JAMES WOOLSEY/ NEW YORK TIMES

En el artículo de Martin Peretz en el NYT: “El movimiento mendaz para liberar a un espía convicto” (editorial, 25 de junio) se recuerda que recomendé no conceder el indulto de Jonathan Pollard, en la primera administración de Clinton, cuando yo era director de la CIA. Ahora, después de casi dos décadas, estoy a favor de su liberación. ¿Qué ha cambiado? El paso del tiempo.

Cuando me manifesté en contra del indulto, Pollard había estado en prisión durante menos de una década. Hoy, lleva encarcelado más de un cuarto de siglo, cumpliendo cadena perpetua.

De los más de 50 espías del bloque soviético y espías chinos recientemente condenados, sólo dos-Aldrich Ames y Robert Hanssen-también recibieron sentencias de cadena perpetua; dos tercios de los 50 espías enemigos han cumplido- o han sido sentenciados a- menos tiempo que Pollard.

Los espías recientemente condenados de países como Arabia Saudita, Ghana, Ecuador, Egipto, Filipinas y Corea del Sur están cumpliendo menos de una década. Un espía griego-estadounidense especialmente dañino, Steven Lalas, recibió una sentencia de 14 años, menos de la mitad de lo que Pollard ya ha cumplido.

Pollard ha cooperado plenamente con el gobierno de los EE.UU: se comprometió a no sacar provecho de su crimen (por ejemplo, de las ventas de libros), y muchas veces ha expresado su arrepentimiento por lo que hizo.

No hay absolutamente ninguna razón para que Pollard esté encarcelado durante el mismo tiempo que Ames y Hanssen, y considerablemente más que los espías de los aliados y los países neutrales. Para aquellos que destacan por alguna razón el hecho de que él es un judio americano, finjan que es un griego, coreano o filipino-americano y libérenlo.