RODICA RADIAN GORDON/EXCELSIOR

La semana pasada falleció Itzhak Shamir, séptimo primer ministro del estado de Israel, a los 96 años de edad. Shamir fue primer ministro entre octubre de 1983 y septiembre de 1984, desde 1986 hasta 1990 y en 1992, por lo que se convirtió en el primer ministro que tuvo la más larga trayectoria después de David Ben-Gurion.

Fue un hombre siempre fiel a su ideología, al siempre mantener fuertemente sus principios. Un hombre firme con una enorme fuerza interna, que le permitió contenerse ante situaciones complejas y delicadas.

Pero ante todo se distinguió por su rectitud, honestidad y austeridad, sin pretender obtener beneficios personales y económicos. Aun sus mayores oponentes políticos han reconocido que Shamir siempre actuó de forma patriótica y para el beneficio del pueblo de Israel, según su entendimiento, sin buscar popularidad o reconocimiento.

Aunque su ideología fue de derecha, teniendo adversarios en la arena política israelí; fue uno de los pilares y primeros arquitectos de algunos de los gobiernos de “unidad nacional”.

El caso más conocido fue el de su coalición con el Partido Laborista de Shimon Peres entre 1982-1986, la cual llevó a la alternancia donde Peres sería primer ministro entre 1982-1984 y Shamir entre 1984-1986.

Shamir fue primer ministro durante el periodo de la caída de la Unión Soviética y el término de la Guerra Fría. En dicho contexto se puede apreciar la importancia de las decisiones que tomó en las olas migratorias de los judíos de la ex Unión Soviética y de Etiopía hacía Israel.

Shamir trabajó conjuntamente con la administración estadunidense para asegurar que cientos de miles de inmigrantes de la ex Unión Soviética llegasen primero a Israel y no a otros destinos. Fue también el responsable de conducir a 15 mil judíos etíopes durante la Operación Salomón.

Una de sus decisiones más importantes fue, durante la Guerra del Golfo, en 1991 cuando Israel fue atacado por más de 40 misiles iraquíes. Shamir decidió no responder a las provocaciones previniendo así la escalada de la guerra.

Esta decisión entre otras, creó la atmosfera necesaria que permitió la reunión de la Conferencia de Madrid en octubre de 1991. Dicha conferencia marcó la primera etapa del proceso de paz entre Israel y sus vecinos y aunque Shamir no fue entusiasta al respecto, fue lo suficientemente sabio para aceptar un diálogo sin precondiciones entre Israel y los países árabes. El fruto más importante de Madrid resultó ser el acuerdo de paz entre Israel y Jordania.

Tal vez la historia no lo juzgará como el líder israelí más carismático pero ciertamente será recordado como uno de los servidores más valientes de su pueblo.