JUDIT BOKSER-LIWERANT
EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO

A principios de los años cuarenta, la atención de la Organización Sionista Mundial se tornó hacia el continente latinoamericano y en él descubrió el potencial de la población judía como campo alternativo de acción, ante el deterioro del judaísmo europeo, hasta entonces principal sujeto social del movimiento.

No solo las comunidades judías, sino también los países latinoamericanos llamaron la atención del movimiento sionista, toda vez que se iba perfilando la centralidad del papel que jugaría el continente en el nuevo ordenamiento de posguerra, en el que se definiría la solución futura de un Estado judío. El estudio de la actitud de la sociedad y el gobierno de México frente a la partición de Palestina en el seno de la Organización de las Naciones Unidas, a la vez que interesante capitulo histórico, permite atender el comportamiento del movimiento sionista organizado en México; la acción política entonces desplegada estuvo encaminada a lograr la legitimación de las aspiraciones sionistas en la sociedad nacional y a la obtención de un voto positivo de México, por lo que sociedad y gobierno se convirtieron en nuevos espacios para su acción.

Las manifestaciones de solidaridad que se expresaron a través de discursos provenientes de posturas ideológicas y políticas diversas, permiten tener un interesante panorama de la visión que del sionismo tuvieron diferentes sectores de la sociedad nacional.

La propia configuración sociopolítica y cultural de la sociedad mexicana de la época, por una parte, y la coyuntura nacional e internacional del país, por la otra, son los parámetros en el interior de los cuales se desarrolló la acción política sionista y explican la postura del propio gobierno frente a la cuestión.

La sociedad frente a las aspiraciones nacionales judías.

La creciente importancia que asumieron para el sionismo las
comunidades judías y los países de América Latina en general, y de México en particular, puede verse a través de los numerosos viajes y gestiones de enviados especiales que visitaron el país, sobre todo, a partir de los primeros años de la década de los cuarenta. Si bien estas gestiones tuvieron el propósito inicial de fortalecer el desarrollo del movimiento sionista en el interior de la comunidad judía, consolidar sus bases de apoyo y estimular su estructuración organizada y estable, destacó también el interés por ampliar el radio de acción de las actividades sionistas al ámbito nacional, para el esclarecimiento y difusión político-ideológica.

La actividad sionista había permanecido básicamente enmarcada dentro de los límites comunitarios judíos, y las reducidas excepciones a esta tendencia no parecen haber contemplado la posibilidad de movilizar a la sociedad mexicana para su causa. Un avance sustantivo en esta línea de acción se dio durante la gestión en México, en 1943, del delegado del Keren Hayesod Natan Bistritsky, quien, acorde con los lineamientos políticos que se definieron en el movimiento a nivel mundial, comenzó a estimular el nuevo tipo de acción política que debería llevarse a cabo para obtener el apoyo internacional a la idea de un Estado Judío.

En efecto, Bistritsky destacó la potencialidad del quehacer sionista en el ámbito nacional y consideró que había un importante núcleo de intelectuales y hombres de Gobierno que veían con simpatía las demandas nacionales judías, y que era importante comenzar a actuar para difundir entre ellos la idea sionista y reclutar su apoyo. Con el propósito de sentar las bases de esta acción, se acercó a Isidro Fabela, quien presidia entonces la Asociación Mexicana Mundo Libre, y era el director de la revista que llevaba el mismo nombre.

Isidro Fabela aceptó colaborar en la creación de un Comité Mexicano Pro-Palestina, que aglutinara a personalidades científicas, políticas y destacados hombres de letras mexicanos, y en una recepción por él organizada en enero de 1944, en su Casa del Risco, en honor de Louis Lipsky- destacado dirigente sionista de Estados Unidos, miembro de Free World y ejecutivo del Comité Judío Pro-Palestina en su país – se anunció formalmente la creación del Comité Mexicano Pro-Palestina, bajo la presidencia del diputado Antonio Manero.”

