No me pidas ser realista si a mí pueblo lo parió el mar abriendo sus aguas.

No me pidas ser realista si 40 años en el desierto fuimos alimentados por las nubes y las rocas sacearon nuestra sed.

No me pidas ser realista cuando el odio de turno nos asesinó una y otra vez y otra y otra, hasta nuestros días.

No me pidas ser realista cuando mi pueblo resuscitó de la ceniza y las cámaras de gaz, caminó descalzo por los desierto de Etiopía y Sudán hasta llegar volando en alfombras mágicas a Jerusalén y desde los reinados y republiquetas árabe. Desnudos los lanzaron a los caminos perdidos y llegan a ese Israel naciente, tan débil y fuerte, con tanto brillo que le arrancamos la oscuridad.

No me pidas ser realista si tenemos que enfrentarnos al mundo que, otra vez, de víctima nos convierten en victimarios.

Entonces no me critiques si lloro, si odio, si levanto mi derecho a la venganza y vuelvo a luchar en defensa de mis semillas, que solo quieren un pedazo de tierra libre donde florecer.

No me critiques ese odio prestado, aprendido de mis enemigos. Me durará poco, solo el tiempo que tarde para destruirlos de una vez para siempre .

Para que dejen de temer a nuestro Dios y comiencen a temernos a nosotros, los que creemos en la paz.

Ese odio aprendido es el justo y necesario; no será usado un minuto más ni un segundo menos.

Te lo juro por mis asesinados, secuestrados y desaparecidos.


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