La violencia sexual sufrida por jóvenes mujeres judías mexicanas en un kibutz, en el marco de una Ajshará, hizo que Sofía Dabbah y Mariel Backal volvieran de aquel país decididas a crear una revolución para las chicas de la comunidad. Así nació Maapejá. 

 

Sofía Dabbah era apenas una madrijá, una instructora de tnuá,  cuando una niña pequeña se le acercó para contarle que, dos años antes (al momento de la confesión no pasaba de ocho años), había sufrido algún tipo de violencia sexual. “Y me quedé fría. No tenía ni la menor idea de cómo responderle, de cómo ayudarla, porque a mí nadie me había enseñado ni cómo responder, ni qué es cada cosa, ni cómo cuidarme”.

Le habían enseñado, sí, qué son las trompas de Falopio, ironiza, pero ni una palabra sobre el consentimiento. Sofía Dabbah creció en el corazón de una comunidad judía, la mexicana, que se ha caracterizado, entre muchas otras cosas —buenas y malas— por conservar una actitud machista, en la que los casos de abuso y violencia sexual y de género no son excepcionales.

Para Dabbah, quien a sus 22 años es ya una prominente activista, y que acaba de fundar junto con su mejor amiga la organización Maapejá, el despertar sobre la situación que viven muchas mujeres en la comunidad ocurrió cuando ella y doscientas jóvenes más se encontraban en un kibutz de Israel, en su viaje de ajshará.

“Lo que nos dimos cuenta (…) era que nadie nos había enseñado y no habíamos recibido suficiente educación en temas de violencia de género y violencia sexual. Es decir, empezaron a pasar situaciones en la ajshará, de violencia (…) con amigas y con gente que queremos mucho y dijimos ‘no tenemos las palabras para describir estas cosas que están pasando, no sabemos ni siquiera cómo acercarnos y no tenemos las herramientas tampoco para afrontarlo’.

“Amigos de toda la vida” que resultaban violentadores sexuales; autoridades omisas; mujeres jóvenes que, lejos de casa, debieron enfrentar el terror de verse acorraladas… Lo que Sofía y su cofundadora, Mariel Backal descubrieron en ese viaje de iniciación marcaría su futuro inmediato: asumirían la misión de luchar por la educación sobre violencia sexual y de género en una comunidad muy conservadora.

El reto es mayúsculo: ningún grupo quiere ser expuesto, muchas mujeres ni siquiera entienden lo que les ocurre y muchos hombres se solapan unos a otros en un claro ejemplo de lo que las feministas han denominado el pacto patriarcal. Pero para Dabbah y Backal, apenas de 22 años y aún estudiantes, se trata de una guerra que vale la pena pelear.

Una cadena de machismo y abusos

A los 15 años, Dabbah sufrió su primer caso de hostigamiento sexual. Pero no fue sino hasta que volvió de la ajshará que lo entendió. Era voluntaria en una organización comunitaria y su jefe le hizo proposiciones que ella no se tomó a mal. “En su momento, lo que yo dije es como ‘ay, qué tierno, quiere conmigo, no pasa nada’, ya hasta me sentí mal de rechazarlo”.

Ni siquiera se dio cuenta de la aberración: el hombre, al verse rechazado, la amenazó con frustrar su futuro en la organización. “No me di cuenta ni siquiera de que fui víctima” de lo que después entendería como “hostigamiento sexual”, una conducta tipificada como delito y extendida ampliamente en un país machista y conservador.

Dabbah, que ahora mismo cursa el Lauder Fellowship del World Jewish Congress, ha comenzado a adquirir las bases conceptuales y metodológicas para entender el fenómeno de la violencia sexual y de género y para educar al respecto. A través de Maapejá, ella, su mejor amiga y un grupo de otras colaboradoras trabajan para inocular conceptos básicos en las escuelas judías de México, en las tnuot y en las instituciones comunitarias.

Dentro y no fuera, porque dentro es donde ocurren con mayor frecuencia los incidentes. “Lo doloroso es que tú pensarías ‘bueno, la mayoría (de los perpetradores) son desconocidos’, ¿no? Porque siempre nos enseñan… como que nos hablan del violador o nos imaginamos a un violador (como) un señor feo, casi como homeless (que espera) en la esquina y en el callejón”.