De este modo se establecieron las bases en México de lo que era una tendencia mundial y continental de establecer comités encaminados a trabajar sistemáticamente en pro del establecimiento de un Estado judío. Tras su creación, sin embargo, el Comité no tuvo el impulso necesario para desarrollar las actividades previstas ni se abocó a la organización de eventos dirigidos a la opinión pública del país.

A pesar de ello, sería un error concluir que careció de impacto durante esta fase inicial, este se dio en el seno mismo de Mundo Libre, lo que condujo a que la publicación deviniera una plataforma de creciente relevancia para la difusión de la situación del pueblo judío y de sus aspiraciones nacionales. Desde estas páginas, Isidro Fabela consideró que “la tragedia israelita es la más triste e injustificada de la historia contemporánea” y tras analizar el aislamiento, humillación y ataque al que habría estado sometido el pueblo judío por el nazismo, manifestó el apoyo del gobierno de Ávila Camacho a los agredidos y su postura en contra de los agresores,”

Entre los factores que procuraron la activación ulterior del Comité, destaca el trabajo realizado por el Departamento Latinoamericano de la Agencia Judía en Nueva York, creado en 1943, en el sentido de involucrar a México como patrocinador de la Conferencia Cristiana Mundial Pro-Palestina que se llevaría a cabo en Washington del 1 al 2 de noviembre de 1945. La delegación de México tuvo una activa participación en dicha reunión.

A partir de entonces, y mediado por la gestión que realizó Moshe Toff (Moshe Tov), Director del Departamento Latinoamericano de la Agencia Judía en Washington, cuando llegó a México a principios de 1946, se procuró fortalecer las actividades del Comité. Sin embargo, se dio un cambio sustantivo en su dirigencia y éste quedó presidido por Alfonso Francisco Ramírez, quedando Antonio Castro Leal como vicepresidente y Miguel A. Marín como secretario.

La ausencia de Isidro Fabela, aun ponderada a la luz de la finalización del conflicto bélico y la consecuente pérdida de importancia de la organización Mundo Libre – afectaría la relevancia del Comité, en todo caso, bajo la nueva dirección, el Comité procure movilizar para su causa el mayor número posible de personalidades nacionales, Para garantizar una colaboración estrecha por parte de los diferentes sectores de la comunidad judía, fue creado por iniciativa del liderazgo sionista, en junio de 1946, el Comité Judío de Emergencia Pro-Palestina.

Las actividades del Comité Mexicano Pro-Palestina se dirigieron fundamentalmente al ámbito de difusión y esclarecimiento. Para tal fin, se utilizaron primordialmente los medios periodísticos y se realizaron conferencias, asambleas y actos públicos en los que participaron personalidades nacionales e internacionales.

Con el sello personal que le imprimió a sus actividades Alfonso Francisco Ramírez, el Comité procuró aglutinar diferentes posturas y corrientes ideológicas, por lo que su llamado fue lo suficientemente amplio como para conjugar posiciones diversas. Se ha señalado que en el trabajo político a nivel continental, la causa sionista apeló a una serie de premisas que normaban la conducta política latinoamericana en el plano internacional, tales como los sentimientos humanitarios, la tradición católica, la creencia en los principios de autodeterminación de los pueblos, la igualdad jurídica de los Estados y la universalidad de la membresía en las Naciones Unidas.

Ciertamente, muchas de estas consideraciones influyeron de modo alternativo sobre la actuación de los diferentes sectores no judíos que asumieron para sí la defensa de la causa sionista. Tal parece ser el caso en México, en el que, además, intervinieron consideraciones que partieron de la óptica de su experiencia histórica y del propio espectro ideológico nacional, y vieron en el movimiento nacional judío un movimiento de liberación nacional similar al que viviera el país en su proceso de independencia.

La diversidad de motivaciones, considerandos y argumentaciones se reflejaron en los diferentes miembros activos del Comité, así como entre los simpatizantes que se adhirieron de un modo u otro a sus actividades.

