ESTHER SHABOT

Se acerca la fecha designada para que los egipcios elijan presidente y la postulación de candidatos al puesto ya está provocando turbulencias graves debido a los desacuerdos al respecto. El viernes pasado decenas de miles de manifestantes, tanto islamistas como liberales, se congregaron de nueva cuenta en la Plaza Tahrir y en ciudades como Alejandría para demandar al Consejo Militar que hoy gobierna el traspaso del poder, ya que han crecido las sospechas de que tal élite castrense pretende mantener en sus manos las riendas gubernamentales. La suspicacia proviene del hecho de que varios aspirantes a la candidatura han sido descalificados para contender. Ello en función de criterios arbitrarios cuya claridad le ha resultado al público más que dudosa.

Entre los aspirantes desaprobados se encuentran dos islamistas connotados. Uno de ellos es Khairat al-Shater, candidato de la Hermandad Musulmana quien contaba con gran popularidad entre los simpatizantes de esa corriente. De igual modo fue sacado de la carrera Hazem Salah Abu Ismail, un salafista ultraconservador al que se le descalificó, paradójicamente, bajo el argumento de que su madre tiene nacionalidad estadounidense. También ha sido vetada una de las figuras más fuertes pero también más controvertidas por haber formado parte del régimen de Mubárak: Omar Suleiman, ex jefe de Inteligencia y quien brevemente fungió como vicepresidente.

Sin embargo, se mantienen en la carrera presidencial dos personajes que igualmente fueron miembros destacados del antiguo régimen: Amr Moussa, ex ministro de Relaciones Exteriores y ex presidente de la Liga Árabe, y Ahmed Shafik, ex comandante de la Fuerza Aérea. Por lo pronto, ellos competirán contra Mohamed Mursi, líder de la Hermandad Musulmana y contra otro islamista moderado de nombre Abdel Abol Fotouh. De cualquier forma, esta lista está lejos de ser la definitiva porque hay una fila de aspirantes adicionales menos conocidos y siguen las disputas y las polémicas al respecto en el seno del Parlamento y el Consejo Militar. Además, la presión popular mostrada en las plazas públicas este fin de semana podría alterar todavía el abanico de candidatos a presentarse ante los electores a partir de la última semana de mayo próximo.

Todo este proceso es afectado sin duda por tensiones adicionales debidas a los desacuerdos sobre quiénes deben redactar la nueva constitución. Liberales, cristianos coptos, y musulmanes religiosos moderados renunciaron a la Asamblea designada para elaborar dicha constitución al alegar que tal cuerpo legislativo estaba dominado de manera desproporcionada por islamistas radicales y no representaba a la diversidad real del pueblo egipcio. El resultado de esta disputa es que por ahora tal Asamblea ha sido suspendida dando con ello pie a que en las manifestaciones del viernes una de las demandas más reiteradas fue que se elaboren nuevos criterios para formar la Asamblea Constituyente de tal suerte que ésta represente más fielmente la diversidad ideológica, política y religiosa de los egipcios.

No cabe duda que la confusión y la falta de claridad dominan hoy el panorama político-electoral del País del Nilo. A unas cuantas semanas de la fecha en que deben celebrarse las elecciones no sólo la lista de candidatos es incierta, sino que quienes pretenden serlo no han logrado enunciar ninguna plataforma o proyecto político medianamente coherente que permita prever qué tipo de gobierno encabezarían ni cuáles serían sus líneas prioritarias. Si bien es cierto que la revolución popular logró en efecto derribar al anquilosado régimen de Mubárak, es cierto también que tal revolución está todavía en pañales en cuanto a lo reconstrucción institucional del país.