LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO

El sonar de los tambores de guerra ha reaparecido en Israel. Preparativos de las Fuerzas Armadas de Israel (FAE) parecen indicar que es inminente el ataque a objetivos nucleares de Irán: incremento de los inventarios de municiones y raciones de alimentos en las bases militares; concentración de pilotos y aviones; funcionamiento del sistema operativo para interceptar los misiles que lanzaría Irán y sus aliados: Hezbollah en Libano y Hamas en la Franja de Gaza.

La decisión del ataque aparentemente aún no ha sido tomada por el gobierno, hay diferencias entre sus miembros sobre la acción militar contra Irán. En este ámbito, algunos analistas piensan que el conflicto no estallará antes de las elecciones presidenciales de EUA en noviembre próximo; asimismo, consideran que la “psicosis de guerra” constituye una estrategia deliberada de Benjamín Netanyahu (BN) para que Obama presione a Mahmud Ahmadineyad (MA) para que este último no continúe con su programa nuclear que ha registrado avances notables, convirtiéndose en una verdadera amenaza para la sobrevivencia de Israel, y en general, en un gran desafío para Occidente.

BN ha señalado que es importante “hacer todo lo que está en nuestras manos para impedir que los ayatolas posean capacidades nucleares; la diplomacia y las sanciones no han hecho hasta ahora retroceder ni un punto al programa nuclear iraní”. El precio que tendría que pagar Israel por una guerra con Irán es elevado, sin embargo, menor al de un Irán nuclear.

En este contexto, es comprensible que BN aumente su tono de voz contra Irán a fin de impulsar su popularidad en Israel, la cual se ha visto mermada porque la gente piensa que él no ha logrado reactivar el estancado proceso de paz con los palestinos, y que en virtud de sus políticas, se ha deteriorado el nivel de vida de una parte importante de la población de Israel. No obstante, también es cierto que MA ha logrado romper parcialmente el “bloqueo” económico que le ha impuesto Occidente; el periódico New York Times ha señalado recientemente que Irak ha contribuido a ello “contrabandeando petróleo iraní y movilizando en secreto grandes cantidades en efectivo”.

Por lo demás, el comercio entre Irak e Irán, países que tuvieron una guerra entre 1980 y 1988, con un saldo de entre 500,000 y un millón de muertos, dos millones de heridos y 4 millones de desplazados, ha crecido de manera importante desde la invasión a Irak por parte de EUA y sus aliados en el 2003: 11,000 millones de dólares en promedio anual; asimismo, varios bancos en el mundo han ayudado a Teherán a atenuar las sanciones económicas, entre otros, el británico Standar Charted al cual se le atribuye “haber lavado 250,000 millones de dólares de Irán. También el gobierno de Hugo Chávez ha realizado operaciones bancarias y adquisiciones de bienes para MA.

La evasión de las sanciones por parte de Irán y el adelanto de su programa nuclear, han propiciado una mayor belicosidad de MA en sus discursos contra Israel; ha usado expresiones deleznables propias de la época de Hitler; MA ha calificado a Israel de “tumor canceroso que hay que extirpar hasta la última célula”, mención que ha sido repetida por sus ayatolas. El gobierno de Francia la calificó de “inaceptable y ultrajante”. Cabe destacar, que las palabras de MA, alientan a los fundamentalistas islámicos a realizar acciones antisemitas y antioccidentales en todo el mundo; en una manifestación de musulmanes radicales por las calles de Londres en agosto, portaron pancartas con leyendas de intolerancia y odio contra los no musulmanes, entre otras, destacaron las que: alentaban a “matar a quienes insultan al Islam”; “el Islam dominará el mundo”; “al diablo con la democracia”; “Europa, aprende del 11 de septiembre; prepárate para el verdadero Holocausto”.

La respuesta del gobierno Inglés y de otros gobiernos de Europa a la alteración del orden público, ha sido francamente pusilánime. Igualmente, no hay señales de vida de los musulmanes “amantes de la paz”, “se han hecho irrelevantes por su silencio”. En este marco, resulta conveniente que los gobiernos, y las sociedades en general, insistan en que los musulmanes moderados eduquen a sus familias “para la paz para debilitar la beligerancia de los musulmanes radicales”, empero, al mismo tiempo, los gobiernos de las diferentes naciones invadidas por el demencial fanatismo islámico tendrán que desarrollar acciones más severas para frenarlos; ello implica utilizar a las fuerzas del orden para combatirlos.