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Los organismos de inteligencia de varios Estados latinoamericanos se encuentran en estado de alerta. Un alerta que, por el momento, se mantiene en reserva, pero que se ha visto reforzada ante la llegada de informes complementarios desde fuentes de alto nivel en Medio Oriente que confirman el arribo al continente de grupos operativos de Hezbollah con el fin de perpetrar un atentado terrorista.

Los servicios de los países concernidos están monitoreando en detalle la situación y actualizando planes de contingencia ante la amenaza de un inminente pase a la acción por parte de estos grupos, cuya presencia en la región viene siendo señalada desde hace tiempo.

Las autoridades fronterizas y los organismos de migración vigilan los movimientos de pasajeros que responden a perfiles definidos como sospechosos según los estándares de seguridad y prevención del terrorismo.

Los recientes atentados abortados contra objetivos israelíes en India, Tailandia y Georgia, atribuidos por el premier Benjamín Netanyahu a células iraníes y a Hezbollah, son un precedente que preocupa.

Antecedentes

Ya en junio del año pasado, miembros de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos denunciaron que terroristas del movimiento libanés operaban en la Triple Frontera de la Argentina, Brasil y Paraguay, y en Venezuela. En esa ocasión, el representante republicano Patrick Meehan, jefe de la subcomisión contra el Terrorismo de la Comisión de Seguridad Nacional, dijo que Hezbollah “tiene una vasta red en la región” y que eso constituía un riesgo para la seguridad estadounidense.

Hace tiempo que el continente ofrece varios atractivos para los propósitos subversivos del régimen iraní y sus organizaciones afines, Hezbollah en particular, que la han elegido como plataforma para la desestabilización y desde la cual atacar los intereses estadounidenses.

Un documento publicado el año pasado por la revista Foreign Policy, La creciente amenaza iraní en América Latina, sostiene que “en los últimos años Hezbollah y sus mecenas en Irán expandieron enormemente sus operaciones en América Latina en desmedro de la seguridad interamericana y de los intereses estratégicos de Estados Unidos”.

La naturaleza de estas actividades va de la exportación de la Revolución Islámica al accionar puramente desestabilizante, mediante el terrorismo y el crimen, pasando por el establecimiento de bases logísticas.

Los autores del informe, Roger Noriega y José Cárdenas, afirman que “hoy Hezbollah utiliza el hemisferio occidental como base de operaciones y de recaudación de fondos” y que “Hugo Chávez en Venezuela y otros gobiernos antiestadounidenses de la región han facilitado esa expansión abriéndoles los brazos” a esta organización libanesa terrorista y a su patrocinante, el régimen iraní.

El objetivo de esta avanzada es paliar el aislamiento internacional en el cual se encuentra Teherán, fruto de su política nuclear de finalidad militar, y además socavar la influencia de Washington en la región.

Para esto, fue orquestada una ofensiva diplomática y económica que rindió sus frutos especialmente en Venezuela, gracias a la afinidad ideológica de su caudillo Hugo Chávez con la autocracia iraní.

Hezbollah envía activistas a América Latina desde los años 80. El primer destino fue la región conocida como la triple frontera -entre Brasil, Argentina y Paraguay- una zona sin ley que propicia el florecimiento de actividades como la recaudación y el lavado de fondos, y la falsificación de dinero y otros documentos, el reclutamiento de colaboradores y también la planificación de atentados.

“El proselitismo resultante -dice el informe antes citado- derivó en la creación de numerosas células del Hezbollah, se estima que con 460 miembros, en la triple frontera para mediados de la década de 2000”.

Esta avanzada le permitió también a Hezbollah tejer lazos con otras organizaciones ilegales transnacionales como los cárteles de la droga. En el caso de México, el grupo intercambia know how criminal con los narcotraficantes mexicanos en la frontera con los Estados Unidos.

Para la creación de células en el exterior, Hezbollah “sólo envía a sus miembros más comprometidos e intrépidos”, dice el informe Noriega-Cárdenas. “Estos deben establecer una red desde cero, a partir de la cual puedan recaudar fondos para enviar a la cúpula en Líbano, familiarizarse con el territorio y los objetivos potenciales, y comenzar a planificar las operaciones”.

Aunque los especialistas difieren en la evaluación del riesgo que representan estas actividades -de instalación de una infraestructura operativa en la región-, la mayoría coinciden en que éstas no pueden ser vistas como un fin en sí mismo, sino que debe considerarse el grado de inminencia de un pasaje a la acción. Algo que los informes que circulan en estos momentos por los más altos despachos de las administraciones latinoamericanas parecen confirmar.