OMAREL SOUSS DESDE EL CAIRO/METULA NEWS AGENCY/ TRADUCCIÓN MAY SAMRA

Antiyer por la tarde, y durante la mayor parte de la noche, los manifestantes atacaron, invadieron y saquearon la embajada israelí en El Cairo. Luego bajaron la bandera de la misión diplomática y la quemaron por segunda vez. Durante los enfrentamientos con la policía, más de mil personas fueron heridas, entre ellas 300 miembros de la policía. Cuatro atacantes murieron.

Los incidentes que acabo de resumir son particularmente graves, pues una embajada constituye una extraterritorialidad en el país donde opera. Según el derecho internacional, Egipto ha violado el territorio de Israel.

Además, la seguridad de las misiones diplomáticas recae en el Estado huésped donde se encuentran, y este viernes, el ejército egipcio y la policía- me refiero a las unidades de élite – han demostrado ser totalmente incapaces de proteger a un solo edificio, aún en el corazón de nuestra capital, en el barrio céntrico de Giza.


Cara a cara antiyer con la Embajada de Israel

Además, la seguridad del Embajador Levanon Itzkhak y de 70 miembros del personal de la embajada israelí fue seriamente comprometida. Al iniciarse los enfrentamientos, los guardias israelíes, con la ayuda de comandos egipcios, escoltaron al personal de la Embajada al aeropuerto internacional, donde los esperaba un avión militar de su país para llevarlos a casa.

En caso de los seis agentes israelíes, responsables de la seguridad de la embajada, quienes se quedaron para proteger sus contenidos, las cosas pudieron haber terminado peor. Por suerte, fueron rescatados por otros comandos, cuando los alborotadores ya estaban en la recepción del edificio de veinte pisos que alberga la embajada. No hay duda de que una tragedia humana, aún más terrible, fue evitada en cuestión de minutos.

Todo comenzó horas antes, cuando una gran multitud se había congregado en la plaza Tahrir, en otra parte de El Cairo, respondiendo a la llamada de la Hermandad Musulmana y de todas las formaciones y asociaciones políticas del país, entre ellas la corriente ultra-nacionalista nasserista (así nombrada por Gamal Abdel Nasser, líder y héroe egipcio del siglo pasado), cuyos adeptos han tenido un aumento significativo en los últimos tiempos.

El día había sido llamado “De vuelta al rumbo correcto” o sea al proceso de rebelión, iniciado aquí hace siete meses y neutralizado desde hace varias semanas por las autoridades militares. Los manifestantes, que yo estaba siguiendo por cobertura exclusiva de la Mena, protestaban contra la congelación de la dinámica de la democracia de parte de los militares, y especialmente contra el hecho de que el Consejo Militar Supremo aún no ha fijado fechas para las elecciones generales y presidenciales .

Pareciera que los funcionarios en el poder han abandonado la intención de celebrar estas consultas, así como sus intenciones de confiar, más adelante, la gestión del país a los civiles.

Cabe señalar que si las elecciones se llevaran a cabo este otoño, no hay duda de que una coalición salafista-islámica tendría acceso al poder, la cual, inevitablemente, sumiría al país y la región entera en un caos aún más prominente que el de la actualidad, aunque, a primera vista, esto parece inimaginable.

Otras quejas de los manifestantes de ayer se refieren a la suspensión de los juicios contra los saqueadores y los civiles que han recurrido a la violencia durante las manifestaciones anteriores.

Por la tarde, los líderes islamistas comenzaron a lanzar consignas nasseristas entre los manifestantes. Simultáneamente, además de las consignas racistas tradicionales, “Muerte a los Judios”, “Muerte a Israel”, “Expulsen al embajador”, se escuchó: “Todos a la embajada”.

Gran parte de los presentes no respondieron a estas llamadas y se fue a casa. Sin embargo, un grupo, creo que de 5000 a 7000 individuos (valoración aproximada, pues no sé contar a los participantes de una manifestación) respondieron a las mismas. Era evidente que la operación había sido bien organizada, siendo que muchos manifestantes venían ya equipados con barras de hierro, palos y otros objetos que usarían para destruir el muro erguido frente a la embajada después de el primer asalto.

Para mi sorpresa, no había ningún puesto de control policial entre la plaza Tahrir y la Embajada, ya sea para peatones o para vehículos. Otro dato: cuando los manifestantes, azuzados al rojo vivo por los agitadores, llegaron cerca a la meta, una formación de fuerzas especiales de la policía fue desplegada frente a la cerca; pero tan pronto las primeras botellas y las primeras piedras fueron lanzadas, la policía se retiró sin luchar.

Más tarde, hicieron uso de gases lacrimógenos, pero eran de tan mala calidad que ninguno de los atacantes lloró. A partir de ese momento, los bárbaros se ocuparon de destruir la delgada separación, hecha de pedazos de metal adheridos a postes, la cual cayó en cuestión de interminables minutos.

Finalmente, la puerta voló en pedazos, la multitud se precipitó en el edificio y en la embajada, encontrando una resistencia menor. La gente, en una especie de delirio, arrojó documentos confidenciales, formularios y muebles a través de las ventanas, sobre sus cómplices, aún en la calle.

