LOURDES GÓMEZ/ELDIARIOMONTANÉS.ES

Una nube de humo gris conducía ayer hasta el foco de los graves disturbios que la noche anterior convirtieron un barrio del norte de Londres en un campo de batalla entre jóvenes y agentes de policía. Los restos de la contienda aparecían por doquier en la calle comercial de Tottenham, a corta distancia del estadio de White Hart Lane, donde el Athletic de Bilbao jugó esa misma tarde un encuentro de fútbol con el equipo local. Vehículos quemados, comercios arrasados y viviendas achicharradas de las que solo quedaban ayer sus paredes de ladrillo, en el que ya se considera el altercado más grave registrado en Londres en las últimas décadas.

Con la zona aún acordonada, los vecinos observaban desde las bocalles el escenario de tanta destrucción con un sentimiento de frustración y alarma. En el calor de los disturbios, 26 policías y tres civiles resultaron heridos mientras el servicio de bomberos acudió a apagar un total de 49 incendios. Las mangueras todavía apuntaban el domingo contra los muros y el tejado de una hilera de casas antes de poder entrar en su interior para asegurarse de que ningún individuo hubiera quedado atrapado entre las llamas.

Casi medio centenar de personas fueron detenidas por participar en la refriega y los actos de pillaje, que se extendieron hasta un cercano centro comercial hasta bien entrada la madrugada. Robaron la mercancía de supermercados, tiendas de televisiones y móviles de este barrio humilde. El distrito se encuentra entre los más deprimidos de la capital británica, con un porcentaje de población afrocaribeña muy por encima del nivel nacional. El diputado de Tottenham, el laborista David Lammy, informó ayer de que gente de otros barrios había participado en el pillaje.

Los disturbios están relacionados con una polémica operación policial, que culminó con la muerte de un tipo muy conocido en el barrio el pasado jueves. Mark Duggan, de 29 años y padre de tres hijos, fue abatido en un intercambio de tiros cuando el taxi en el que viajaba tuvo que detenerse después de que una brigada especial de la Policía Metropolitana de Londres le diese el alto. La Comisión Independiente de Quejas a la Policía (IPCC) se personó en el escenario del crimen y recuperó un arma de fuego no identificada así como el casquillo de una bala que se había incrustado en la radio de un agente armado. El policía, que resultó herido, fue, al parecer, el responsable de la muerte del joven, cuyos detalles aún siguen sin confirmarse.

«Queremos Justicia»

Ya el sábado por la tarde, familiares, amigos y vecinos de Duggan se concentraron frente a la comisaría de Tottenham con pancartas en las que reclamaban ‘Justicia’ por el fallecimiento del joven. Los manifestantes, en torno a las 200 personas, pedían una explicación sobre lo ocurrido durante la operación llevada a cabo el jueves por los agentes y que acabó con la vida de Duggan, pero su reclamación no fue atendida. «Aguardamos más de cuatro horas pero ningún jefe de policía salió a atender nuestra demanda. Queremos información y necesitamos respuestas», señalaba ayer un rastafari de 55 años apodado Ras Dragon.

La frustración desembocó en violencia cuando jóvenes encapuchados quemaron dos coches de policía y otros comenzaron a lanzar cócteles molotov contra los establecimientos comerciales. Llegaron agentes antidisturbios y operativos de otras fuerzas de Londres, mientras un autobús urbano estallaba en llamas y la muchedumbre comenzaba a llenar carritos de supermercado con aparatos eléctricos. «La muerte de Duggan fue la chispa de los disturbios. No es un conflicto racial, sino consecuencia de la pobreza y el sentimiento de injusticia que impera entre la gente de color», explicaba Pascal frente al cordón de policía.

No es el único que lo piensa. El rastafari no solo coincide en la explicación sino que además desconfía de la versión oficial proporcionada hasta la fecha sobre la muerte de su vecino en un notorio complejo residencial social, Broadwater Farm. «La violencia es la repercusión del tiroteo del jueves y de la actitud equivocada de los agentes. Pero las causas son más profundas: la tensión existe en el barrio desde hace años. A los negros nos tratan injustamente y un movimiento en falso de la policía, como ha sido la cuestionable detención y asesinato de un hombre de muy alto perfil en la comunidad, ha precipitado la situación hasta el abismo», razona Ras. Y advierte que «esto no se acaba hoy. Estamos en el principio de un malestar social que va a extenderse por otras zonas del país».