MAY SAMRA PARA ENLACE JUDÍO

¿Reina de Pésaj? ¿Cuál reina?

¿Sabes qué soy? (¿Le puedo hablar de tú, doctora? Gracias) Un subproducto de un subproducto. Una albóndiga de la aflicción. Predestinada a la austeridad emocional por ser descendiente del “pan de pobres”.

(Así reflexionaba la Matze Ball mientras su psicóloga tomaba notas sobre un pan ácimo, con cuidado de no producir migas).

No es fácil haber nacido por accidente, de la huída de un pueblo que tuvo que salir tan rápido de su hogar, para inventar la libertad, que no pudo esperar a que la levadura haga lo suyo y la mezcla esponje. Imagina eso, ser parte de los sacrificios que se tienen que hacer en aras de la libertad: no sólo dejar techo, trabajo, seguridad, sino masticar un pan seco e insípido, que, hoy, las amas de casa se ingenian para aderezar; que si le ponen sal y lo hornean, que si azúcar, que si aguacate … que si Matzá de huevo, de chocolate…Y ni hablar de los malestares estomacales que provoca el “pan de pobres”…

Así es: el judío, una semana al año, es más pobre que cualquier pobre, porque cualquier desposeído puede comprar unas mantecadas en la tiendita de la esquina, mientras los judíos nos tenemos que contentar con algo chato para recordar, año con año, nuestros orígenes esclavos… En fin…

Soy producto del ingenio de estas mujeres, empeñadas a hacer delicias de la nada cotidiana. Tomo algo duro, lo muelo (como debe molerse el ego), le añado huevo, aceite, especies, hago bolitas y ¡hop! echándolo en caldo de pollo (la panacea de los judíos para todos los males), creo una delicia culinaria barata, que se sirve en los mejores restaurantes del mundo.

¿Parece una historia de éxito? No lo es.

¿Has pensado en la pobreza que cargo en los genes, el dolor del dolor, los mensaje que traigo a cuestas? Que si integrar valores requiere de sacrificios previos. Que si, en el judaísmo, hay que transmitir alrededor de una mesa. Que si un descuido en una receta tradicional puede transformar una bola de matzá en una roca incomible. Que si no hay hervor en el caldo, si no hay pasión, el alimento no esponja. Que si la mejor sopa, si no se come en el calor familiar, no sabe a nada…

¿Sabías que mi simple presencia trae frustración a las familias reducidas de hoy, al recordar los fastuosos banquetes multitudinarios del ayer?

¿Y qué decir de la nostalgia?

¿Es correcto que yo lleve sobre las espaldas tanto simbolismo, tantos valores, tantos recuerdos, tanto sufrimiento?

Ya se acaban mis 45 minutos de poderme quejar, Doctora. Usted me pidió la receta del Matze Ball; aquí está la que aparece en el libro Sefra Dayme de la Comunidad Monte Sinaí de México. Otra contradicción: los sefaradíes de origen árabe cocinando un platillo típicamente Ashkenazí, ¡el mundo al revés! Bueno, bueno, anote, para cuatro a seis porciones:

4 Huevos

8 cucharadas de grasa de pollo derretida

8 cucharadas de agua mineral

1 cucharadita de pimienta blanca

1 cucharadita de sal

1 taza de harina de matzá aproximadamente (se adquiere en tiendas de productos árabes y en supermercados en temporada)

2 litros de caldo de pollo colado

Preparación

Se baten los huevos, se añaden la grasa de pollo, el agua mineral, el consomé en polvo, la pimienta y la sal. Se agrega la harina de matzá poco a poco, batiendo con un batidor de globo hasta obtener una pasa espesa. Se deja reposar en el refrigerador durante 1 hora por lo menos.

En la olla honda, se hierve el caldo. Con la mezcla, se hacen bolas de 2.5 cm de diámetro aproximadamente y se sumergen en el caldo, una por una. Se dejan hervir durante 20 minutos más.

Nota: para la grasa de pollo derretida, en una olla extendida de teflón, se calientan 500 g de piel de pollo a que suelte su grasa, cuidado que no se queme. Se cuela el aceite, se deja enfriar y se guarda en frascos en el refrigerador.