como una pintora de palabras y sonidos que una cantante como tal. Su música es de las más innovadoras en Medio Oriente pues basa en un sin fin de tradiciones y ritmos, primordialmente explora la fuerza de las palabras y los sonidos a través de sus vocales. Hace numerosas referencias a su pasado religioso y a la tradición judía. Sus ritmos son fuertes y producen una especie de encanto a quien lo escucha.