JOSÉ KAMINER TAUBER

Dedicado a mi querido padre Isaac Kaminer Elshtein

Hablando del día del Padre, he escogido escribir de un Patriarca como representante de los papás de todos nosotros.

Dice el dicho: “Para padre no se estudia”;  un buen progenitor es aquel que tiene muchas buenas actitudes y amor a su progenie. Para los hijos, en cada época de nuestra vida es y representa el héroe, el valiente, el ejemplo a seguir y mucho más…

En nuestra memoria colectiva se encuentran los Patriarcas que definimos como jefes o cabezas de una numerosa familia o descendencia: Personas que por su edad y sabiduría ejercen autoridad moral en una familia o en una colectividad.  Abrahám o en hebreo אַבְרָהָם, Avraham; en árabe ابراهيم, (Ibrāhīm) es, para la religiones judía, e islámica, el primero de los patriarcas del pueblo de Israel.

El nombre de “Abraham” significa padre de muchos pueblos y, según el relato del Génesis, Dios se lo impuso a un hombre llamado Abraham en el momento de establecer un pacto con él que incluía su deseo de convertirlo en el origen de un pueblo del que sería su Dios y al que le daría la tierra de Canaán como posesión perpetua.

Dios escoge a Abraham para una misión importante. Lo primero que encontramos acerca de este patriarca es su vocación. Dios lo llama, lo elige. Esta elección lo determinará para siempre. Es precisamente la iniciativa de la divinidad:

“Vete de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre a la tierra que yo te mostraré. De ti haré una nación grande y te bendeciré. Engrandeceré tu nombre; y sé tú una bendición. Bendeciré a quienes te bendigan y maldeciré a quienes te maldigan. Por tí se bendecirán todos los linajes de la tierra” (Gen 12,1-3).

En el cumplimiento de esa elección se va haciendo realmente él mismo, se encuentra consigo mismo.

¿Es esta elección un privilegio para Abraham? Se da un cierto privilegio: ser padre de un pueblo nuevo; entrar de lleno en la historia humana y en la historia de salvación para siempre; contar con una relación muy particular con Dios…

La elección no está en función de un privilegio, sino de un servicio a  la humanidad. Sin embargo no es el privilegio lo que más aparece. Ni en Abraham, ni en el Pueblo. En toda la revelación bíblica se hace resaltar más bien la gran responsabilidad y exigencia que comportan, tanto ésta como cualquier otra elección divina.

Al aceptar la elección y la promesa, Abraham se hace responsable. Su a la elección y vocación es de tal densidad que cualquier No que pronunciara en este orden de responsabilidad y realización, sería una traición a Dios y a su  descendencia.

En la prueba en la que somete Dios al patriarca de sacrificar a su hijo Isaac la Akeda  (Atadura) es el relato formulado en el libro Bereshit –Génesis- del Pentateuco donde consta la orden recibida por nuestro Patriarca Abraham de sacrificar a su único y amado hijo Isaac, en el sitio del Monte del Templo (Moriah).  Ambos, padre e hijo muestran su entera lealtad a Dios, de bendito nombre. No obstante, el creador, ordena a Abraham liberar a Isaac.

El libro del Zohar, comenta que el recitado del sacrificio de Isaac, cada día, constituye una gran fuente de misericordia celestial, por el hecho de que el texto describe la disposición de Abraham e Isaac a sacrificar su vida a Dios.

También en la enseñanza yo considero que Abraham buscó la forma de conectar a su hijo con la divinidad por lo que es conocida como  “Akedat Isjak” o sea la Atadura de Isaac. Este relato encierra varias consideraciones que son como voces que representan conceptos, ideas y valores.

Como padre, Abraham tuvo otro hijo, llamado Ismael,  con Agar, la egipcia. La historia se encuentra en algunas partes de Génesis 16 – 25.

Aunque Ismael fue primogénito no era el hijo que Dios le prometió a Sara y Abraham, Isaac heredó el linaje de su padre  para trasmitirlo, Ismael resultó también favorecido por Dios y su padre.

Qué bueno y agradable sería si los hermanos y sus descendencias se sentaran juntos ahora para poder disfrutar las bendiciones de un papá genial, hombre modesto,  de gran valor moral y temeroso de Dios y poder legar su yo a nuestros hijos.