LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO

Inicio de una Larga Carrera

Cerrar la fábrica no fue un proceso automático; me llevó más de ocho meses hacerlo, en virtud de que había que cumplir con algunos pedidos pendientes, “rematar´´ inventarios existentes de mercancías e insumos, al igual que la maquinaria y las instalaciones, y sobre todo, liquidar conforme a la ley al personal, para lo cual tuve que generar la liquidez suficiente, en parte derivada de los remates referidos y de mis propio ahorros; incluso, a algunos obreros, les di parte de su liquidación, bajo su absoluta aprobación, con activos de la empresa. Asimismo, todos los adeudos con proveedores y el gobierno fueron cubiertos; podía caminar en la calle tranquilo, sin que nadie me señalara con la mano o me insultara. De hecho, en varias ocasiones, me encontré con algunos de mis ex trabajadores por el Centro de la ciudad y me saludaron con mucha cordialidad. Era frecuente en esos tiempos, inicios de los setentas, que quien cerraba una empresa, desapareciera de la noche a la mañana con sus activos y no cubriera sus adeudos. Tuve noticias de algunos empresarios judíos que huyeron a Israel, país con el cual México no tenía convenio de extradición.

Mi situación económica se hizo difícil; no percibí ingresos durante casi un año, además había invertido mi patrimonio en la construcción de una casa con un joven arquitecto amigo, creo que era su primera obra, cuyo costo se triplicó por que hizo cálculos inadecuados. Mi amigo el arquitecto no concluyó la obra, y para evadir su responsabilidad, se fue a un curso a Francia, delegando el proyecto a otro arquitecto.

Para terminar la casa tuve que conseguir fondos con un banco y pagar intereses. Al principio traté de vender la propiedad, sin embargo, como indiqué en la Crónica previa, la economía experimentaba un periodo de “ atonía´´ y no había compradores interesados. Afortunadamente la renté durante un año, cubrí los intereses del banco y obtuve un ingreso para satisfacer las necesidades básicas de mi familia; más adelante logré vender la casa obteniendo una cantidad inferior al avaluó comercial.

Mi hermana mayor, que trabajaba conmigo en la fábrica, se colocó en buenas condiciones como compradora en la cadena de tiendas de ropa de los tíos de mi esposa e inicio una brillante carrera en ese campo, dada sus capacidades y espíritu innovador; al final de los setentas regresó con su familia a EUA donde su esposo había nacido y prosiguió con su trabajo profesional en el ámbito de la publicidad, mi hermana comenzó una carrera como gerente de una galería de arte.

Por mi parte, empecé a buscar un empleo. Tuve entrevistas en varias empresas, sin embargo, no concreté nada; ofrecían puestos poco interesantes para mi profesión de economista y las percepciones eran bajas. No obstante, mantuve un fuerte espíritu de lucha, derivado de mi juventud y del compromiso moral por sacar adelante a mi familia. Así, un día que visitaba a un ex compañero de la escuela en la biblioteca de la institución financiera más importante del país, donde él trabajaba, le pregunté si había plazas vacantes en el Departamento de Estudios Económicos de esa Institución; me indicó que él no tenía conocimiento sobre eso, y con desgano me señaló en donde se ubicaba el Departamento de Estudios Económicos; creo que él ya había tratado de conseguir un empleo en el mismo sin poder obtenerlo. Elaboré un Currículum Vitae y me dirigí, sin ninguna recomendación, con uno de los dos Subgerentes del Departamento de Estudios Económicos de esa Institución; era un funcionario de alrededor de 30 años, de origen español, agradable, a quien le interesó mi Curriculum por mi preparación en una excelente universidad privada, el Itam, mi estancia en Israel y la experiencia reciente que tenía como empresario. Me envió al área de personal en donde me hicieron pruebas psicométricas; llené varios cuestionarios sobre antecedentes familiares, hábitos de vida, entre otros temas, y finalmente fui sujeto a un examen médico.

Trascurrieron alrededor de dos meses y no me habían llamado del área de personal; fui con el Subgerente de Estudios Económicos para ver qué había pasado, me dijo que no me preocupara, que la Institución era muy grande y burocrática y los procesos de contratación de personal se demoraban. Un mes más tarde se comunicaron conmigo avisándome que me presentara con el Gerente de Personal; era un individuo de más de 50 años, de apariencia conservadora, como lo eran casi todos los funcionarios con cargos gerenciales. Me indicó que había sido aceptado, se quedó observándome y me dijo que él creía que yo tenia el pelo muy largo y que debería cortármelo. En realidad, sí lo tenía largo, y aunque iba vestido formalmente, traje y corbata, el color de mi camisa era chillante, los jóvenes judíos de aquel tiempo usábamos vestimentas llamativas. Se me `prendió el foco´´ y le contesté que su sugerencia era muy buena y que de inmediato iría a la peluquería. Creo que si no hubiera aceptado su propuesta, no me hubieran contratado. Pienso que el Gerente de Personal percibió que yo era una persona flexible, lo cual era conveniente para desempeñar la función para la que me contrataban. Ese detalle fue muy importante para poder desarrollarme profesionalmente en esa gran Institución durante 25 años.

En este contexto, hace dos semanas tuve una comida con un ex compañero de la Institución bancaria donde trabajé y que durante un tiempo fue mi jefe en la División Internacional de la misma, con quien tengo una estrecha amistad y le comentaba que el inicio de mis labores en el Banco representó mi integración de manera progresiva a la sociedad mexicana. Ciertamente, mi circulo social y cultural previo, se centraba en amistades y actividades de la Comunidad Judía. El Banco me permitió introducirme a un mundo más abierto, más flexible y multicultural, lo cual propició un desarrollo integral de mi personalidad y una relación más rica en valores con el mundo que me rodeaba. Esta integración no significó que me hubiera asimilado; este último concepto implica negación de valores originales. Yo conviví con mi tradición judía y un entorno que propició que pudiera superar los prejuicios que todos los judíos tenemos sobre quienes no lo son. Nunca “ he negado el Maguén David de mi sinagoga´´, parodiando a los católicos que señalan “ que no niegan la cruz de su parroquia´´; por el contrario, reafirmé mi judaísmo y prácticamente no tuve que enfrentar actitudes antisemitas, las cuales han surgido recientemente en México, no obstante, ello será objeto de un comentario adicional amplio en una próxima Crónica.

Mi salario en el Banco no era elevado, empero, como inicio de una nueva etapa de mi vida, con cierta austeridad, me permitió cubrir razonablemente las necesidades básicas de mi familia. Por lo demás, me otorgaron diferentes prestaciones sociales como un servicio médico a través de una red particular, acceso a un club deportivo, descuentos en tiendas departamentales y de autoservicio, y sobre todo, un buen trato como persona. Dejé atrás la presión semanal que tenía en mi fábrica para cubrir las nóminas y los conflictos con el personal, proveedores, clientes y el Seguro Social, inherentes a la actividad empresarial…