PEDRO J. COBO PULIDO PARA ENLACE JUDÍO

A mí no me envió May, no tengo la suerte de Enrique Rivera. Mi jefe, además de tener el defecto de ser hombre, es mucho más feo. Tampoco fui por el llamado a los intelectuales del susodicho y enfadadísimo, con razón, Enrique.

Fui porque me interesa el baile, la danza, la cultura y la religión judía. Sí, es cierto, la lectura del artículo de Rivera me animó mucho más y me dio ciertas pistas. Reconozco que hasta leer el artículo –viernes por la mañana- yo pensaba que era un festival normal; el que fuera un acto de proselitismo, me lo hacía –desde un punto de vista antropológico y sociológico- más interesante si cabe. Así es que el sábado, después de una suculenta carne asada partí con mi amigo Brad –calvinista y sionista de hueso colorado- hacia el Auditorio Nacional.

Lleno hasta la bandera. Clase media baja, muy educados y dispuestos a aprender y disfrutar. Con casi toda seguridad miembros de comunidades evangélicas del Valle de México. Me impresionó el orden, me gustó el montaje de luces y sonido. El baile no estuvo mal, sin llegar a despertar en mí un éxtasis estético –reconozco que mi sensibilidad está poco refinada y necesito mucho para llegar al nirvana-. El “Rabino” conocía bien su papel.
Tocó las teclas en el momento justo para que la gente estallara en aplausos, rezara, cantara e, incluso, algunos lloraran. Tiene dotes histriónicas, pero en la medida justa: no me dio la sensación de ser un charlatán, si no la de alguien que sabe que tiene un público a favor y conoce cómo ponerlos en sintonía.

Frases sencillas, emotivas, dirigidas al corazón. Poco razonamiento, mucho sentimiento: salí de las drogas; me encontré con Yeshúa; les amo; México quiere a Israel; Yeshua es el Mesías y vive….aplausos. Mi amigo Brad conectó perfectamente con el ambiente, rezó con ellos y se emocionó. En cuanto a mí, mi sensibilidad es distinta: prefiero al gran Agustín, a Tomás de Aquino, a Martin Buber o a Ratzinger que a los telepredicadores de la religión que sean. Prefiero las liturgias ancestrales de los siriacos, de los ortodoxos, de los católicos o de los judíos. Las seudoliturgias en donde hay poca tradición y menos profundización teológica me ponen un pelín nervioso. Respeto mucho a las personas con fe sobrada de sentimiento y escasa de formación, pero simplemente no es mi estilo y por eso tengo que hacer esfuerzos para refrenar la enorme parte traviesa de mi carácter.

Pero también tengo que decirlo: las respeto, porque intento respetar a las personas, pero me da pena ver lo fácil que es manipularlas. Perdón, pero no soy de los que piensan que todo vale o que todas las religiones son iguales. Si todas son iguales, ninguna es verdadera; si ninguna es verdadera es, perdón de nuevo, una estupidez ser religioso. Es mucho más divertido y menos costoso creer en Disneylandia. Otra cosa muy distinta es pensar que en todas hay algo de la verdad y que hay que ser tolerante –pero este tema es muy complejo y no es para desarrollarlo ahora-.

Está bien, se consideran judíos y mesiánicos seguidores de Yeshua. No seré yo el que me oponga. Quieren convencer a los judíos que Jesucristo es el Mesías. Tampoco me opondré a eso: yo mismo así lo creo. Ahora, si no queremos caer en la superficialidad hay que ser un poco más profundos y un poco más serios con respecto a los términos. Sí, entiendo que vivimos en la posmodernidad donde el sentimiento tiene mucho más valor que la razón; donde se “puede” ser católico y creer que con el yoga me pongo en contacto con el universo; se “puede” ser Madonna y pretender seguir la Kábala; ser católico y pertenecer a un grupo “pro choice”, ser judío y rezarle a la Virgen de Guadalupe. En fin, este es el tiempo donde nos ha tocado vivir y no seré yo el que diga que tiempos pasados son mejores. No, creo que vivimos en unos tiempos muy buenos donde la libertad y la tolerancia son valores inapreciables.

