POR JOSÉ KAMINER
Como casi todas las festividades judías, la de Janucá tiene actualmente  un sentido universal importante.

Es la  celebración que simboliza la pugna contra la intolerancia, contra la imposición de las ideas, contra la restricción a la libertad de culto y de pensamiento. La lucha por la preservación de los valores propios de cada cultura y por la convivencia pacífica y respetuosa entre los que piensan diferente.

Ésta es una tradición viva que puede ocasionar diversas interpretaciones, aun y cuando éstas puedan contradecirse. Los esfuerzos por conciliar estas contradicciones y por resolverlas, constituyen el motor que hace a una tradición ser  activa y versátil. Así pues, un pueblo entero puede festejar la misma festividad al mismo tiempo, y atribuirle diferentes significados, sagrados y seculares, nacionales y sociales, sin que ello tenga que generar una ruptura entre los observadores de la misma tradición.

Poniendo el fondo la actitud de la cultura dominante, creo que actualmente, el helenismo representa la bandera de uniformidad que es levantada como modo de defenderse del horror que causa el encuentro con lo diferente. Janucá representa la lucha por mantener los propios valores, en un mundo que bajo la apariencia de pluralismo, a menudo demanda homogeneidad.

No debemos confundir pluralismo con relativismo cultural.
Es irónico, que precisamente esta fiesta la que celebramos la resistencia judía de perderse por amalgama cultural.
Ninguna cultura existe aislada. Todas reciben aportes de las culturas que la rodean. La pregunta es ¿qué incorporar? ¿Cuánto hay adaptarse? ¿Cuánto  se debe uno aislarse o asimilarse? ¿Qué conservar? ¿Qué cambiar? Toda cultura implica una mezcla dinámica de continuidad y cambio. Las culturas que nunca cambian mueren. Las que se adaptan completamente a las variables condiciones pierden su esencia.

Hoy vivimos en un mundo donde la coincidencia de culturas es frecuente, Debemos preparar a nuestros hijos para vivir en un mundo culturalmente multifacético. Eso implica conocer y enseñarles acerca de la propia cultura, mientras aprendemos y enseñamos a apreciar la singularidad.

Celebremos Janucá por la pluralidad que se resiste a caer en lo insulso de la homogeneización y de avanzar hacia una humanidad cada vez más pluralista, más respetuosa de las diferencias, cada vez más sabía.