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«El régimen es como la planta de la mora. Cuando uno mete la mano, es muy complicado sacarla. Está bien diseñado, y por eso sigue siendo fuerte y sufre pocas deserciones. Salir de él puede ser muy doloroso», reflexiona en voz alta Sharif Shehade. Su rostro, desconocido hasta febrero de 2011, es ahora uno de los más populares del país desde el estallido del levantamiento contra Bashar el-Asad porque fue «el primero que habló ante las cámaras de lo que estaba pasando, hasta entonces era tabú».

Natural de las montañas alauíes del noroeste del país ocupa el mismo despacho que tenía antes de ser elegido diputado del último parlamento surgido de las urnas, una amplia oficina situada bajo la grada del estadio de la ciudad deportiva de Tishreen, en el centro de la capital. Allí despacha asuntos de Estado rodeado por la misma gente que le acompañaba antes. «Vengo del mundo del fútbol y soy hombre de equipo. No he cambiado mi forma de ser por ocupar un cargo público, sigo siendo el mismo que antes», repite una y otra vez, aunque ahora algunos de los suyos están armados porque su nombre está en la lista de objetivos de la oposición armada. Antiguo defensa líbero del equipo sirio del Al-Majed, periodista vocacional y seguidor del Barça, su perfil fuera de las pantallas y del parlamento tiene poco que ver con el de la clase política ‘baazista’ que ha regido el país en las últimas décadas.

Cuando está ante una cámara se transforma. Su discurso es firme, su voz grave y su mensaje es un golpe directo en la cara de los que exigen la dimisión de El-Asad. «Es el más duro, desde el comienzo justificó el uso de la violencia contra nosotros», denuncian activistas de la oposición consultados en la capital, que prefieren apagar la televisión cuando aparece Shehade.

«Si la alternativa que proponen es el salafismo, preferimos cien veces seguir con este régimen, hasta Israel es mejor que los salafistas porque al menos los judíos van de cara. El mundo va descubriendo poco a poco lo que sabíamos desde el comienzo, que no ha habido protestas pacíficas y que siempre han usado las armas», denuncia Shehade.

Conexión británica

Suena su móvil, llama el canal en árabe de la BBC para una entrevista telefónica. Camina por el salón de cuyas paredes cuelgan las fotos de Hafez y Bashar el-Asad, «más aficionado al baloncesto que al fútbol», asegura, junto a la de su equipo blanquiazul de toda la vida.

En los últimos meses ha sufrido tres intentos de asesinato y ahora los disparos y explosiones suenan muy cerca de su sillón ya que Tishreen está a las puertas de Kafar Sousa, una de las zonas con fuerte presencia opositora. «Queremos cambios y acabar con la mala gestión y la corrupción que nos han llevado hasta esta situación. La reforma del sistema es indispensable, pero no de la manera que pretende la oposición armada», señala Sharif Shehade tras atender a la cadena británica, una autocrítica compartida por muchos nuevos diputados y altos cargos sin vinculación con el régimen que han entrado en escena desde que el presidente dio luz verde a la nueva Constitución, primer gran gesto de apertura política tras doce años en el cargo.