ARIELA SCHMIDT EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO

Cuando pensamos en nuestra infancia siempre hay un recuerdo único, un recuerdo de amistades entrañables, de un ambiente especial; este recuerdo, un majané, pueden ser diferentes imágenes grabadas en la memoria. Todos alrededor de la fogata, haciendo shmirá, viendo las estrellas, cantando al ritmo de la guitarra, bailando rikudim, o esos tiempos con nuestra kuvtzá, esos amigos que nos acompañaban por días enteros y por experiencias inolvidables, la kuvtzá se convirtió en una familia, el majané en una huella en nuestras vidas.

Pero un majané no es sólo un buen recuerdo o una experiencia, en él muchas veces podemos encontrar tantos valores que nuestra sociedad actual ha perdido, es un momento único para que un joven o un niño pueda estar en contacto con la naturaleza, aprender de ella, conocerla, comprender lo que es pertenecer a un movimiento juvenil, la unión, ponerse en contacto con su ser más intimo lejos de la casa, lejos de la vida material, aprender valores como el compartir, escuchar, la humildad y muchos más que son inexplicables y sólo con la experiencia del día a día del majané podemos entenderlos y que nos dejen marcados para siempre.

El majané es un lugar en el que los jóvenes encuentran identidad con su pueblo, su cultura, su historia y lo más importante, sus valores, una manera única de experimentar, aprender y sentir todo ésto, siendo sin duda uno de los mejores y más importantes momentos que un niño y joven pueden vivir.

Las tnuot (movimientos juveniles) como Hashomer Hatzair, siguen ofreciendo a los niños y jóvenes esta increíble oportunidad. Y tú, ¿te acuerdas de alguna experiencia inolvidable en un majané?

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