HAARETZ/ TRADUCCIÓN MAY SAMRA

Ver la primera parte aquí.

Se tomaron muestras del suelo, del agua y de la vegetación alrededor del sitio, pero no se encontraron rastros de materiales radiactivos. Sin embargo, otras pruebas que se llevaron de vuelta a Israel hicieron que las piezas del rompecabezas cayeran en su lugar. El misterio tuvo solución: el proyecto era realmente de naturaleza nuclear.

¿Centrifugadoras o reactor?

Los equipos volvieron allí en varias misiones de reconocimiento más y obtuvieron información adicional. Se hizo evidente que los expertos de Corea del Norte estaban ayudando a Siria a construir una instalación nuclear. Desconocido era si se trataba de una colección de centrifugadoras, que tomaría mucho tiempo para enriquecer uranio para las bombas, o un reactor nuclear, lo que podría proporcionar plutonio para bombas con mayor rapidez. ¿Y qué tan cerca al final estaba el proyecto?

La respuesta era importante. Dependiendo de ello, los dirigentes israelíes podían decidir si tendrían que bombardear urgentemente el edificio, o que podían esperar.

Todos estos dilemas se resolvieron en marzo de 2007, cuando la información más importante e incriminatoria fue recogida, una “pistola humeante”. Apareció como resultado de un error grave en la protección de datos, por parte de un miembro de la Comisión de Energía Atómica de Siria, quien voló desde Damasco a una reunión en una capital europea y se llevó con él varios documentos en un ordenador portátil.

Operadores del Mossad, de las unidades Cesarea y Neviot, se infiltraron en su habitación y copiaron la documentación en cuestión. Sabían que habían encontrado un tesoro. Por otra parte, los científicos sirios también habían tomado fotografías del edificio sospechoso. Éstas mostraban que la estructura no era una instalación para el enriquecimiento de uranio, sino más bien un reactor nuclear.

Ahora, había una fuerte evidencia pictórica que Siria estaba construyendo un reactor de grafito del tipo de Yongbyon, utilizado por Corea del Norte para hacer sus propias bombas nucleares. Israel entendió que el Estado paria comunista, siempre desesperado por divisas, había vendido su tecnología por dinero. Aún más importante y preocupante fue la evaluación de Israel de que el reactor podría estar listo para “calentarse” dentro de unos meses, tras lo cual se necesitaría un poco más de un año para producir suficiente plutonio para una bomba nuclear.

Una pieza más de evidencia era preocupante. Tuberías de gran tamaño y una estación de bombeo para enfriar el reactor con agua del Eufrates, parecían estar listas para su uso.

Un elemento adicional de datos contribuiría a la toma de decisiones de Israel. El Mossad llegó a la conclusión de que Irán no tenía papel alguno en la construcción del reactor. A pesar de la creciente amistad entre Siria e Irán, los iraníes no estaban al tanto del secreto. Una alianza entre ambas naciones estaba restringida por un alto grado de compartimentación.

Ésa fue la información acumulada sobre Siria que Dagan y su jefe de inteligencia estaban llevando a Tel Aviv para su reunión con Olmert – una reunión que concluyó con un consenso de que el edificio tendría que ser destruido.

Las aguas del Potomac

Frente a una decisión muy importante, cualquier primer ministro israelí, desde el principio, pone a prueba las aguas del Potomac para escuchar lo que el gobierno estadounidense tiene que decir. Olmert envió a Dagan, cuya principal pregunta al Pentágono y la CIA fue: ¿Ustedes sabían acerca de esto? Ellos no sabían.

Olmert, en una visita a Washington en junio de 2007, se dirigió al presidente George W. Bush y le dijo: “George, le pido bombardear el complejo.”

Bush decidió, sin embargo, que un bombardeo de Siria, sin provocación obvia, causaría ” un grave retroceso”. El Primer Ministro llegó a la conclusión de que, si fuera necesaria la acción, Israel tendría que hacerla solo. Olmert se encontró de pronto en la misma posición que Menajem Begin en 1981 (cuando se enfrentó con la construcción en Irak de un reactor nuclear). Ahora tenía que decidir si iba a continuar con la “Doctrina Begin” – que dicta que ningún enemigo de Israel se permite tener armas nucleares.

La consulta con los asesores duró muy poco: Olmert seguiría la línea de Beguín.

Olmert amplió ligeramente el número de personas que participaron en estas discusiones. En cuestión de semanas, recibió, en cinco reuniones importantes de su gabinete interior, a 14 personas en total-con todos los ministros expresando sus puntos de vista.

En cuanto a la operación de la inteligencia israelí y del ejército, todos, esta vez, hablaron como uno solo. A diferencia de las deliberaciones que condujeron al ataque de 1981 de Osirak, todos los jefes de agencias de inteligencia, sus suplentes y sus principales analistas favorecían la demolición del reactor de Siria. Estos hombres inclyeron a Dagan, Amos Yadlin, quien fuera uno de los pilotos que atacaron a Irak en 1981, y el Jefe de Estado Mayor, Teniente General Gabi Ashkenazi.

Un fuerte consenso parecía estar surgiendo dentro del gabinete también. Los ministros apoyaron la posición de Olmert de que – en el espíritu de Begin – Siria tendría que dejar de adquirir armas nucleares. Pero hubo una excepción muy destacada.

Para el asombro de sus colegas, Ehud Barak, el ministro de Defensa, expresó fuertes objeciones. Se opuso al bombardeo de Siria, sugiriendo que Israel aún tenía tiempo, que no había necesidad de apresurarse.