SARA LEVY

Hace poco, me llegó un mail de una institución religiosa en México, el cual ofrecía “Hajshará gratis más 500 dólares” a jóvenes judíos de tercero de preparatoria. El premio: boleto y estancia gratuitos, así como dinero para gastos. El requisito: asistir a clases de Torá en un centro religioso de nuestra ciudad. A su vez, la Hajshará no sería mixta, sino separada (hombres y mujeres).

No es la primera vez que se utiliza el dinero para atraer a jóvenes estudiantes sin ingresos. En otro centro religioso, se ofrece la suma de 2000 pesos mensuales a quienes acudan sin falta, una vez a la semana, a clases de Torá.

“Al principio, fue sólo un incentivo monetario. Más adelante, me empezaron a interesar las clases y apliqué a mi vida diaria ciertos valores que me enseñaban allí ” explica un joven que acudió a la institución.” No aumenté mi práctica religiosa, porque no estaba convencido de hacerlo; sin embargo, ocho de diez de mis compañeros ya respetan Shabbat y Kashrut como consecuencia de estas clases”.

Lo cual me lleva a estos cuestionamientos: Aunque la causa sea noble, ¿es ético atraer a la práctica religiosa por medio del dinero? El acudir a clases de Torá ¿ no debería ser el resultado de una búsqueda espiritual? ¿ Se vale utilizar cualquier medio para lograr un fin? ¿No constituye esta estrategia una competencia desleal para otros centros religiosos?