LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO

Un buen desempeño profesional

Después de un tiempo me reasignaron funciones en el Departamento de Estudios Económicos. Me hicieron responsable del área de Comercio Interno y del Externo, este último incluía el estudio de la actividad turística y las transacciones fronterizas, importación y exportación de bienes y servicios, inversión extranjera directa y la industria maquiladora de exportación, principalmente. Desempeñé esta labor, con carácter de asesor, por una década, durante la cual me volví experto en esos temas. En los setentas la información económica oficial y la de cámaras y asociaciones privadas, era limitada, incluso, muchas veces inexistente; la que se producía no siempre se actualizaba con la frecuencia y oportunidad que se requería para el apoyo de las decisiones de crédito y de negocios. Esta situación fue para mí una oportunidad para crear un banco de datos y un análisis dinámico del desempeño de los sectores que eran de mi responsabilidad.

Aproveché la relación con clientes del Banco para obtener información que sistematicé e interpreté permanentemente. Los datos y juicios de empresarios en aquel entonces no fluían a través de las redes de internet que empezaban a desarrollarse. Realicé visitas a compañías en el área Metropolitana de la Ciudad de México y de otras ciudades importantes de la República para convencer a empresarios y asociaciones para que me proporcionaran cifras, que generalmente eran confidenciales, y opiniones sobre el desarrollo de los sectores en los que participaban.

Periódicamente los invitaba por grupos a comidas en las instalaciones ejecutivas del Banco, donde intercambiábamos ideas. Con el tiempo me gané su confianza y la amistad de algunos de ellos que conservo hasta el presente. Les proporcionaba información y análisis con un enfoque práctico, que les parecía útil para la toma de decisiones.

Fui invitado a Consejos de Administración de Empresas, convenciones y otros eventos para dar conferencias sobre la economía en general, y de los sectores que en particular analizaba. Poco a poco, y con un espíritu de innovación, logré una buena reputación profesional en el Banco y en el medio empresarial y académico del país. Parte de los análisis que elaboraba eran publicados mensualmente en la prestigiada revista del Banco, asimismo, realizaba artículos para revistas y periódicos nacionales y del extranjero.

En el Banco, los integrantes del Departamento de Estudios Económicos con más experiencia éramos invitados a comidas de altos ejecutivos de áreas operativas para intercambiar ideas con clientes. Igualmente, de las diferentes Direcciones Regionales en el país éramos solicitados para dar conferencias a la clientela.

Un hecho que me recompensó profesionalmente fue que el Director General Adjunto del área de la cual dependía el Departamento de Estudios Económicos, me designara representante del Banco de varios Consejos de Administración de hoteles de las dos cadenas que poseían en esa actividad y en una agencia internacional de viajes en la que era el socio mayoritario en México. En los Consejos también asistían otros miembros del Banco, empero de áreas operativas. El ser Consejero fue una gran experiencia; en las sesiones se trataban asuntos prácticos y se tomaban decisiones que implicaban desembolsos millonarios. Por lo demás, el ser miembro de los Consejos me abrió puertas para tener acceso a diversas fuentes de información.

Como Consejero tuve la oportunidad de asistir junto con mi esposa a la inauguración de un hotel cinco estrellas de la cadena del Banco en Ixtapa, Zihuatanejo, a la que también fue el Presidente de la República, José López Portillo, la Secretaria de Turismo, intima amiga del Primer Mandatario, y otros Secretarios de Estado, al igual que renombrados ejecutivos del país y los más altos directivos del Banco. La presencia del presidente en el evento implicó un gran despliegue de soldados encargados de vigilar su seguridad, incluso en el mar, frente al hotel, estaba anclado un barco de guerra; la presencia militar era intimidante. Eran los tiempos de la bonanza del petróleo, cuando para que “ avanzara el país, solo había que administrar la riqueza petrolera ´´ ; treinta años después, los hidrocarburos siguen siendo el pivote de la economía de México, el derroche de los recursos públicos sigue vigente y la corrupción en ascenso; sin embargo, esta última involucra en mayor escala a empresarios y participa también la delincuencia organizada.

Por la experiencia que adquirí en el análisis del sector turístico, fui requerido por la Dirección Turística del Banco para hacer una investigación de campo con operadores mayoristas y hoteleros en varias ciudades de EUA; por otra parte, supervisé dos estudios que el Banco encargó a la Universidad de Stanford en California y al Massachusetts Institute of Technology (MIT) en Boston sobre cuestiones turísticas. En diferentes eventos a los que asistí en ciudades de playa, en calidad de conferencista, tuve la oportunidad de llevar a mi esposa y a mis hijos, hecho que facilitó la convivencia familiar.

El entorno con los ejecutivos turísticos contrastaba con la formalidad del Banco. Recuerdo uno de los primeros eventos a los que asistí con el área de agencias de viaje en el cual un alto ejecutivo de una agencia internacional que estaba sentado a mi lado, me dijo: “ bienvenido a la industria de las manos frías ´´; me explicó que esta expresión era atribuible al hecho de que frecuentemente los “ turisteros ´´ organizaban actividades en los que se servía a discreción cocteles con hielo y siempre tenían una copa en la mano.

También viene a mi mente una situación chusca cuando fui invitado por agentes de viajes a una cena de fin de año y me citaron en un lujoso restaurante en las Lomas de Chapultepec a las ocho de la noche, llegué al establecimiento a las 7:30 y no había ningún alma a esa hora. Pasaron 60 minutos más y nadie se presentaba; entonces fui a llamar por teléfono a la persona que me había invitado, aún no existían los celulares y al bajar las escaleras para acceder a los teléfonos públicos resbalé y me pegué fuertemente en el coxis, perdiendo el conocimiento. No supe cuanto tiempo transcurrió hasta que recobré el sentido y me vi rodeado de varias personas en una mesa del restaurante; el salón estaba llenó de comensales y se escuchaba música de una orquesta. Lo simpático de la situación, fue que nadie creyó que simplemente me resbalé, sino que pensaron que se me habían “pasado las copas” y ello provocó la caída. Me recuperé rápidamente y disfruté de la comida y de la alegría que irradiaba la gente.