ALAN DERSHOWITZ/ Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld

Las próximas votaciones en el Consejo de Seguridad y en la Asamblea General de las Naciones Unidas, que concederían a los palestinos alguna forma de Estado, sin requerirles negociar con Israel, retrasarán considerablemente el proceso de paz.

Al mismo tiempo que Egipto y Turquía aumentan las tensiones con Israel, la Autoridad Palestina busca aislar al estado judío aún más, exigiendo que las Naciones Unidas concedan a Palestina el reconocimiento como un “estado”, sin una paz negociada con Israel. El presidente Mahmoud Abbas describió su libro de jugadas para buscar el reconocimiento de la ONU eludiendo la negociación de una solución de dos estados: “Vamos a quejarnos porque nosotros, como palestinos, hemos estado bajo ocupación durante 63 años”.

¿Qué ocurrió exactamente hace 63 años? La ONU recomendó la partición del ex mandato británico en dos estados: uno judío y otro árabe. Israel y la mayoría del resto del mundo aceptaron ese plan de partición, e Israel se declaró el estado-nación del pueblo judío. Estados Unidos, la Unión Soviética y todas las grandes potencias, reconocieron esta declaración y la solución de dos estados que representaba.

El mundo árabe rechazó unánimemente el plan de partición de la ONU y la declaración de condición de estado por parte de Israel. La población árabe, dentro de Israel y en la zona reservada para un estado árabe, tomó las armas y se unió a las naciones árabes circundantes.

Defendiendo su derecho a existir, Israel perdió el 1% de su población, muchos de los cuales eran civiles y sobrevivientes del reciente Holocausto. Sin embargo, el actual liderazgo palestino insiste en denominar “nakba”, que significa catástrofe, a las heridas auto-infligidas, causadas por su rechazo a una solución de dos estados.

Al afirmar que los palestinos “han estado bajo ocupación durante 63 años” (haciendo una diferencia respecto de los 44 años desde que los estados árabes atacaron a Israel, en 1967, cuando Israel ocupó algunas tierras de las naciones invasoras), el presidente palestino está tratando de retrasar el reloj a una época anterior al establecimiento de Israel como un estado, basándose en la propuesta de dos estados de la ONU. En otras palabras, el empujón para el reconocimiento, por parte de la ONU, de Palestina como un estado, sobre la base de la denuncia del Sr. Abbas de que los palestinos han estado bajo ocupación durante 63 años, es un intento de deshacer el viejo trabajo de la ONU, que resultó en la condición de estado de Israel, hace 63 años.

La denuncia de ocupación del Sr. Abbas, también explica por qué es tan inflexible en su negativa a reconocer a Israel como el estado-nación del pueblo judío. Todos los estados árabes, oficialmente, son estados musulmanes y, sin embargo, como en 1948, ninguno de ellos está dispuesto a aceptar la existencia permanente de un estado para el pueblo judío en Medio Oriente. Sin duda algunos, incluida la Autoridad Palestina, están dispuestos a decir que reconocen a Israel como un estado, siempre y cuando el así llamado derecho de retorno se mantenga para cuatro millones de los así llamados refugiados que, si regresaran en masa, pronto convertirían a Israel en otro estado árabe.

Mahmoud Abbas es generalmente un hombre razonable, y muchas de las cosas que ha dicho recientemente, sobre la necesidad de la solución de dos estados, también son razonables. Pero habla por los dos lados de su boca: una para consumo de la comunidad internacional y el otro para consumo de la calle palestina. Su denuncia acerca de una ocupación de 63 años está claramente diseñada para señalarles a sus electores que no va a renunciar a la meta final de convertir a Israel en un estado palestino.

Si la Asamblea General reconoce a Palestina como un estado, sin necesidad de negociar con Israel, menoscabará, efectivamente, muchas de sus propias resoluciones anteriores, así como también numerosos acuerdos bilaterales alcanzados entre Israel y la Autoridad Palestina. Tal reconocimiento retrasará las perspectivas de una solución pacífica y negociada y fomentará el uso de la violencia por los palestinos frustrados, que no ganarán nada concreto de la hueca acción de la ONU, aunque esperan mucho de la misma.

Vimos lo que sucedió cuando el pueblo palestino estuvo cerca de lograr la condición de estado en 2000-01, una perspectiva que fue destrozada por el rechazo de Yasser Arafat del plan de paz Clinton-Barak. El rechazo de Arafat, que incluso el embajador saudita en EE.UU. en la época, Bandar bin Sultan, más tarde llamó un “crimen” contra el pueblo palestino, dio lugar a una sangrienta insurrección intifada entre los palestinos, en la que miles de palestinos e israelíes murieron. La ONU será responsable de cualquier subsecuente derramamiento de sangre, si alimenta las llamas de la violencia, elevando las expectativas palestinas al mismo tiempo que reduce las perspectivas de una paz negociada.

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha instado a los palestinos a regresar de inmediato a la mesa de negociaciones sin condiciones previas. No hay ningún inconveniente en hacerlo, ya que entonces todo estaría sobre la mesa de negociación, incluyendo las fronteras, el derecho al retorno, el reconocimiento de Israel como estado-nación del pueblo judío, los asentamientos y cualquier otra cosa que los palestinos busquen como parte de una paz negociada de dos estados.
El trabajo de la ONU es promover la paz, no retrasarla. Así que, en lugar de desalentar las negociaciones prometiendo reconocimiento, la ONU debería exigir que el liderazgo palestino y el gobierno israelí comiencen inmediatamente las negociaciones sin condiciones previas. Eso sería un paso positivo.

Una versión anterior de este artículo apareció en el Wall Street Journal