Más tarde, por los dos extremos de la calle, llegaron al lugar refuerzos del ejército: se apresuraron a abrir fuego contra la multitud, mientras que ésta prendía fuego a varios vehículos. En cuanto éstos se incendiaron , el ejército disparó primero al aire, y luego a las piernas de los manifestantes. Las ráfagas de armas automáticas fueron distribuidas de manera indiscriminada hacia sus extremidades inferiores, lo que explica el gran número de víctimas – un manifestante de cada cinco – y el menor número de muertes.

Dejé entonces mi puesto, tras la orden telefónica del redactor en jefe de la Mena: ambas partes continuaron el combate durante horas, con una intensa violencia. Tenga en cuenta que desde el inicio de la confrontación, la policía había llevado vehículos blindados y tanques alredeor de la embajada, los cuales no utilizó, incluso cuando los atacantes cruzaron el umbral de la misión diplomática, poniendo en peligro las vidas de quienes aún estaban allí.

La policía y los militares, que estaba yo observando y escuchando, se demostraron, una vez más, afectados por la falta de previsión, la ineficiencia y la falta de iniciativa de sus funcionarios.

Si la autoridad hubiera actuado de manera coordinada, la valla se habría mantenido en su lugar, no se habría violado un territorio extranjero, y el número de víctimas no hubiera superado los cincuenta; nadie habría muerto. La violencia estuvo fuera de control, porque ninguna autoridad estuvo allí para controlar, de manera congruente, la situación.

Por otra parte, si en Turquía, el Gobierno ataca a Israel con el fin de debilitar a los generales de su ejército, aquí son los opositores a la junta de gobierno que atacan a Israel con el fin de debilitar el gabinete militar. En ambos casos, los ataques a los intereses de Israel sirven para castigar a los enemigos por efecto indirecto.

En El Cairo, es la Hermandad Musulmana, ansiosa por mantener un seudo-diálogo con los militares, con la asistencia de los Nasseristas, que ha hecho de la Embajada del Estado judío su principal objetivo, a fin de elaborar un conflicto entre el patrocinador estadounidense y sus protegidos del Consejo Militar Supremo. Esto, para los islamistas, significa evitar una confrontación directa con la Junta, confrontación que no está, al menos por ahora, de su interés.

Al mismo tiempo, es inconcebible para los islamistas en general, y los Hermanos, en particular, quienes sienten que tienen la mayoría necesaria para tomar el poder, dejar a los militares en su lugar sin tratar de expulsarlos, de una u otra manera.

Su “camino” es hacer que Washington, loco de ira y ansiedad, ejerza una presión creciente sobre Tantawi y sus compañeros. Presión, esperan los hermanos, que terminará en divorcio: abandono de Egipto por los Estados Unidos, terminación de la asistencia financiera- sin la cual el Consejo Militar Supremo, un gobierno de paja, estaría en la calle en cuestión de horas.

Una táctica que está dando frutos, al menos en parte, porque la Casa Blanca “ordenó” a las autoridades egipcias proteger la embajada de Israel, y se lo ha dicho a la prensa. El presidente Obama y sus representantes han hecho uso de palabras muy duras en sus conversaciones con los miembros de la junta.

Uno de ellos me dijo que había oído, en una conversación telefónica, a Washington decirle al primer ministro Essam Sharaf, que “un Estado que es incapaz de asumir la protección de las embajadas a su cargo no es un estado sino un burdel “, y de preguntar: ” ¿Acaso es un ejército el millón de hombres que pagamos, si ni siquiera es capaz de defender un edificio? “.

La Casa Blanca también exigió que el Consejo Militar declare estado de alerta y se reúna en plenaria. Según mis fuentes, las amenazas más directas, junto con los requisitos específicos, sonaron desde los Estados Unidos. La crisis es tan aguda que se rumorea una posible renuncia o bloqueo parcial del gobierno interino. Sin embargo, podría ser una especie de contra-amenaza para los estadounidenses, siendo el mensaje subliminal de la Junta Militar: “Si no están de acuerdo con nuestras acciones, nos vamos, controlen ustedes el caos y los jihadistas “.

El presidente de Estados Unidos habría dado una semana a la Junta ” para que el Sr. Levanon y sus colegas vuelvan a su lugar en El Cairo, y que reanuden sus actividades con una protección adecuada”. El presidente Obama, por otra parte , sugirió que los guardias de EE.UU. vengan a echar una mano a nuestro ejército, lo que fue visto como una bofetada absoluta. Absoluta, ¡pero totalmente merecida!

Obama también tuvo una larga conversación telefónica con Benjamin Netanyahu, a quien aseguró que Washington está tomando todas las medidas necesarias para garantizar que el gobierno de El Cairo cumple con sus obligaciones internacionales y proteja la seguridad de la Embajada de Israel.”

Otras embajadas, en su mayoría europeas, como la de Alemania e Inglaterra, han expresado su descontento con la Junta, y también han exigido que proteja a las representaciones diplomáticas en el suelo egipcio.

Antes de escribir este artículo, volví a la embajada. La mayoría de las calles que conducen a ella son libres, y es posible acercarse. A cambio, el edificio en el que operaba la Embajada parece una base militar fortificada y está protegido por un escuadrón de tanques.

Sabemos que el oficial nº 2 de la embajada, con unos pocos allegados, permaneció en su cargo de enlace con las autoridades de nuestro país.

No se sabe si está en su oficina, pero es probablemente la persona más protegida de Egipto.