En un extremo, encontramos la figura de Vicente Lombardo Toledano, quien se destacó por su lucha antifascista y por la a y por la denuncia y la condena del antisemitismo. Ya en 1942, en un discurso pronunciado bajo el titulo judíos y mexicanos ¿razas inferiores?, expuso, tal como lo indica el titulo, un análisis del paralelismo entre ambos pueblos que habían sido sujetos de humillación y persecución, y tratados como razas inferiores. Sostuvo que el pueblo mexicano, por ser “un pueblo de indios, mestizos y criollos, descendientes de tres grupos raciales considerados como inferiores por las razas que entonces se juzgaban superiores a las demás” debía ser “el que mejor comprende los sentimientos de la raza israelita”.” A lo largo de sus manifestaciones activas de solidaridad y apoyo, actuó consciente del peso que le confería la representatividad de la Confederación de Trabajadores de América Latina.

De modo similar, Lázaro Cárdenas destacó la semejanza de las experiencias históricas del pueblo mexicano con las del pueblo judío, lo que a su entender facilitaba la comprensión y apoyo a las aspiraciones libertarias de este ultimo. Desde principios de 1946, Cárdenas aceptó participar como miembro del Comité Mexicano Pro-Palestina. En la argumentación de su aceptación de formar parte del Comité Mexicano, así como en sucesivas manifestaciones de apoyo señaló:

“Nuestro pueblo, que en ocasiones amargas del pasado ha visto que intereses extremos a sus fronteras han sido capaces de imponerle la injusticia, alza su voz en defensa y protesta cuando contempla que a otros pueblos se les trata también de privar de lo que está consagrado en su favor por condiciones geográficas, históricas, raciales, y hasta de elemental humanidad. Las anteriores condiciones asisten a los hebreos en su derecho de entrar a Palestina'”.

Junto a este tipo de discursos, representativos de la conjunción de contenidos libertarios, antiimperialistas y socialistas con posturas humanitarias, asistimos a otro tipo de engarce ideológico y discursivo, esta vez, entre posturas humanitarias y contenidos cristianos. Las motivaciones de este tipo de apoyo parecen ubicarse en el rescate de una tradición judeo-cristiana interpretada como origen común, así como en la recuperación del carácter humanista y tolerante del cristianismo.

Este tipo de apoyo resulta tanto más significativo si recordamos que, durante la guerra, importantes sectores del clero mexicano mantuvieron una definida postura pro-Eje, y que tras la invasión alemana a la URSS, esta postura se fortaleció como parte de la lucha anticomunista. Sin embargo, por razones que compiten a la propia trayectoria histórica de México y al consecuente deslinde entre religión y Estado, el Comité Pro-Palestina no incorporó una identidad cristiana manifiesta, aunque argumentos de este tipo estuvieron presentes. Tal es el caso del propio Alfonso Francisco Ramírez, quien dio una lectura de lo que consideró los verdaderos sentimientos cristianos que debían orientar las relaciones con los judíos.

La diversidad de posturas ideológicas que acompañaron la solidaridad con el movimiento sionista se manifestaron también a través de Mundo Libre. Tanto en la dimensión de la condición judía global y, específicamente, en la persecución europea de los judíos y los riesgos mundiales del antisemitismo así como en la dimensión de la lucha por un Estado judío, Mundo Libre se convirtió en un foro permanente de información y de opinión. Así, durante 1944 la revista contó con una sección permanente titulada “El Problema Israelita”, en la que se concedió sistemática atención a la situación del pueblo judío en Europa y Palestina. A partir de 1945, esta sección cambió de nombre, pasándose a llamar “Pro-Palestina”, y su atención se centró en las demandas específicas de un Estado judío, en los apoyos nacionales y mundiales a dicha causa, y en la actividad de los Comités Pro-Palestina en los diferentes países.

En este foro encontramos, por una parte, la recurrente argumentaci6n humanitaria que, conjugada con posturas antifascistas y antinazis, reclama para los judíos solidaridad con su situación y apoyo a sus demandas nacionales. A su vez, el apoyo al pueblo judío y a la causa sionista apeló al reconocimiento del carácter revolucionario del movimiento sionista en lo que al renacimiento cultural del pueblo se refiere y en lo que respecta a los logros de la reconstrucción de Palestina, a la labor de los pioneros, a la nueva relación con la tierra y a la potencialidad científica y cultural de esta tarea nacional.