MARCELO RITTNER

Habrán notado que cada vez que la Torá describe alguna experiencia en la vida de nuestros antepasados, lo hace desde una perspectiva judía. Generalmente, el relato se presenta visto por un ojo judío que observa y describe acontecimientos que afectan la vida e historia de su pueblo.

Este Shabat, la situación es diferente. La Torá lo hace desde la perspectiva de un enemigo:  Balak, el rey de Moab. Camino a Canaán, los benei Israel debían atravesar sus tierras y el rey estaba atemorizado. Para protegerse, llamó a Bilam, al adivino más famoso para que los maldijera.

Curiosamente, la Torá menciona a Bilam como un profeta que habla las palabras de D’os.  Se ponen de acuerdo, pero Bilam establece como condición que solo pronunciaría las palabras que D’os pondría en su boca.

Se prepara el escenario desde donde Bilam, también famoso por ser dueño del único burro que habla, podría visualizar el campamento judío. Y entonces dramática y sorpresivamente en lugar de maldiciones su boca pronuncia bendiciones. Trata de maldecir, pero sus labios pronuncian palabras que hasta hoy son parte de nuestra liturgia: “Ma Tovu ohaleja Yaacov, mishkenoteja Israel; Cuan bellas son tus tiendas, oh Yaacov, tus moradas, hijos de Israel”.

Y este relato que pudiera ser tan difícil de entender, encierra una profunda lección de manera individual o como pueblo judío. Tener la capacidad de transformar maldiciones en bendiciones, desesperación en esperanza, tragedias en oportunidades, pesimismo en optimismo. En otro momento la idea de Balak podría haber funcionado. Pero ahora que los israelitas han afirmado la creencia en si mismos y en la promesa de Dios, las maldiciones no funcionan.

Bilam nos ofrece una enseñanza valiosa. Cuando tienes la confianza en tu capacidad de hacer lo correcto, de hacer del mundo un lugar mejor y más justo, estaremos en el lado correcto de la historia, no importa cuantas veces otros traten de golpearte. En las palabras de Eli Hertz: “Puede que la verdad no siempre triunfe, pero siempre tendrá la razón”.

Lo que me recuerda un evento que seguramente los más jóvenes entre nosotros no conocen. El 4 de julio 1976 fue un día trascendental para la humanidad. Hace ya 35 años, fue cuando se realizó la Operación Entebe, la misión de rescate de rehenes que el ejército de Israel llevó a cabo en el aeropuerto de Uganda. Una semana antes, un avión de Air France con 248 pasajeros fue secuestrado por terroristas palestinos. El avión fue desviado a Entebbe. Los pasajeros no judíos fueron puestos en libertad y los judío mantenidos rehenes. Por medio de los servicios de inteligencia, el ejército israelí llevó a cabo una operación sorpresa durante la noche para rescatarlos. La misión relámpago fue un éxito pero su comandante Yonatán Netanyahu, hermano de Bibi, fue muerto en acción. El gobierno de Uganda convocó al Consejo de Seguridad pretendiendo una condena por la violación de su soberanía por parte de Israel.

En su discurso ante el Consejo de Seguridad, el entonces embajador israelí Jaim Herzog, dijo: “Venimos con un mensaje simple al Consejo: estamos orgullosos de lo que hemos hecho porque hemos demostrado al mundo que un país pequeño, en las circunstancias de Israel, la dignidad del hombre, la vida humana y la libertad humana constituyen los valores más altos. Estamos orgullosos no sólo porque hemos salvado la vida de más de un centenar de personas inocentes – hombres, mujeres y niños-, sino por la importancia de nuestro acto por la causa de la libertad humana.”  Fue un día inolvidable para Israel y  para la lucha mundial contra el terrorismo. Esta heroica misión nos llenó de emoción, orgullo y esperanza.

Leemos de la Torá que el rey le dice al adivino: “Y ahora, ven por favor, maldíceme a este pueblo… pues yo se que a quien bendices es bendecido y a quien maldices es maldecido”.  Beit Ramá, un comentarista bíblico, hace una buena pregunta: “¿Por qué el rey no le pide a Bilam que bendiga a Moab? ¿Por qué en cambio le piden maldecir a Israel?”. Su respuesta es que Balak tenía temor y tanto odio hacia Israel que estuvo más interesado en la destrucción de Israel que en asegurar bendiciones para su propia gente.

¿En que pensaron? Naturalmente lo trasladamos a nuestros días y pensamos en Hamas. Tan preocupados en la destrucción de Israel que se despreocupan lo que sería bueno y necesario para su propia gente. En lugar de dedicarse a eliminar la “miseria” que afirman existe en Gaza, se preocupan en lanzar misiles contra poblaciones civiles en Israel. Tiempos complejos se avecinan. Es el tiempo y la hora que Hamas deje de blasfemar a Israel y se preocupen en asegurar bendiciones para su propia gente.

Bilam predijo una verdad eterna: “Hen, am levadad ishcón ubagoim lo itjashav”, “He aquí un pueblo que mora en soledad y entre las naciones no es estimado.”

Los acontecimientos, tanto en Israel como en ciudades alrededor del mundo, han servido como un recordatorio de esta realidad existencial. Somos un pueblo que mora en soledad entre las naciones. Y aún a pesar de los desafíos inevitables que esta realidad ha creado en toda nuestra historia, aquí estamos.

Que tengamos como individuos y como pueblo la capacidad de transformar, desesperación en esperanza, pesimismo en optimismo y maldiciones en bendiciones.

Shabat Shalom.