Pero en aquel viaje de ajshará, lo que Sofía, Mariel y otras chicas descubrirían sería que no, que los violadores están ahí, entre ellas, que juegan a ser sus amigos y sus parientes, que forman parte de las autoridades que deberían regular la conducta de la colectividad, que tienen rostros conocidos y nombres respetables. “Fue un abrir de ojos. Las violaciones no pasaron por extraños (…), pasaron entre nuestra gente”.

Muchas veces, los casos de violencia sexual son denunciados pero las autoridades comunitarias no reaccionan. Dabbah lo explica en los siguientes términos:

“Desafortunadamente vivimos en una comunidad bastante tradicional en donde quizás estas cosas no se consideraban como problemas por simplemente una cuestión cultural. O sea (…) no es coincidencia que la comunidad judía de México esté sufriendo estas cosas cuando México es uno de los países más violentos hacia las mujeres, con 11 feminicidios al día”.

“La cultura mexicana, claro que importa. Si no me equivoco, no fue hasta 2006  (Dabbah precisa más adelante que fue en el 2005) en donde se reconoció que podía haber violaciones entre parejas. Antes, si un esposo violaba a su esposa, ante la ley no estaba mal porque estaba ejerciendo un derecho; entonces, obviamente estas cosas se nos pegaron también a nosotros como comunidad judía. No somos inmunes a la cultura del país en el que vivimos”.

Quizás lo que falta para revertir las cosas sea educación. “No hay suficiente conciencia colectiva de que esto es un problema”, lamenta Dabbah, quien señala otro, quizás más grave: “solo el 2% de las mujeres (mexicanas) que sufren violencia sexual hablan de sus experiencias o lo denuncian formalmente.

“Entonces, por un lado, las mujeres no hablan, no es un tema que se habla porque es un tema tabú. Por el otro lado, tampoco queremos aceptarlo porque es una realidad horrible y creo que tiene que ser un proceso y tenemos que ir poco a poco aceptando que nosotros también estamos mal, porque creo que eso es lo más difícil”.

 

Algunas puertas comienzan a abrirse

Pero no todo es malo. Las chicas han visto con asombro cómo la suerte, el destino o la buena disposición de algunas personas han permitido que ellas lleven su discurso al interior mismo de las comunidades. Ahora, concentran su lucha en las escuelas, y pretenden colocar en el currículum educativo una educación progresiva y suficiente, desde primaria hasta preparatoria, para que todos entiendan lo que es, cómo evitar y cómo denunciar la violencia de género y sexual.

“Hemos ido a dar pláticas, más que nada, al colegio que siempre vamos, que creo que fue el primer colegio que creyó en nosotras, es el Colegio Hebreo Tarbut; hemos ido creo que tres o cuatro años ya, consecutivos, cada 8 de marzo y también vamos en otras ocasiones. Damos pláticas también en Tnuot, mucho.

“Al tener este programa educativo ellos mismos tienen las clases que dan y pues se las dan a sus niños, los mismos, madrijim se los dan a sus janijim y también les hemos dado pláticas a los madrijim (…) Además, el año pasado tuvimos la increíble oportunidad de estar en las mesas de Honor y Justicia de la Kehilá (Ashkenazi) y de Maguén David, también dando capacitaciones de prevención”.

El primer paso para resolver un problema es reconocerlo, asegura Dabbah. “Yo admiro muchísimo a todas las comunidades,  a todas las escuelas que lo han hecho, que saben hacerlo con nosotros o con cualquier otro grupo o que nada más tengan la iniciativa de empezar a abrir los ojos ante este problema. Creo que es muy valioso”.

El domingo 14 de abril, Maapejá auspiciará su primer gran evento. Se trata de “Aleinu: mujeres judías y su impacto”, en que se conmemorarán los hechos del 7 de octubre, habrá una exhibición de arte y se ofrecerán talleres. El plato fuerte será, sin embargo, una conferencia dictada por Adela Cojab Moadeb, la activista judeomexicana que llevó a la Corte a la NYU (Universidad de Nueva York) y auspició la orden ejecutiva del presidente estadounidense Donald Trump, que reconocía a los estudiantes judíos como un grupo protegido bajo el Título VI de la Ley de Derechos Civiles.

La cita es en las instalaciones del Colegio Hebreo Tarbut, a las 12:00 del día, y la entrada es libre previo registro en https://forms.gle/9283mLMdcHUR6L779

 

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