En un rincón íntimo de Monterrey, “Casa Musa”, propiedad del dramaturgo Hernán Galindo, conocido por la calidad excepcional de sus presentaciones y su compromiso con los valores humanos, abre sus puertas para dar vida a una de las historias más significativas de la humanidad: El Diario de Ana Frank.
En un tiempo donde el antisemitismo renace con una fuerza alarmante y la memoria del pueblo judío vuelve a resonar con urgencia en los titulares del mundo, surge un acto de resistencia cultural y reflexión.
Luis Guerrero, un joven director con una profunda sensibilidad artística, toma la decisión de llevar al escenario esta obra, recordándonos que la historia no debe olvidarse y que la esperanza puede florecer incluso en los momentos más oscuros.
La producción reúne a un elenco excepcionalmente preparado, comprometido con transmitir la verdad y la humanidad de Ana Frank y los habitantes del famoso cuarto de atrás. Cada actor, con una entrega absoluta, da vida a personajes cuyas voces nos instan a reflexionar sobre el valor de la empatía, la fortaleza del espíritu humano y el poder de resistir con dignidad frente a la adversidad.
En este espacio íntimo, donde la cercanía con el público intensifica cada emoción, la obra se convierte en un puente entre el pasado y el presente.
A través de cada diálogo y cada silencio, El Diario de Ana Frank nos invita a mirar más allá de las diferencias, a celebrar la bondad inherente al ser humano y a comprometernos con un futuro donde la tolerancia y el respeto sean el camino.
Una obra imprescindible, que, más que una representación teatral, es un llamado a recordar, a aprender y a nunca perder la fe en la humanidad.
Luis Guerrero es dramaturgo, actor y director escénico.
Luis,¿por qué elegiste montar esta obra?
Creo que hay dos razones principales. La primera es que este año se cumple el 20 aniversario de cuando la montamos por primera vez. Es una obra que quedó marcada en mi vida y en la de quienes participaron en aquel entonces. La otra razón es que este texto sigue siendo relevante, sigue resonando, no pasa de moda.
Creo que, de manera inconsciente, fui seleccionando ciertos momentos icónicos para construir esta versión. Siento que todavía hay algo en ella que puedo aportar desde mi visión.
¿Cómo fue el proceso para decidir retomarla?
Fue un sueño que tuve en mente durante años. Esta historia merece contarse con actores profesionales y en un espacio íntimo como Casa Musa.
Esta obra que presentas ahora, ¿es una adaptación tuya?
El texto es mío, aunque me inspiré en muchas versiones que encontré mientras investigaba. No quise usar nada textual del diario original por cuestiones de derechos, pero también porque “quería construir algo único, algo que imaginara cómo interactuarían estas personas en un espacio tan reducido”.
¿Cómo influyó el contexto actual en tu decisión de montar esta obra, considerando el aumento del antisemitismo y los conflictos actuales?
Es una pregunta difícil. Cuando empecé a trabajar en este proyecto, no era tan consciente del impacto que podría tener en el contexto actual. Sin embargo, hubo un momento que me marcó.
“Después de una función, un espectador me dijo lo importante que era que hiciéramos este tipo de proyectos en una época donde el antisemitismo está resurgiendo. Lloré con ellos. Esas palabras de apoyo y de cariño me hizo consciente de lo necesario que es mantener viva esta memoria histórica”.
¿Qué esperas que el público se lleve de esta obra?
Luis: Mi esperanza es que se sientan parte de la historia, que se encariñen con los personajes y experimenten su convivencia, su vulnerabilidad, sus sueños y miedos.
El teatro tiene la función de hacernos reflexionar y sentir, de no olvidar. Espero que esta obra deje una marca en quienes la vean, que los haga recordar que la historia no debe repetirse.
Alberto Marcos interpreta a Otto Frank en esta puesta en escena.
¿Por qué “Ana Frank”, Alberto? ¿Qué fue lo que te llamó la atención de esta obra para aceptar el papel?
Pensé en todo lo que ha pasado con el pueblo judío, las guerras actuales, y reflexioné: “Qué momento tan significativo para retomar esta historia.”
Aunque es un tema fuerte y muy sensible, sentí que la obra era una oportunidad para invitar a la reflexión. La vida de Ana Frank es un ejemplo poderoso y, tristemente, parece que ciertos ciclos de la humanidad se repiten una y otra vez: guerras, intolerancia y sufrimiento. Sin embargo, creo que en el fondo, como dice Ana al final de su diario con una frase me marcó profundamente: “A pesar de todo, sigo creyendo que las personas son buenas en el fondo.”
¿Qué significa para ti interpretar a Otto Frank en esta obra?
Para mí, es un reto emocional muy grande. He leído mucho sobre él, y quienes lo conocieron lo describen como alguien profundamente cariñoso. Es conmovedor pensar en el temple que debió tener para sobrevivir y luego contar la historia de su hija. Imagínate el dolor de perder a toda tu familia y, aun así, encontrar la fuerza para compartir su legado.
¿Cuál es la escena qué más te impactó?
Una de las cosas más impactantes es el monólogo final de la obra, en el que Otto explica el destino de cada uno de los que vivieron en la casa. Esta escena está basada en una carta que él escribió a su madre desde Suiza relatando lo sucedido. Cuando descubrí esto sentí un peso enorme en mi interpretación. Es un momento desgarrador y al mismo tiempo lleno de significado.
¿Cómo ha sido la recepción por parte del público?
La obra ha sido muy bien recibida, especialmente por miembros de la comunidad judía que han asistido a verla. Nos han expresado su agradecimiento por el respeto y el cuidado con los que hemos abordado la historia y sus tradiciones. Nos preparamos para aprender sobre el contexto cultural: las costumbres, los rezos, incluso canciones en hebreo. Todo esto nos ayudó a comprender mejor el universo en el que vivió Ana.
“Para mí, la reacción del público ha sido profundamente emotiva. Ver a jóvenes, padres e incluso niños conectarse con esta historia es algo que trasciende el escenario. Es un recordatorio de que las lecciones de Ana Frank siguen siendo relevantes, especialmente en un mundo que aún enfrenta los mismos desafíos de intolerancia y conflicto”.
¿Qué opinas sobre el legado de Otto Frank?
Otto fue un visionario. No solo tuvo la fortaleza para compartir la historia de su hija, sino que creó un legado que sigue vigente. Gracias a su esfuerzo, el diario de Ana ha sido traducido a múltiples idiomas y se sigue leyendo en escuelas de todo el mundo. Además, la casa donde se refugiaron se conserva como un museo. Otto transformó su dolor en una herramienta de aprendizaje y esperanza para la humanidad.
¿Cómo ha sido para ti, en lo personal, interpretar este personaje?
Es una experiencia profundamente transformadora. En cada función, siento que estoy reviviendo lo que Otto debió haber sentido: el amor por su familia, el dolor por su pérdida y la responsabilidad de compartir su historia. No puedo más que admirarlo. Él lo perdió todo, pero decidió quedarse con lo único que tenía: el diario de su hija.
Y gracias a eso, hoy podemos conocer esta historia y reflexionar sobre nuestra humanidad.
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