Artículo de junio de 2011

MARIO NUDELSTEJER T.

Con fecha 7 de junio de 1981 el mundo, sorprendido y en una época en que las noticias viajaban más lentas pues aún no se difundía el Internet, nos enterábamos que en una singular acción sin parangón en la historia, la Fuerza Aérea Israelí (IAF por sus siglas en inglés) había destruido una central nuclear en construcción, ordenada por el aquel entonces dictador de Irak, Sadam Hussein, con apenas diez militares y un civil (científico francés) muertos.

En 1976 Irak adquirió de Francia un reactor nuclear designado como Clase “Osiris” que incluía 76 kilos de uranio enriquecido al 98% (casi plutonio), y que según ambos (y como sucede ahora con el avanzado y peligroso proyecto de Irán), se decía que sería utilizado con fines pacíficos de investigación y generación eléctrica. Pero Israel lo contempló como un paso agresivo con objeto de crear armamento atómico.

El Estado Judío adujo que su operación fue realizada en defensa propia y se aventuró a través de países enemigos como Arabia Saudita y por la frontera de Jordania, hasta el sitio en construcción, con varias escuadrillas de caza-bombarderos F-16-A y F-15-A de su Fuerza Aérea, comandada por David Ivrí, para dejar en escombros dicha planta nuclear, antes de su inicio en operación. Y uno se pregunta si ¿era justificado este ataque?

La respuesta a esta realidad llegó 10 años después, cuando en la Primera Guerra del Golfo Pérsico que emprendió George Bush padre, Sadam Hussein lanzaría una miríada de misiles tipo “Scud” contra Tel-Aviv amenazando que alguno de ellos contendría ojiva biológica de destrucción masiva.

Tómese en cuenta que en esa ocasión (la guerra llamada “Escudo del Desierto”) Israel jamás intervino. Pero, como ahora sucede con Siria, los países árabes siempre pretenden desviar la atención de sus problemas amenazando al Estado hebreo.

Esto sucedía mientras Menahem Begin fungía como Primer Ministro de Israel y Moshé Dayán como Ministro de Relaciones Exteriores, y ese acto fue acerbamente criticado en las Naciones Unidas tanto en el Consejo de Seguridad (Resolución 36/27), como en la Asamblea General de ese año, y sin embargo hoy se contempla en los estudios de política internacional como ejemplo de ataque preventivo ante una seria amenaza, que ejerce un Estado contra otro con el que, como en el caso de Irak, existe una tácita declaración de guerra desde 1948, cuando se independizó Israel e Irak intervino con un amplio número de brigadas en apoyo al ataque de la Liga Árabe que encabezaba Gamal Abdel Nasser de Egipto.

Los pilotos israelíes lograron penetrar el domo del reactor con un tino que es ejemplificado por los arqueros como “colocar una flecha sobre otra en la diana objetivo”. Ellos practicaron esta operación desde 1977 y, sin embargo, en el logro de dicha capacitación tres de esos pilotos perdieron la vida. Mas el resultado es una lección de tácticas.

Previo a esto, durante la guerra que sostuvieron Irán e Irak, la primera atacó con aviones F-4 Phantom esa misma planta en construcción. Esto ocurrió en septiembre 30 de 1980. Y no hace mucho, cerca de la ciudad de Sanaa, en septiembre 6 de 2007, con la operación “Huerto” Israel detectó y destruyó los cimientos de otro reactor calladamente construido por los sirios presididos por Bashar Al Assad, cuya reacción tardó en ponerse de manifiesto por la secrecía amenazante en que se mantuvo su desarrollo.

Vale la pena aclarar que Osirak (Irak), dista de Israel unos 1,600 kilómetros, por lo cual esta operación tuvo que ser cumplida a través del reabastecimiento en el aire de los aviones de combate, y en esta operación participó, nada menos que el Coronel Ilán Ramón, quien trágicamente falleciera durante el reingreso a la atmósfera de la tierra del transbordador espacial “Columbia”, del que era integrante del equipo de astronautas.

Conforme retornaban a su base en Israel, los aguerridos integrantes de aquella operación, sin embargo, recitaban el versículo bíblico de Josué 10:12 que señala, con poder de convicción: “Shemesh be Givón, dom, ve yareaj be emek HaYalón; ad yikom goy oivav” (“Sol detente en Givón, y luna en el valle de Yalón, hasta vencer a nuestro infiel enemigo”). Y se ponía el sol inmaculado en el poniente, iluminando de rojo vivo a las escuadrillas en cuyo costado destacaba, por su blancura, el Maguén David de la insignia judía de cada nave.