LA VOZ DEL CAMPO/

No cabe hablar de un milagro, sino de ingenio y previsión. En la década de 1920, Israel vislumbró su problema de agua y comenzó a dotarse de infraestructura e investigar tecnologías para hacer un uso más eficiente del recurso.

Sólo el 20 por ciento de las tierras israelíes son aptas para el cultivo. En 1965, la agricultura de este país de Oriente Medio usaba un billón de litros de agua por año y el cien por ciento era potable. El año pasado se usó la misma cantidad de agua y sólo el 25 por ciento es potable. Pero, en ese lapso, la producción creció 10 veces.

Lo primero fue buscar agua en el subsuelo, porque no teníamos suficiente agua superficial. Lo segundo fue construir la infraestructura de distribución. Pero, desde el principio, el agua no fue gratis. Fue un recurso valioso, una commodity”, relató a La Voz del Campo Eilon Adar, uno de los mayores expertos israelíes en Hidrología.

La semana pasada estuvo en Córdoba en el Congreso Internacional de Sustentabilidad, organizado por la Fundación Osde. Mostró en detalle el modelo hídrico-agrícola de su país.

Lo primero que hizo fue advertir sobre la crisis hídrica que se avecina: “La población sigue creciendo y el agua será cada vez más escasa. Ya no alcanza con hacer un uso eficiente del agua. Hay que ir por nuevas aguas: reutilización de aguas residuales y desalinización de agua de mar”.

Gran parte de Israel es un desierto. Adar explica que para evitar la pérdida por evaporación (más de 10 litros diarios por metro cuadrado), buena parte de la agricultura se realiza en invernaderos. Pero aclara: “No usamos esta infraestructura para producir soja, trigo o ganado. Los márgenes de ganancia no dan”.

Pero además los sistemas de irrigación están informatizados. “Se trata de regar las raíces, no el suelo”, dice. Entonces, se controla la humedad, temperatura, salinidad y la radiación solar, entre otros parámetros. De esta manera logran una eficiencia de irrigación del 95 por ciento.

A su vez, desarrollaron cultivos resistentes al agua salada. Tomates, olivos y berenjenas en invernadero se riegan con agua salobre obtenida a mil metros de profundidad.

La tecnología también ha permitido que en el medio del desierto se cultiven peces (percas y róbalos, entre otros) y luego utilizar el agua de estos estanques para regar olivos, jojoba, palmeras datileras y alfalfas y de esta manera aprovechar los fertilizantes generados por las heces de los peces.

Transferencia. Toda esta tecnología podría aplicarse en Córdoba; claro que no para hacer cultivos extensivos como la soja o el trigo. Pero sí para la producción de frutas y verduras, por ejemplo, en el cinturón verde o en regiones semiáridas, al norte y oeste provincial.

Evaluación local. Santiago Reyna, especialista cordobés en Hidrología, asegura que el sistema de riego del cinturón verde es arcaico. Mientras que los habitantes del Gran Córdoba consumen 13 metros cúbicos por segundo (13 m3/s), las huertas utilizan tres m3/s. “Es mucha agua para tirarla en apenas ocho mil hectáreas”, asegura.

Con un subsidio de la Unión Europea, el grupo de Reyna estudia cómo mejorar esta situación. Analizan datos técnicos y económicos para utilizar tecnología de riego por aspersión o por goteo. Otra idea es reutilizar los dos m3/s de agua que la planta de tratamientos cloacales Bajo Grande arroja al río.

Nuevas aguas. Reutilizar el agua tratada es una de las tecnologías que estudia Adar para buscar “nuevas aguas”. La otra es la desalinización del agua de mar. El año pasado Israel desalinizó 300 millones de metros cúbicos (en 2013 casi se duplicará).

El costo es de 0,60 dólar por litro de agua desalinizada. “El proceso es exitoso porque ya teníamos el sistema de distribución instalado”, contó. “Cuando logremos bajar el costo a 0,30 dólar por litro, el agua será accesible para todos, incluso en los países con economías más débiles”, destacó.

Adar también mostró varios de los diseños en los que están trabajando para buscar nuevas aguas. Por ejemplo, desalinización solar, bombeo mecánico de agua de mar a través de molinos de viento, electrodiálisis y la aplicación de ósmosis inversa para purificar aguas residuales.

Alerta, emisiones

Panorama. Las emisiones globales de dióxido de carbono ascienden a 30.000 millones de toneladas por año. Estamos consumiendo recursos a una tasa de 1,5 planeta y para 2020 habrá 1.000 millones más de personas, la mayoría en países en vías de desarrollo.

A menos que las emisiones de dióxido de carbono se reduzcan, para 2050 el calentamiento global podría aumentar el nivel del mar en un metro y para 2025: 2.800 millones de personas sufrirán escasez de agua. Si seguimos consumiendo recursos como hasta ahora, se necesitarán dos planetas en 2020, afirmó Tarcisio Mülek, gerente de Sustentabilidad & Responsabilidad Empresaria de Unilever Argentina, quien expuso sobre la sustentabilidad como modelo de gestión y desarrollo en el congreso realizado en Córdoba.