Sin embargo, como intelectual y como católico, no estoy dispuesto a renegar de la razón que Dios me dio. No es lo mismo ser judío que católico, ni católico que protestante, ni protestante que budista. Y entonces me queda una enorme duda: ¿Qué es lo que había de judío en el festival? Poco, bien poco, por no decir que casi nada. ¿Qué Jesucristo es el Mesías prometido en el Antiguo Testamento? Eso es lo que creemos todos los cristianos. ¿Que la salvación procede de Jesucristo y no a través de la Ley? Eso lo sabe cualquier cristiano por poco formado que esté. Si eso es lo que creen los judíos mesiánicos ¿en qué se diferencian de cualquier secta protestante? Jonathan Bernis, la cabeza de la organización que preparó el evento, se autodenomina rabino.

Ahora, ¿Dónde consiguió ese título? ¿A qué escuela rabínica asistió? ¿Tiene derecho a tener ese título? No conozco muy bien las condiciones dentro de la comunidad judía para ser considerado rabino, pero no creo que ningún judío religioso lo pueda considerar como tal. A mí, personalmente me molestaría mucho que un sacerdote católico que se convirtiese al protestantismo dijese que sigue siendo sacerdote católico; o más, que un pastor protestante convertido al catolicismo se considerase sacerdote sin antes haber sido ordenado por un obispo.
Ser cristiano es una cosa, ser judío otra. La definición significa negación (Hegel). Al definir, elimino otras mil cosas que no son.

Los cristianos se definieron como los seguidores de Cristo, rechazaron las leyes rabínicas y profesaron la fe en la Santísima Trinidad. No se puede ser cristiano y seguir pensando que los mitzvot son necesarios para la salvación. Y no creo que se pueda ser judío religioso y decir que los mitzvot no tienen importancia. Entonces, si algún judío se convierte al cristianismo lo lógico es que piense que dejó de ser judío en términos religiosos, aunque lo sea en la sangre y culturalmente.

¿Qué es lo que según mi humilde entender estuvo mal en el festival? Una cuestión muy simple: no fueron claros en la publicidad. Es totalmente legítimo hacer proselitismo: los derechos humanos de libertad de asociación, de libertad religiosa y de libertad de expresión lo avalan. Uno tiene el derecho de convertirse a lo que quiera –siempre que ese “lo que quiera” respete los derechos humanos y las leyes de cada país-; ahora, un poco más de claridad en su gran publicidad les hubiera dado mayor credibilidad.

En cuanto a los judíos mesiánicos como tal, tengo el deber de respetar su forma de ver la religión; ahora, no acabo de entender mucho de lo que quieren. En la página de los judíos mesiánicos de México, en el apartado “creencias”, no hay absolutamente nada que no crea un cristiano de cualquier denominación protestante. La única diferencia es que utilizan ciertos términos hebreos, pero eso no es una diferencia de creencias.

Entonces, debo deducir, que los judíos mesiánicos no son más que judíos convertidos al cristianismo, que conservan algunas prácticas externas del judaísmo pero que han dejado de ser judíos desde el punto de vista religioso, y cuyo propósito de hacerlo así –y no incorporarse a alguna denominación protestante- es porque creen que así es más fácil hacer proselitismo entre los judíos. ¿Es eso legítimo? Sin lugar a dudas sí; la ley, los derechos humanos y la libertad que nos dio Dios lo avalan ¿Es serio? Yo creo que no.

Y además, me parece, que más que acercar al pueblo judío al cristianismo, lo único que consigue es despertar suspicacias. Las relaciones entre cristianos y judíos son complicadas: dos mil años de turbulentas relaciones no son fáciles de superar. Llevamos algo más de cincuenta años tendiendo puentes que todavía son tremendamente frágiles. Me temo que los llamados judíos mesiánicos más que una columna en ese difícil paso han ensanchado el rio. Pero en fin, repito, no seré yo el que mueva un solo dedo para evitar que existan.

El mundo está lleno de bellas tonalidades grises. Me gustó la calidez del ambiente, los buenos deseos de los congregantes, la buena voluntad –llena de ignorancia- hacia el pueblo judío, la crítica al antisemitismo, la alegría de la gente. No todo es relativo, pero tampoco en la vida todo tiene que ser blanco o negro.