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sábado 08 de febrero de 2025
La encrucijada del judío: ser esclavos en un mundo “libre”

La encrucijada judía: ser esclavos en un mundo “libre”

Este momento, la decisión del gobierno de derecha, apoyada por la izquierda de Gantz y el nuevo líder de la oposición, el centrista Yair Lapid, de acceder a un acuerdo con Hamás en que se liberan 33 de los casi 100 rehenes, a cambio de la liberación de más de mil palestinos presos, muchos de ellos asesinos anti-judíos, consumados terroristas…

…es la misma encrucijada histórica que ha vivido siempre el alma judía.

Ayer fui a dos manifestaciones callejeras en Tel Aviv donde la gente, con lagrimas en los ojos, pide el fin de la guerra, y recibir a los 33 secuestrados.

Frente al Museo de Tel Aviv, de nuevo, está puesta la mesa para que los secuestrados vuelvan a casa, con sus platos y sus copas. Como el hijo que vuelve al Shabat con su familia. Otros, en Jerusalén, protestan por las visibles dramáticas consecuencias del acuerdo. De hecho, todos están de acuerdo en que el precio es altísimo.

Mientras tanto, el mundo árabe anti-israelí empieza a celebrar en las calles. Descabezada Siria y Hezbolá, con las muy débiles Irán y Yemen, celebran que no ganaron, pero humillaron a Israel. Es lógico que eso sea todo el centro de sus alegrías. Ellos no son esclavos, son más libres que cualquier judío.

Nosotros no somos libres. Cada judío duele porque cada judío es un milagro.

No debiésemos estar aquí, y los enemigos lo saben. No por nada, en el siglo XVIII, un símbolo judío fue el Ave Fénix, que renace infinito de sus cenizas. Por eso, el deseo de derrotar al enemigo no pudo más que los últimos 5 soldados asesinados por Hamas. Porque no somos libres.

Cada rostro tiene cada el ADN de Itzhak, Yaakov, Iosef, Moshé, Aaron, David o, bien, Marie Curie, Benacerraf y Bernstein. Y también tiene la entereza de todo soplo de la humanidad sobreviviendo a la maldición.

Del otro lado pulula el odio fangoso, creyendo que es un manantial.

El que mata y viola a inocentes civiles, pero busca cínicamente justificar su instinto animal con palabras de un D’s que hace tiempo les dio la espalda.

La de ellos, es la victoria del que tiene la libertad de no cuidar a los suyos, el que sacrifica la carne humana, porque nada de lo creado es bendito, o todos son medios para sus ruines fines de odio y destrucción. Los islamistas de hoy son los pueblos idólatras de ayer. Ávidos de materia y soberbia, no dan cuentas a nada más arriba.

Porque ni siquiera hay una oferta utópica al final del túnel islamista.

No hay más educación, ni más tierras, ni más cultura o más progreso económico. No hay más vida. Cierta izquierda europea se imagina al palestino de Hamas como un Vietcong, o como el Che. Pero no hay eso. Después de ellos solo hay más islamismo fundamentalista oscuro y violento.

Por eso, aquel 7 de octubre solo hubo atrocidades anti-judías, no hubo recuperación de tierras, o liberación de territorios. Solo hubo muertes palestinas, muertes judías y túneles para seguir masacrando.

La nuestra es una servidumbre. Nos debemos profundamente a cada pedacito del milagro judío en nuestros hijos secuestrados. Verlos regresar es nuestra victoria, una victoria que los enemigos no saben entender.

Y son solo 33 los que vienen.

Los judíos no somos libres. Tenemos la única Democracia del Medio Oriente, que además es próspera, pero estamos lejos de ser libres.

Somos siervos del hijo de Adam y del sentido luminoso de las cosas, fuente de todo lo creado.


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